El límite para la vida de un bebé prematuro es de 24 semanas de gestación en España: el que nazca antes se enfrenta a una muerte más que probable en sus primeras horas de vida, pero Brisa Milagro ha llegado al mundo para romper cualquier pronóstico. Con menos de 23 semanas y media, las prisas de esta pequeña sorprendieron a sus padres, que se temían lo peor; 112 días de un cuidadoso ingreso más tarde, Brisa ha recibido el alta domiciliaria: "Prácticamente nos daban el pésame antes de que naciera y ahora estamos en casa, rebosando alegría".
Aquel 6 de noviembre, Jordi esperaba en la puerta de la clínica haciendo números: "Tu cabeza empieza a pensar y me doy cuenta de que las cifras no dan, que estábamos en la frontera y, aunque llegáramos al número mínimo de semanas, sabes que los riesgos son muy altos". Mientras tanto, Lorena era trasladada al Hospital Vall d'Hebron, medicada para relajar las contracciones y detener el parto, "pero dejó de hacer efecto y los doctores no podían darle esa medicación porque el feto era muy pequeño", les explicaban a los padres: no había vuelta atrás.
Instantes antes de dar a luz, sobre las 23h, Lorena no se resignaba a los malos augurios del profesional sanitario del centro barcelonés: "Ella se movía en mi barriga, estaba viva, yo la notaba y no me creía que pudiera nacer muerta". A los diez minutos, Brisa salió del útero y, desde las manos de la ginecóloga, sorprendió a todos los presentes con un llanto: "Cuando hace ese primer suspiro, pensé que era un milagro, que lo había conseguido". "Hasta los médicos se giraron, como si no se lo esperaran", recuerda Jordi.
El Dr. Félix Castillo, jefe de Servicio de Neonatología del hospital, fue a conocer a la familia nada más saber de Brisa. Tras tres décadas ejerciendo, para él ha sido "uno de los casos más delicados" y, de hecho, merecía que lo siguiera de cerca: "Los niños tienen que estar en casa y, los que están ingresados, y más siendo recién nacido, es muy doloroso, y más para las familias", explica Castillo, que no puede evitar pensar en el resto de bebés prematuros de los que cuida su unidad expertos curtidos en casos como este.
Con 600 gramos de peso y tras hacer piel con piel durante unos minutos con Lorena (cosa que la madre agradece ya que no es habitual en un caso tan extremadamente prematuro), llegó el momento del padre. Los valores de la frecuencia cardíaca, la respiratoria, la presión arterial y la cantidad de oxígeno que registraba la pequeña estaban "aceleradísimos", algo recurrente en prematuros extremos. Por ello y, antes de que los doctores la sedaran, Jordi pensó en poner en práctica sus conocimientos como osteópata.
"Pedí calmarla y me dejaron", explica este barcelonés, que tuvo cinco minutos para demostrar a los doctores los beneficios de la osteopatía en el cuerpo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que "casi te cabía en una mano" y de que "era como un anfibio: tenía la piel acuosa, mucosa, lila y muy oscura, y no tenía párpados ni uñas", en palabras del padre, que agrega los dedos de la pequeña parecían estar enganchados y recuerda lo desproporcionada que era su cabeza. "Le puse las manos encima, cerré los ojos para concentrarme y sentí cómo se iba relajando, mientras los pitidos de las máquinas se iban calmando conforme ella lo hacía". Un primer contacto padre e hija que sirvió para que Brisa no fuera sedada, ya que sus constantes vitales se estabilizaron.
"Cuando deje de sorprenderme o de emocionarme con mi profesión, dejaré la medicina y me jubilaré", sostiene el Dr. Castillo, que ha descubierto una línea de investigación para aplicar la osteopatía a la neonatología: "Estoy aprendiendo un montón de cómo puede mejorar el estrés posicional de los recién nacidos. A mis años de trabajo y experiencia, ¡aún estoy aprendiendo!", en palabras del jefe de la unidad, a quien el padre le ha propuesto participar en su tesis universitaria, convencido en demostrar la necesidad de aplicar esta ciencia "como hacen el sistema sanitario británico, francés y americano". De hecho, para Jordi, "sería precioso ayudar así a otros papás que se encuentren en situaciones parecidas; sin duda, hablar con ellos en los boxes ha sido lo más duro de estos cuatro meses" para Jordi.
Desde entonces, Brisa ha seguido creciendo durante 112 días en una incubadora, a la que los padres solo podían acceder por turnos y nunca a la vez, algo que llevó a priorizar la presencia de la madre cuando la pequeña necesitaba mayores cantidades de leche materna. "Lorena es una muy buena productora de leche", remarca el Dr. Castillo, que recomendó a la madre seguir una dieta rica en Omega 3, un ácido graso "básico para el crecimiento de la retina y del cerebro, y un potente antinflamatorio".
Ahora, era el turno de Lorena, quien tampoco podía tener una profesión mejor para ayudar a la recién nacida: es nutricionista, por lo que aumentó al máximo la ingesta de sardinas y salmón: "Son los dos pescados azules con menos mercurio y metales pesados, y los comía cuatro veces por semana... también frutos secos, huevo y aguacate cada día, y ¡aceite de oliva virgen extra a chorros!", recuerda Lorena, que bromea: "Al final me salían las sardinas por las orejas, y no cabía nada en la despensa". No obstante, valió la pena porque "esa leche es oro", según el Dr. Castillo.
Durante estos cuatro meses, Brisa ha ido superando barreras: desde sufrir hasta cinco apneas diarias ("los bebés extremadamente prematuros "¡se olvidan de respirar!", insiste la madre) hasta resistirse a enterocolitis (infecciones intestinales muy recurrentes en este tipo de casos). Las ecografías son "prácticamente normales y muestran un desarrollo cerebral acuerdo con su prematuridad", valora el jefe de neonatología, que agrega que la retinopatía visual que sufre es inferior a lo habitual. De esta forma, el Dr. Castillo le dio el alta domiciliaria el pasado 26 de febrero: "Se ha ido a casa sin haber sufrido en el ingreso", explica aliviado.
De hecho, en casa le esperaba Sol, su hermana mayor, de dos años y medio, a quien "le ha sido difícil porque su mamá ha estado menos con ella", explica Jordi, que agradece la ayuda de su madre, que se ha hecho cargo de ella: "A pesar de ser muy pequeña, ella lo entendía, pero empezó a protestar más con la comida, dejó de dormirse sola, volvía a llorar al ir al cole... ahora, ¡es la que más feliz está de todos!". Precisamente, su madre la ve "muy cariñosa y maternal" con Brisa; incluso hace caso de las recomendaciones del Dr. Castillo, que le pidió que le diera besos solo en la coronilla, para evitar que la recién nacida coja infecciones.
Tras cinco días en casa, todo ha ido "rodado" en el domicilio de la familia, en pleno barrio del Eixample de Barcelona. Una vez más, Brisa se ha salido de todo pronóstico: no ha necesitado ayuda adicional para alimentarse del pecho de la madre (a pesar del gran esfuerzo que supone para un caso tan excesivamente prematuro), ha aumentado su peso más de 80 gramos (ya alcanza los 3,150kg) y no sufre apneas. Ahora, ya en confianza, algunos profesionales del Vall d'Hebron han reconocido a los padres que ven muchos bebés que, con muchas más semanas de gestación que Brisa, no consiguen sobrevivir. De hecho, lo hacen la mitad de los prematuros extremos, motivo que ha llevado a estos padres exultantes a añadir a Brisa un segundo nombre: el de Milagro.