La investigación apunta a que la joven, que estudiaba en Estados Unidos, se resistió a un intento de violación y que, el detenido, la apuñaló al no conseguirlo.
Celia Barquín jugaba sola al golf a primera hora de la mañana. Ya era completamente de día. Cerca del campo había apartamentos, una zona tranquila. Que se sepa, nadie oyó nada, nadie vio nada.
El primero que se percató de que algo no iba bien fue un hombre, que llora pensando que Celia podía ser su hija. Jugaba al golf con sus amigos y se cruzaron un momento con ella. Poco después él vio sus palos, su ropa y su teléfono. Pero ni rastro de la golfista. Fue entonces cuando entró en acción la policía.
El cadáver de Barquín apareció en un estanque del campo con puñaladas en torso, cuello y cabeza. A las pocas horas se detuvo a un hombre de 22 años, Collin Richards. Un sinhogar, fichado por la policía, que vive en los alrededores, en tienda de campaña.
Se ha encontrado sangre en varias de sus prendas y en un cuchillo que tenía. En su cara hay todavía marcas y arañazos porque Celia se defendió. Un conocido de Richards asegura que le dijo que "quería violar y matar a una mujer".
En prisión con fianza de cinco millones, será acusado de asesinato en primer grado y se enfrenta a cadena perpetua.
Los agentes a cargo de la investigación confiesan que han sido de las horas más duras de sus carreras.