La clonación terapéutica representa el futuro de la medicina regenerativa ampliamente aceptada por el mundo científico y que no viola ningún principio moral. Su sueño comenzó hace 15 años con la creación de la famosa oveja Dolly, pero aún faltaba mucho para dar el salto a la especie humana.
Dolly fue un éxito a medias ya que fue clonada a partir de células adultas. Y desde que nació era tan vieja como las células que la crearon, lo que causó su muerte prematura.
Hasta ahora, las células madre humanas se obtenían a partir de embriones humanos, algo que planteaba profundos dilemas éticos en la comunidad cietífica. La novedad de esta nueva técnica radica en que se usan óvulos humanos no fertilizados y, por lo tanto alejados del dilema sobre el origen de la vida humana.
Lo que han logrado desde Oregón se denomina transferencia nuclear y consiste en trasplantar material genético de una célula adulta en el interior de un óvulo cuyo ADN ha sido eliminado. O lo que es lo mismo, se parte de un óvulo al que se le ha quitado el núcleo y en su interior se colocan las células adultas. Cuando ese óvulo es una pequeña pelota de células se destruye y de ahí se extraen células madre nuevas, capaces de convertirse en cualquier tipo de célula. Pero a partir de las adultas.
De esta forma, al ser material genético propio se podría impulsar los intentos de utilizar las células madre y su progenie para reemplazar células dañadas o destruidas para tratar enfermedades del corazón, el Parkinson, la esclerosis múltiple, lesiones de la médula espina, entre otras. También en los denominados autotrasplantes.
Por eso, la idea no es clonar personas aunque los responsables del estudio dicen que su técnica es un paso para hacerlo. En animales, la tasa de éxito apenas llega al uno por ciento.
En el equipo que ha logrado este hito de la genética ha participado una española. Se trata de la genetista Nuria Martí Gutierrez. Casualmente fue despedida en el ERE que afectó recientemente al Instituto príncipe Felipe de Valencia.