Bernardo Montoya llega a la Audiencia de Huelva entre gritos de "criminal" y "basura": un fracaso de reinserción
Bernardo Montoya llega al juicio por el crimen de Laura Luelmo entre medidas de seguridad y sin incidentes
En España no hay listas públicas de asesinos y agresores sexuales ni los vecinos de El Campillo sabían que estaba en el pueblo
Bernardo Montoya, a juicio por el crimen de Laura Luelmo: fuerte dispositivo en la Audiencia Provincial de Huelva
Bernardo Montoya, acusado de agredir sexualmente y asesinar en el mes de diciembre de 2018 a Laura Luelmo, la profesora zamorana de 26 años, en la localidad de El Campillo (Huelva), ha llegado este lunes sobre las 9,36 horas a la Audiencia Provincial, donde esta jornada comienza el juicio con jurado popular por este crimen. Ha llegado en chándal y con un look algo cambiado ente insultos y gritos de criminal. Algunas personas se han acercado a las puerta de los juzgados y han proferido insultos y gritos contra Montoya, "criminal, eres una basura, cómo has tenido a toda España por lo que has hecho".
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Laura Luelmo no sabía que su nuevo vecino en lo que iba a ser la aventura de su vida era un monstruo. Pero le veía raro, la miraba constantemente cuando se cruzaban. Se lo comentó a su novio por teléfono. No le gustaba aquel hombre. Su instinto no falló, pero no le dio tiempo a evitar la tragedia. Tampoco la justicia esta vez logró que la reinserción de un preso ya condenado fuera posible.
Todo comenzó en 1995. Ese año fue asesinada Cecilia, una anciana de 82 años. Tuvo la mala fortuna de encontrar a Bernardo Montoya en el momento en el que intentaba robar en su casa. La hirió con una puñalada en la garganta, pero la dejó viva.
La tragedia parecía despejada, pero la anciana denunció el hecho y Bernardo fue detenido y puesto en libertad a la espera de juicio. Fue la perdición para Cecilia. Bernardo volvió a casa de Cecilia y acabó con ella de otra puñalada. Fue la perdición para él porque al final fue declarado culpable y condenado a la cárcel. Una condena de 17 años y nueve meses fue la sentencia en la que se tomaron como atenuantes las adicciones del condenado.
Bernardo Montoya salió de prisión tras cumplir, otra condena, esta vez de dos años y diez meses por dos robos con violencia. De hecho, en uno de ellos una mujer le acusó de haber intentado violarla.
Bernardo Montoya, de aspecto rudo, intimidante, llevaba apenas dos meses en libertad tras cumplir dos condenas, según consta en los registros penitenciarios. La primera fue por matar en 1995 a una anciana de 82 años en Cortegana, a la que abordó en su casa asestándole varias puñaladas. El caso lo instruyó un juzgado de Aracena. Meses después de cumplir esta condena, ingresó de nuevo en prisión por dos robos con violencia.
Se da la circunstancia de que Bernardo Montoya es hermano gemelo de Luciano, quien despertó las primeras sospechas en relación con el asesinato, aunque fue descartado por los investigadores ya que este segundo estaba el día 12 de diciembre, cuando desaparece Laura, interno en la prisión de Ocaña (Toledo) por el asesinato de otra mujer. Luciano obtuvo un permiso, pero fue el lunes.
En estos dos meses una presencia llegó nueva al pueblo de El Campillo. Llegó, Laura, una joven de 26 años con toda la vida por delante y con la ilusión de enseñar. Había recorrido media España para lograrlo. Laura era consciente de que ese vecino la miraba constantemente, la observaba, casi la vigilaba. Se lo comunicó en su última conversación a su novio Teófilo. Trágica premonición.
Con ojos llorosos, Manuel Montoya, padre del detenido como sospechoso de la muerte de la zamorana de 26 años, mostró sus condolencias a la familia de la fallecida lamentando la tragedia.
“Que le acompañe el sentimiento a toda la familia, y si mi hijo lo ha hecho que lo pague”, señalaba Manuel Montoya. También lo hizo su hijo tras cambiar de declaración.
En España no hay listas públicas de asesinos y agresores sexuales –como ocurre, por ejemplo en EEUU- para que todo el mundo sepa donde viven. De haberlo sabido, seguro que Laura no se habr quedado ni un minuto más en esa casa. Tampoco los vecinos de El Campillo (al menos eso es lo que siempre han mantenido) tenían noticias de que Bernardo Montoya se había vuelto a instalar en esa casa, propiedad del padre del asesino.