Miércoles en Madrid. Son las once de la noche. Queda una hora para el toque de queda impuesto por el gobierno de Isabel Díaz Ayuso. Pero las terrazas del centro de la capital están llenas. La misma escena se repite en otras localidades de la región, como Alcalá de Henares. A esa misma hora, en Murcia, Sevilla, Bilbao o Barcelona los bares están cerrados. Lo mismo sucede en otras grandes urbes europeas como París y Londres.
La incidencia del coronavirus y los ingresados por covid en los hospitales de Madrid están en descenso continuado -aunque no pronunciado- desde hace siete semanas. En otras regiones ambos indicadores de esta segunda ola de la pandemia están disparados, y Madrid está mejorando sin tocar la hostelería, un sector clave de la economía que esta semana se manifestó en el resto de España con una pregunta que resume la percepción de muchos: ¿Por qué Madrid abre y nosotros no? ¿Por qué si además Madrid está frenando los contagios?
En NIUS hemos hablado con Antonio Zapatero, el responsable de la estrategia anticovid del gobierno de Isabel Díaz Ayuso, el hombre que se puede atribuir gran parte del mérito de haber doblado la curva de contagios. Está relativamente satisfecho, o como dice él, "moderadamente preocupado", porque insiste en que no se permite a sí mismo bajar la guardia. Acaba de anunciar que se levantan las restricciones en 10 zonas básicas de salud de la región. Han bajado su incidencia más del 50 por ciento en las últimas tres semanas. Es la tónica que sigue toda la región: una incidencia acumulada de 328 casos, cuando la media nacional es de 504.
Zapatero es un técnico, no un político. Dice que ha tenido momentos malos, que lo ha pasado mal, pero que accedió al cargo con el objetivo de acabar con la covid en Madrid, y en ello está. Fue jefe de servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario de Fuenlabrada y director del hospital de Ifema antes de ser nombrado, ahora hace seis meses, viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19. Desgrana para NIUS lo que, a su juicio, son las claves del frenazo en los contagios en Madrid.
El gobierno de Madrid nunca quiso oír hablar de confinar sus ciudades o pueblos. No lo entendía. Su apuesta pasaba por aislar los barrios o zonas sanitarias más afectadas. “Porque eso, desde el punto de vista de la gestión sanitaria, nos daba mucha más información, una información calle a calle, portal a portal. Y te permitía monitorizar mejor los casos”, explica Zapatero, extrañado por los grandes confinamientos de ciudades españolas y europeas. “No hay evidencia científica de que funcionen”, sentencia.
Pese al desacuerdo con el Gobierno, partidario de cerrar la ciudad, el gobierno de Madrid se ciñó a su plan. Acotó esas zonas con controles policiales aleatorios y sólo se podía salir bajo algunos supuestos como ir al trabajo o al colegio. Zapatero reconoce que el modelo ha podido crear confusión en los ciudadanos, porque mucha gente no sabía si estaba en área confinada o no (el área geográfica de zona básica de salud no coincide con el de barrio o distrito), pero lo importante era trasladar un mensaje: tu zona tiene muchos contagios. Funcionó. Zapatero pone el ejemplo del barrio de Usera: “En agosto la incidencia llegó a 1.500 casos de covid por 100.000 habitantes. Ahora tiene 180”.
Y todo esto se hizo sin tocar a la hostelería, ni siquiera en las zonas confinadas, donde no se cerró aunque se restringió mucho el aforo. No se cerraban bares y restaurantes porque no había criterio científico para hacerlo. “Sí, había que limitar aforos en los interiores, y lo hicimos ya en verano, pero en las terrazas no teníamos evidencia de que hubieran sido zonas de contagio”, defiende Zapatero. “La mejor forma de controlar la pandemia es estar todos en casa, pero después de tres meses de lockdown (cierre), no puedes cerrar porque crujes la economía”, argumenta.
Es otra de las razones de la mejora de Madrid frente a la covid en esta segunda oleada: la responsabilidad y el miedo de los madrileños al virus. “Hay un componente social de grupo: cuando sabes que en tu zona está peor, restringes tus actividades. El principal efecto que hemos conseguido es mentalizar a la ciudadanía de que esto sigue aquí”, explica Zapatero.
El viceconsejero de Salud Pública recuerda “aquel día glorioso” a mediados de septiembre cuando avisó de un posible confinamiento selectivo y muchos se le echaron encima, también desde su propio gobierno. “Desde entonces hemos tenido toques de queda, estados de alarma, confinamiento de ciudades europeas. A mí me parecía que había que usar ese término: confinamiento . La gente pensó: cuidado que algo está pasando. El coronavirus seguía aquí. Nunca se fue. Nos enseñó que el virus es lo que es: en cuanto te relajas esto explota”, cuenta.
Y ese mensaje caló en una población, la de Madrid, ya muy sensibilizada tras haber sufrido, más que nadie, el golpe brutal de la primera oleada. Aunque no tiene datos objetivos, sí que considera que los madrileños se han retraído, se han movido menos, por el efecto miedo. Y aunque en ese momento incluso consejeros de la propia comunidad se apresuraron en desmentir sus palabras, él considera que era el momento de lanzar a la población el mensaje de que Madrid estaba en peligro.
El repunte de los casos en septiembre llevó a situaciones críticas con las pruebas PCR, las más fiables para detectar el coronavirus. Había retraso en los resultados y la avalancha de casos provocó escasez de los reactivos necesarios para hacer las pruebas. Entonces Zapatero tomó una decisión difícil: apostar por los test de antígenos. Ha sido seguramente su gran apuesta, y habla de ellos con orgullo. Son pruebas baratas y rápidas, con resultados a los 15 minutos, muy fiables en los primeros días de la infección, pero menos cuando el paciente está asintomático. Cuando Zapatero los planteó a los dirigentes de Madrid eran muy poco conocidos, por eso muchos eran reticentes.
Pero tras reunirse con los jefes de Microbiología de los hospitales de Madrid -""con quien me he estado reuniendo todos los lunes durante dos meses", dice-, Zapatero concluyó que eran la solución: se ha demostrado que los test pueden dar negativo en personas con PCR positiva, pero esto es, se cree, porque esas personas tienen una carga viral tan baja que no son infectivos, no contagian. “Los antígenos me parecen la bomba, por la rapidez y porque me quitan de en medio PCR positivas pero sin capacidad infectiva y por lo tanto me ahorra el trabajo de hacer seguimiento de esos casos, de sus contactos y los aislamientos. Y gracias a estos test se consigue un aislamiento rápido de los casos”, explica Zapatero.
Zapatero cuenta que siempre ha actuado de acuerdo con el Ministerio de Sanidad, y que encontró el apoyo del ministro, Salvador Illa, y al doctor Fernando Simón, cuando les explicó la necesidad de usar estas pruebas, luego validadas por el Instituto Carlos III. Otras comunidades ya los usan pero Madrid apostó fuerte desde antes que ninguna: Compró cinco millones de pruebas. “Es una bomba, un tiro”, dice gráficamente Zapatero, y añade que se llegó a una estrategia conjunta con las principales sociedades médicas para decidir su uso en urgencias, en pediatría o en las residencias.
Zapatero también cree que Madrid también fue rápido a la hora de estudiar otras fórmulas para la detección temprana del virus. “Se sabe que el coronavirus también puede afectar al tracto digestivo. Y además, a veces nos tragamos los estornudos, las toses... Y el virus llega al tracto digestivo. Ya en el mes de mayo empecé a leer en trabajos científicos la utilidad de detectar el coronavirus en aguas residuales. Había muy poco publicado, pero se decía que su detección en las aguas podía equivaler a hacer miles de PCR”, explica Zapatero. Así que también apostó por eso. En julio, sin casi contagios ya en Madrid, "cuando estábamos más tranquilos", Sanidad, Medio Ambiente y el Canal de Isabel II localizaron los 290 pozos donde se iban a hacer los rastreos.
Ahora cada semana se toman varias muestras de cada uno de esos pozos. Luego se envían a los laboratorios, que las analizan para comprobar si en esa muestra -y por lo tanto en ese pozo- hay material genético del SASR-CoV-2. En el proceso participan virólogos, epidemiólogos, matemáticos y estadísticos. Esa capacidad de muestreo hace posible la asociación geográfica de la detección del virus a una determinada área de actuación sanitaria: cuanto más coronavirus sale en una zona, más gente contagiada hay.
Durante este tiempo se han llegado a conclusiones interesantes: "Lo que vimos es que hay una correlación entre el coronavirus que encontramos en las aguas residuales y el número de ingresos en el hospital que tenemos todos los días. Uno de los físicos me lo dijo gráficamente: “cuando uno empieza a defecar coronavirus está a punto de ir al hospital”. Porque la carga viral en su cuerpo es muy grande, o la infección muy severa.
Los sanitarios consultados por NIUS en las últimas semanas cuentan que, pese al cansancio psicológico por esta segunda oleada, los hospitales aprendieron de la primera oleada y en esta segunda estaban mejor preparados y organizados para luchar contra la pandemia que en primavera. Para Zapatero esa podría ser la primera clave del cambio de tendencia en los contagios. “Lo que ha hecho la gente en Primaria, en Salud Pública y en los hospitales es tremendo. Su adaptación a esta segunda ola es increíble. No puedo sentirme más orgulloso, como médico, de mis compañeros”.
Zapatero también reconoce que hay asuntos pendientes por resolver como la falta de personal, la tardanza en la incorporación de los refuerzos en rastreadores y en los centros de salud. “La estructura de la administración no permite manejarte en una pandemia. Al ritmo de la pandemia no pueden ir las contrataciones”, explica. Reconoce que habrá cosas que han hecho mal, y promete analizarlas cuando termine la situación de emergencia, pero cree que él ha hecho todo lo posible por frenar el coronavirus en Madrid. Ahora sabe que sus compañeros de profesión están preocupados por la dotación de personal del nuevo hospital de pandemias, y confiesa que no lo comparte, porque el hospital "va a aliviar la carga de trabajo en el resto, como hicimos con Ifema".
Zapatero, aficionado al tenis, lector insaciable, termina la entrevista con un anuncio y con un deseo. El anuncio: Madrid estudia reconocer económicamente el esfuerzo de todo el personal sanitario, tal como han hecho en otras comunidades. El deseo: poder, a sus 62 años, volver a la profesión médica, pero no sin antes dar la noticia de que Madrid lleva cuatro semanas sin virus. "Entonces, volveré a mi hospital y a mis clases en la universidad", sueña. Ojalá sea pronto.