'Cinco horas con Mario', el relato de una enfermera despidiéndose de su paciente

  • Una enfermera cuenta las últimas horas de un paciente, aislado a causa del coronavirus

  • "Su muerte ha hecho aumentar las tristes estadísticas, pero para mí no será un número más. Para mí siempre será Mario"

Cada día nos bombardean con cifras de contagiados y víctimas del coronavirus. Detrás de esas cifras hay personas. Y detrás de cada persona, una historia. Conocemos la de Mario. Uno de tantos enfermos.

Sabemos como han sido sus últimas horas gracias a una de las enfermeras que lo cuidó. Como muchos, Mario no pudo estar acompañado de los suyos mientras estuvo ingresado. El coronavirus provoca neumonías e insuficiencias respiratorias, pero también aislamiento y soledad.

Su enfermera quiere permanecer en el anonimato, solo sabemos que es una de las muchas que encadenan contratos temporales, las llamadas "eventuales". Que llevan años sin saber en qué hospital van al trabajar al día siguiente o cuántos días estarán. Pero su profesionalidad está por encima de todo. Ella se presenta así: "Soy una de las muchas que están trabajando a destajo en estos momentos complicados, una de las muchas que cada día atiende a pacientes que dan positivo en Covid-19".

Pero de entre esos muchos pacientes, "todos con sus nombres y apellidos", resalta, se ha quedado con Mario. Él la ha marcado de forma especial. En sus turnos interminables se ocupan de los cuidados sanitarios, pero también sacan tiempo de donde no lo tienen para ofrecerles algo de compañía y humanidad.

La enfermera de Mario cuenta que ronda los 75 años. Explica que tras ingresar porque tenía fiebre, tos e insuficiencia respiratoria, dio positivo en coronavirus. Así que Mario tenía que permanecer en una habitación individual y sin visitas. El personal sanitario era su única compañía. "Ha vivido la soledad del aislamiento (...) Las entradas a la habitación, tal y como aparece en los protocolos, se limitaron lo máximo posible porque los equipos de protección individual, los famosos epis, escasean (...). Por esta razón los contactos con Mario deben ser breves y mis accesos a la habitación, aun queriéndolo, deben ser los justos para evitar nuestra exposición".

Según avanza su relato el estado de Mario se va agravando. "Aunque entró siendo una persona autónoma, pasado estos días debido a la infección ya no puede valerse por sí mismo: la insuficiencia respiratoria se ha agravado, la neumonía bilateral le ha provocado una infección generalizada y ahora requiere de un alto aporte de oxígeno".

El final de la historia es muy parecido al de las más de 3.400 víctimas que lleva ya el coronavirus. Pero su enfermera nos describe el final de Mario. "A pesar de que él lucha para mantenerse con vida en la soledad de su habitación, a la una de la tarde el médico confirma su fallecimiento".

Por las manos de las enfermeras pasan muchos pacientes, estos días su trabajo es más frenético de lo habitual, pero la historia de Mario demuestra que hacen funciones que van más allá de sus obligaciones laborales.

"Han sido varios días junto a él, varios días en los que he tenido la suerte de conocer su persona, varios días de risas y bromas cuando estaba permitido, varios días de soledad junto a él, pero éste último día, el de la despedida en la que sólo estábamos él y yo ha sido especialmente duro. Me he despedido con una pequeña caricia de mi doble par de guantes sobre su frente". Dos pares de guantes, necesarios para evitar el contagio pero suficientes para una última caricia.

No conocemos a la familia y amigos de Mario, intentamos imaginar lo que es perder a un ser querido sin poder despedirse. Pero su enfermera nos cuenta cómo lo ha vivido ella. "Han sido cinco horas con Mario hasta que no ha podido más. Su muerte ha hecho aumentar las tristes estadísticas de damnificados por el Covid-19, pero para mí no será un número más. Para mí siempre será Mario".

Ha titulado su relato Cinco horas con Mario. Como la novela en la que Miguel Delibes narra la conversación de una mujer con su marido muerto. La enfermera de Mario ha pasado muchas más horas, con él y con muchos otros pacientes. Y las que le quedan. A ella y a sus compañeros. Su historia sirve para valorar todavía más el trabajo de los sanitarios. También para ponerle nombre a las víctimas y hacer que sean algo más que una estadística. Quizás sirva además para que muchos se conciencien de la importancia de quedarse en casa. Ojalá.