Tienen las calles, y los nombres de los ciudadanos que las habitan, en la cabeza. Saben de ese banco que nos manda un recibo, de esa multa de tráfico que nos impusieron, o de los paquetes que esperamos. Pasan la mayor parte de su jornada en la calle, y la calle, dicen los carteros, transmite ahora soledad y tristeza.
"Ahora Chiclana es una ciudad fantasma, y mucha gente yo la veo con miedo", dice Paz Estefanía, cartera en esta localidad gaditana. "Es triste, muy triste. Vas por las calles a las doce de la mañana y no te cruzas con nadie, no hay ni un coche. Hay un garaje de una casa, donde antes de todo esto se reunían un grupo de unos diez ancianos a charlar, a tomar el sol. Ayer sólo estaba uno".
Paz, es una de las más de treinta mil carteras y carteros, que cada día se enfrentan al COVID-19 en nuestras calles. Una pelea en la que más de 800 de ellos han dado positivo, y que mantiene a más de dos mil en cuarentena.
"Al principio esto ha sido un desmadre", afirma Alberto Díaz, secretario general de GCT Correos de Cádiz. "Tuvimos que negarnos a salir a trabajar sin protección, después de una primera semana haciendo el reparto sin guantes ni mascarilla. Hemos pasado mucho miedo, mucha incertidumbre viendo como los protocolos cambiaban cada momento. Desde el 23 de marzo tenemos esas protecciones, pero el trabajo sigue siendo muy complicado"
Correos por su parte asegura que: "Solo presta el servicio postal público obligatorio con el personal mínimo imprescindible y ha adoptado medidas informativas, organizativas y preventivas que responden a las instrucciones de las autoridades sanitarias". También, que desde el 10 de marzo ofrece a su personal incluido en grupos de riesgo y a los mayores de 60 años permanecer en su casas.
Los carteros siguen, mientras tanto, clasifcando cartas y paquetes llegados de todas partes, y saliendo a la calle para entregarlos en todas partes.
"Pasamos miedo. La gente cuando llega un paquete a su casa, destruye el embalaje y ya no hay contacto", confiesa Antonio Arcos, un cartero rural de Vejer de la Frontera. "Nosotros andamos constantemente moviendo cosas que no sabemos si están contaminadas. Se sabe que el virus aguanta días en los plásticos, y aquí llegan cosas de todo el mundo".
"Yo siempre le digo a la gente: tire el embalaje y lávese las manos", añade Paz Estefanía. "Miedo no tengo, pero respeto sí, porque como no se saben muchas cosas, toda precaución es poca. Son productos que pasan por muchos sitios, por muchas manos y eso te impone respeto"
Y como muchos otros colectivos, esenciales es esta batalla, piden test. No tanto por ellos, dicen, sino por la seguridad de las personas a las que van destinados los envíos.
"Somos un posible foco de contagio, porque si yo soy asintomático, y visito a dos mil quinientos usuarios puerta por puerta en una barriada, puedo ayudar a expandir el virus", razona el secretario general de GCT Correos de Cádiz.
Usuarios que estos días tienen reacciones sorprendentes. Muchos se acercan a felicitarles y tienen que recordarles que mantengan la distancia de seguridad. Otros, hablan con ellos más que nunca.
"La gente aprovecha para salir y hablar contigo", cuenta Paz Estefanía. "Te preguntan si tienes algo para ellos. La gente está aburrida, cansada de tanto confinamiento", apostilla.