La llegada del frío nos obliga a desempolvar determinados elementos de nuestro hogar que reservamos para los meses de invierno. Mantas, edredones, ropa de abrigo... y también aparatos domésticos como los radiadores, que suelen permanecer desatendidos durante el resto del año. Una buena puesta a punto de este básico durante el invierno pasa por llevar a cabo una limpieza profunda. ¿Cuál es la mejor manera de afrontar la limpieza de radiadores y cómo prepararlos para que funcione correctamente?
Los radiadores son básicos (al menos en las zonas de frío) para crear un ambiente agradable en el hogar durante el invierno y, de paso, evitar más de un resfriado. Sin embargo, se trata de un aparato relativamente olvidado más allá de los meses de frío, a lo que se suma que tiende a acumular polvo en grandes cantidades por su propia estructura, llena de recovecos.
Lo mejor para evitar la acumulación de polvo es hacerte con una funda apropiada que los proteja durante el tiempo en que no sean utilizados pero, si no es el caso, existen algunos trucos y consejos que pueden ayudarte a su puesta a punto de forma sencilla y eficaz. Ten en cuenta que, en caso de que existan personas con alergias en casa, es imprescindible que esta limpieza sea profunda.
Además, no importa de qué tipo de radiador se trate (eléctrico, de aceite...) ni el material con el que esté fabricado. Simplemente deberás seguir ciertos consejos para que queden listos para su uso en tiempo récord, como, por ejemplo, no olvidar proceder a su limpieza mientras estén apagados y fríos.
Una vez que decidas la zona en la que vas a limpiarlos, es recomendable cubrir la zona (incluyendo pared, suelo, etc.) con algún tipo de material protector para que la suciedad no acabe en otro lugar. Por ejemplo, papel de periódico, alguna tela... El objetivo es que este material recoja la suciedad que extraigas del radiador.
Para eliminar el polvo más superficial y acceder a los principales recovecos del radiador, puedes utilizar un plumero o, si es posible y cuentas con los accesorios adecuados, lo mejor es utilizar directamente una aspiradora, ya que de este modo evitarás levantar polvo y que éste pueda acabar depositándose en otras zonas. Otro truco muy utilizado (aunque inevitable generarás una nube de polvo) es usar un secador (mejor a baja potencia) para lograr que el polvo salga de los lugares más ocultos.
Además, si te encuentras con zonas de especial difícil acceso, ten en cuenta que existen pequeños cepillos de todos los amaños que puedes adquirir para extraer la suciedad de estos huecos y aspirarla o recogerla posteriormente con un paño. Lo más importante es que no dejes ninguna zona sin cubrir, incluyendo la trasera.
Este es el primer paso para eliminar la suciedad más superficial: lo siguiente sería proceder a una limpieza profunda, que será mejor cuanto más potente sea el aparato utilizado. Lo mejor sería usar una vaporeta pero, si no es posible, siempre puedes pasar un paño húmedo con un poco de jabón o algún tipo de producto especializado en la limpieza del material de que se trate. También en este caso puedes utilizar pequeños cepillos, acompañados de un fino paño humedecido, para acceder a zonas complicadas, de forma que la limpieza sea lo más completa posible.
Por último, la puesta a punto de un radiador pasa por purgarlo adecuadamente: en general, y siempre que compruebes que tu radiador funciona correctamente, bastará con colocar un recipiente debajo de la válvula de purgado y, posteriormente, girar la válvula a la izquierda lentamente. El momento de cerrarla será aquel en el que el agua salga de manera regular, sin goteos. Deberás realizar este procedimiento con todos los radiadores de tu hogar.