Era el día 25 de diciembre de 2017 cuando José Enrique Abuín Gey, alias ‘El Chicle’, asesino confeso de Diana Quer, –la joven de Pozuelo de Alarcón desaparecida en la madrugada del 21 al 22 de agosto de 2016 y hallada muerta el 31 de diciembre de 2017–, volvía a actuar. De nuevo, su objetivo era una mujer que caminaba sola durante la noche, y, otra vez, como considera probado el tribunal de la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de la Coruña, la asaltó con la intención de “satisfacer su ánimo libidinoso”. Esto es: intentó raptarla y “trasladarla a un lugar más seguro para poder abusar sexualmente de ella” contra su voluntad.
Sucedió a aproximadamente las 22:25 horas, cuando la víctima salió de su casa, en la localidad coruñesa de Boiro, para encontrarse con su novio, con el que había quedado en bar. Por el camino iba pendiente de su teléfono móvil, intercambiando mensajes de WhatsApp. Fue entonces cuando ‘El Chicle’ hizo acto de presencia. Conducía un vehículo gris cuando se cruzó con la víctima en una calle “poco iluminada y escasamente transitada”, tal como refiere la sentencia. Al verla sola, “y con la intención de satisfacer sus deseos sexuales”, José Enrique Abuín Gey, definido por las autoridades como un auténtico “depredador sexual”, empezó a seguir los movimientos de la joven y llegó a cambiar de sentido para proceder a su asalto: para “pararla, meterla en el coche” y conducirla a un lugar “donde poder mantener relaciones sexuales con ella y en contra de su voluntad”.
Fue al final de la calle Crucerio, esquina con la calle Bao, donde se bajó del coche dejando el motor encendido y la puerta del conductor abierta intencionadamente de tal modo que impidiese el paso de los peatones por la acera. Fue ahí donde se quedó “mirando hacía el lugar por el que venía” la víctima, que, al estar pendiente de su teléfono, no se dio cuenta de la presencia de ‘El Chicle’ hasta que estaba apenas “a medio metro de él”.
“Dame el móvil. Dame el móvil ahora mismo. Dame el móvil”, fueron las primeras palabras de Abuín hacia ella después de sujetarla con un brazo alrededor del cuello al tiempo en que la amenazaba “con un objeto metálico no identificado a la altura de la nuca”, a modo de cuchillo. En shock y aterrorizada, ella comenzó a gritar pidiéndole que no le quitase el teléfono. –“Si sigues gritando, te corto. Métete en el coche y dame el móvil”, dijo entonces Abuín, revelando su verdadero propósito. La quería a ella.
"Me saludó una vecina desde el patio de su casa. Si ella no me hubiera saludado no la habría visto porque yo seguía con mi móvil. Al llegar a la esquina de la calle había un coche gris con la puerta abierta con el conductor dándole la espalda a la puerta, frente a mí. Me agarró y me dijo que le diera el móvil. Me puso un cuchillo, –para mí que era un cuchillo–, en la zona de la nuca. Le dije que no se lo daba”, relató ante el tribunal la víctima, quien llegó a ofrecer dinero a ‘El Chicle’ hasta en cuatro ocasiones para que la dejase marchar y no sé llevase su móvil. Él lo rechazó.
Fue justo en ese instante en el que intentaba que Abuín aceptase el dinero cuando un vehículo se aproximó al lugar de los hechos. Al verlo, él, disimulando, “cambió radicalmente el tono”, soltó a la joven e incluso llegó a asegurar que “todo era una broma de su novio”; lo que para la sentencia constituye una muestra más de que “el acusado trataba de engañar a la víctima mientras pasaba ese coche” y desaparecía de la escena.
Ella aprovechó ese momento para poco a poco retroceder mientras le miraba a la cara preguntándole si la dejaba marcharse. Pero él la seguía, “manteniéndose a una distancia no superior a un metro”. No la iba a dejar escapar. “En esa situación, se desplazaron unos dos metros hasta que se colocaron a la altura de la parte trasera del vehículo”, recoge la sentencia, que narra que fue ese el instante en el que la víctima se fijó en la matrícula del coche y Abuín, aprovechando que desviaba la atención, se volvió a abalanzar sobre ella. “La sujetó y la giró dándole un empujón en el pecho hacia el maletero de su vehículo”.
Abuín lo tenía planeado. El maletero del vehículo también se encontraba abierto. En su interior había una sábana blanca extendida. Tras el empujón que le dio, la joven quedó sentada en el maletero, con parte de las piernas fuera. Él las empujó con fuerza hacia adentro del maletero, pero ésta se resistió mientras agarraba contra su pecho el bolso y el móvil para protegerse.
La joven dejó las piernas colgando porque sabía que como cerrase “no salía más”. Fueron minutos agónicos de forcejeos mientras ella gritaba presa del pánico y la desesperación, pidiendo ayuda mientras resistía con todas sus fuerzas.
En el transcurso de ese dramático instante, a aproximadamente las 22.35 horas, dos jóvenes subían por la calle Bao y afortunadamente escucharon “unos gritos muy fuertes de mujer”. Al llegar al luchar de los hechos, ambos “vieron el coche gris con el maletero abierto, a Abuín y a la joven, forcejeando”. Fue entonces cuando ellos gritaron para disuadir a ‘El Chicle’, quien al percatarse de la presencia de éstos soltó a la víctima y, tras mirarles “fijamente” durante unos segundos, “cerró el maletero, se subió al coche y huyó”.
José Enrique Abuín Gey lo negaba todo. Solo pretendía coger el móvil “porque necesitaba dinero”, llegó a decir, incurriendo en una versión completamente “inverosímil” de los hechos. Él mismo rechazó el dinero que en cuatro ocasiones le ofreció la víctima. Y así lo prueba el audio que ella, en pleno asalto, pudo grabar; una nota de voz que llegó a la persona con la que estaba hablando por WhatsApp por el camino, y en la que quedaron presentes las amenazas de Abuín; su cambio de tono radical al escucharse un coche pasar; su voluntad de encerrarla en el maletero… Todo. Todo ello está recogido en ese audio.
Ni siquiera tiene verosimilitud ‘El Chicle’ cuando asegura que el forcejeo con la víctima “para arrebatarle el móvil” se produjo “a cinco metros de donde se encontraba su coche”. Las pruebas son claras: los investigadores también encontraron pelos de la joven justo en el borde superior del maletero de su coche.
Por todo lo expuesto, y recabadas todas las pruebas, el tribunal considera “condenar como autor responsable de un delito de detención ilegal, con un delito de agresión sexual en grado de tentativa” a una “pena de cinco años y un mes de prisión e inhabilitación para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena”.
Del mismo modo, se le prohíbe acercarse “a menos de 500 metros” a la víctima, así como a su domicilio, y de comunicarse con ella por cualquier medio por tiempo de 10 años”.
Además, se le condena como “autor de un delito leve de lesiones”, con pena de “dos meses de multa con una cuota diaria de 10 euros, con responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago”.
Por otro lado “en concepto de responsabilidad civil”, ‘El Chicle’ tendrá que indemnizar a la joven con “11.546,54 euros por incapacidad temporal y secuelas”, y al SERGAS (Servicio Gallego de Salud) a indemnizar con 1.1120 euros “más la cantidad que se determine en fase de ejecución de sentencia en concepto de gastos de asistencia psicológica que se presten a la perjudicada, desde la fecha de apertura del juicio oral hasta el alta definitiva, con abono del interés legal de demora que se devengue”.
Te puede interesar: