Cartas contra la soledad: una idea que nació en pandemia y que disfrutan en dos residencias de mayores de Ourense
Llevan meses carteándose con usuarios de otras residencias
Trabajan la psicomotricidad y la memoria y han mejorado su estado de ánimo
Ahora quieren conocerse y ya están organizando una videollamada
La idea surgió durante la pandemia. Hubo que suspender todas las actividades y había que echarle imaginación para paliar la soledad de los ancianos. La Fundación San Rosendo buscaba alguna iniciativa que no implicara contacto social. Decidieron recurrir a un clásico: las cartas.
Pusieron en marcha un intercambio de correspondencia entre los usuarios de las residencias Santiago Apóstol de Vilamarín y Nuestra Señora de las Nieves de Maceda, ambas en Ourense. “Durante la pandemia estaban un tanto deprimidos y la idea surgió de la fisioterapeuta que compartimos entre nuestra residencia y la de Vilamarín”, explica Lola Ferreño, directora del centro de Maceda.
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Pilar González es la fisioterapeuta, pero ahora sus labores se han ampliado y trabaja también como cartera. “Yo me desplazo de un centro a otro y cuando llego ya me están esperando en la puerta. Lo primero que me preguntan es si llevo carta para alguno. Como se me olvide tengo que dar la vuelta”, cuenta entre risas. Si su trabajo antes era fundamental por los tratamientos que ofrecía a los ancianos, ahora se ha convertido en indispensable por ser la ‘recadera’ que les hace llegar la tan esperada correspondencia.
Beneficios anímicos y cognitivos
Comenzaron esta experiencia con ocho mayores que no dudaron en apuntarse en cuanto se lo propusieron. “Hace 40 años escribí mi última carta”, es la confesión que le hizo Olga, de 98 años, a Pepe, de 92. Fue su primera misiva, pero desde entonces han llegado muchas. “Seleccionamos las parejas por afinidades, según los intereses de cada uno. Decidimos que fueran parejas fijas para que tuvieran un hilo que seguir”, explica Mercedes Díaz, una de las educadoras.
“Emocionados y entusiasmados”: así definen las trabajadoras de estos centros cómo se mostraron los usuarios al recibir las primeras cartas. Han conseguido crear un vínculo entre ellos pero también han logrado beneficios a nivel cognitivo. Porque ejercitan las manos pero también la mente. “Escribiendo trabajan la psicomotricidad y la memoria. Ellos exponen en las cartas etapas de su vida que vuelven a gestionar, tienen que pensar qué escribir, lo expresan en papel y van recordando épocas pasadas”, cuenta Mercedes.
Esta actividad no solo les ha servido para sentirse más acompañados. También para levantarles el ánimo y estar más activos. Como en el caso de Flora, de 70 años. “Tiene poca fuerza de voluntad, pero empezó a cartearse con Carmen, que tenía problemas de movilidad parecidos a los de ella”, relata Lola. Ahora Pilar, en sus sesiones de rehabilitación, nota un gran cambio en su actitud: “Carmen le contó su experiencia con el andador y animó a Flora a utilizarlo y esforzarse por andar. Ahora le pone muchas más ganas, se le nota mucha más ilusión y fuerza de voluntad”.
Más compañeros se animan a sumarse al proyecto
Todas las cartas las escriben ellos, aunque a veces les piden ayuda. “Te piden que les corrijas faltas de ortografía o que los guíes sobre qué contar”, señala Lola, la directora. Intentan que al menos envíen una carta cada quince días “pero si fuera por ellos, habría todas las semanas”. “Es que no damos abasto”, ríe Mercedes, “al principio fue muy fuerte, querían entregar dos cartas por semana”. Pilar es la que ‘sufre’ sus prisas por la correspondencia: “Cada vez que voy a la residencia me lo recuerdan, que le escriban, que les debo una carta”.
En las cartas se cuentan su vida, si se casaron, si tuvieron hijos, las labores del campo que tuvieron que hacer. Pero también su vida actual, lo que hacen en su día a día en la residencia.
Durante la pandemia las cartas les sirvieron para sentirse más acompañados, “era como salir fuera sin salir”. Pero al verlos tan ilusionados los responsables de las residencias decidieron continuar con el proyecto. De hecho incluso van a ampliar el grupo. “Otros usuarios ven con qué alegría reciben las cartas los compañeros y ya les pica el gusanillo. Así que se van a sumar más al grupo”, cuentan.
Ahora lo que quieren es conocerse. Ese será el siguiente paso. Ponerle cara a esa persona que está al otro lado de las palabras que tanto les han acompañado. “Ellos se quieren conocer, pero de momento no está la situación como para juntarse”, aclaran en la residencia. Ese encuentro tendrá que esperar aún un poco más, pero mientras tanto ya están organizando una videollamada para que al menos puedan verse con una pantalla de por medio.