Exultante y aclamado por los suyos. Así se ha presentado Boris Johnson el día después de la victoria electoral. En Sedgefield (Reino Unido), territorio laborista desde 1935 conquistado ahora por los conservadores en las urnas. Una imagen simbólica como las que tanto persigue el primer ministro electo. Con su mayoría absoluta, 39 escaños por encima, derriba la oposición y el muro parlamentario para hacer realidad el Brexit, tal y como pedía en campaña. Para poder aprobar, antes de acabar el año, el acuerdo de salida de la Unión Europea que no pudo sacar adelante en octubre.
El 31 de enero será el día D del Brexit, en el que arrancan las negociaciones comerciales. Si son ratificadas en verano o antes de diciembre próximo, el adiós a la Unión Europea será oficial en enero de 2021. De lo contrario, podría haber aún una salida sin acuerdo. Todo mientras se plantea un doble reto territorial en ascenso. En Irlanda del Norte, con un Sinn Fein que ya pisa los talones de los unionistas. Y en Escocia, con un partido nacionalista escocés que, con 48 de los 59 escaños del territorio, eso sí, con el 45 por ciento de los votos, anuncia que exigirá un nuevo referéndum de independencia. Bola caliente, como en la era de David Cameron que Boris Johnson ya ha devuelto sin opciones antes de recibirla por carta.