Es uno de los últimos grandes asuntos de la pandemia. Cuando la vacunación parece alcanzar techo frente a quienes no están convencidos y la situación epidemiológica empeora con el avance de la variante delta, la exigencia del certificado covid en el ocio o la restauración empieza a extenderse por Europa. Francia es uno de los ejemplos más representativos: pedirá el documento a sus ciudadanos para entrar en bares y cafés, así como en museos y trenes de larga distancia.
Los franceses ya tienen que presentar el pass sanitaire en eventos de más de 1.000 personas y discotecas con más de 50, pero desde principios de agosto tendrán que hacerlo también en restaurantes, gimnasios, centros comerciales, hospitales y aviones. En vigor en toda la Unión Europea desde el 1 de julio y pensado inicialmente para facilitar los viajes, el certificado acredita la vacunación, una prueba negativa de coronavirus o que la persona se ha recuperado de la enfermedad. El bajo ritmo de pinchazos desde junio llevó al Gobierno a utilizarlo como herramienta para cercar a los antivacunas, a los escépticos o a los más reticentes, lo que ha provocado amplias protestas.
"Imponer las restricciones a los no vacunados en lugar de a todos", dijo el presidente Emmanuel Macron al presentar el paquete de medidas, que incluye la vacunación obligatoria de los sanitarios y el final de las PCR gratuitas. Días después del anuncio, la estrategia entregaba sus primeros resultados, con récords sucesivos de dosis administradas y de citas reservadas. El viernes, el promedio de inyecciones diarias a una semana era de 684.264, unas 100.000 más que a mediados de mes, según los datos recogidos en el portal Our World In Data.
En esa línea, Italia busca un efecto similar exigiendo a sus ciudadanos el green pass para la entrada a sitios públicos como teatros, cines o estadios, aunque a diferencia de Francia, en la hostelería no será necesario para comer en la barra o en la terraza. Portugal, que también exime los exteriores del requisito, pide el certificado desde principios de mes para ingresar al interior de restaurantes en municipios con alta incidencia, pero solo los fines de semana. Meses antes, en abril, Dinamarca abrió el camino con su coronapas para entrar en peluquerías y autoescuelas, y posteriormente en bares y museos, entre otros.
En rigor, las razones para implementar el certificado van más allá de estimular la vacunación. "A favor del pasaporte sanitario está, por supuesto, el argumento de una reactivación económica, cultural y social, a pesar del peligro de una nueva ola", explica por correo Yoann Nabat, del Observatorio de políticas públicas en situación de epidemia y posepidemia de la Universidad de Burdeos.
"La idea que defiende el Ejecutivo es no penalizar a la parte de la población que 'ha jugado el juego' de las vacunas sin que la vacuna sea obligatoria para todos (aunque lo termine siendo de facto). Se trataría entonces de una solución intermedia, que permitiría frenar el repunte de la epidemia, asegurar la recuperación económica y mantener la libertad (fundamentalmente artificial) de no vacunarse", agrega el experto, en referencia al contexto francés.
Aquí comienzan los problemas, o las zonas grises. En su informe sobre el tema, la Comisión Nacional de Informática y Libertades del país galo pidió delimitar bien el alcance del certificado y evidencia sobre la eficacia de la medida, a la vez que alertó de la "normalización de dispositivos que invaden la vida privada". Para Nabat, además de la posibilidad de contagiarse y contagiar aun estando vacunado, hay varios riesgos a tener en cuenta:
Las protestas en Francia la semana pasada pedían libertad y rechazaban la "dictadura sanitaria" de Macron. Algunos manifestantes fueron más allá e incluso compararon la exigencia del certificado con el Holocausto. "El pasaporte sanitario te hará libre", se leía en un fotomontaje del campo de concentración de Auschwitz, mientras que algunos llevaban una estrella amarilla con la inscripción "no vacunado". Los gestos fueron rechazados por la clase política francesa.
En tanto, el célebre guitarrista Eric Clapton anunció que no tocará en ningún establecimiento del Reino Unido que exija el certificado, después de que el Gobierno de Boris Johnson anunciara que el documento será necesario para ingresar en clubes nocturnos, espectáculos y salas de conciertos. "A menos que haya una disposición para que todas las personas puedan asistir, me reservaré el derecho de cancelar los espectáculos", señaló el músico en un comunicado difundido por Telegram.
¿Qué pasa en España? Con una población que mayoritariamente confía en las vacunas, el certificado ha aparecido como forma de control epidemiológico en Galicia y Canarias. Ante la alta incidencia en su comunidad, Alberto Ñúnez Feijóo defendió su implementación en los locales de hostelería para mantener el "equilibrio" entre salud y economía.
"Entiendo el descontento de los hosteleros y entiendo el descontento en general de los jóvenes que no tienen vacuna y le exigimos una PCR en las 72 horas próximas a entrar en un restaurante y una cafetería", reconoció el presidente de la Xunta.
En Canarias, el certificado será exigido a partir de este lunes en los territorios en nivel 4 para ingresar en gimnasios o locales de ocio. "Da seguridad y tenemos que caminar hacia la seguridad y aquel que no se quiere vacunar, porque hay quien no se quiere vacunar, que es negacionista, no puede poner en riesgo la seguridad de las personas que sí se quieren vacunar y son responsables", dijo el presidente canario, Ángel Víctor Torres, en una clara mención a los grupos más reticentes a la vacuna.
"Sería un buen instrumento desde el punto de vista epidemiológico", juzga José Jonay Ojeda, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS). "Efectivamente, en esos casos la evidencia nos traslada que aunque puedes contagiar y contagiarte, la carga viral es mucho menor y, por tanto, podría ser una buena medida la que ha planteado Galicia o la que está previsto que entre en marcha en Canarias", añade.
Ojeda recuerda que en el futuro el incentivo a la vacunación sí podría ser un debate también en España. Al fin y al cabo, siempre hay un límite, una franja de imposibles de convencer. "No es un problema ahora mismo, pero en algún momento llegaremos a un tope de vacunación. Ningún país ha conseguido todavía vacunar al 100% de su población, entre otras cosas porque la vacunación es voluntaria, no puede ser obligatoria", vaticina el experto.