El asesino confeso de Laura Luelmo permanece en la cárcel de Sevilla II, en la localidad sevillana de Morón de la Frontera, aislado en el módulo que alberga a los presos más peligrosos. Bernardo Montoya pasa todo el día en su celda, salvo cuatro horas que puede salir al patio, solo acompañado de un funcionario por su seguridad. Sin embargo, cada vez que lo hace el resto de presos lo abuchean y le gritan desde las ventanas y ha decidido renunciar a esas cuatro horas de patio.
Montoya ya ha pasado por el equipo técnico, compuesto por un jurista, un psicólogo, un educador y un trabajador social, que evalúa a cada preso en su ingreso. Durante el recorrido por la galería hasta el lugar de la entrevista, los presos le volvieron a increpar.
En las cárceles, los presos suelen hacérselo pasar mal a los agresores sexuales. Por eso, Montoya permanece aislado del resto de presos.
Los funcionarios de prisiones aseguran que no muestra arrepentimiento y mantienen una actitud “desafiante y distante”. Conoce muy bien la cárcel y sabe qué puede y qué no puede hacer. “Si nos considerarán agentes de la autoridad, Montoya seguiría en la cárcel por haber agredido hasta tres compañeros y hoy Laura cenaría en su casa”, han asegurado los funcionarios.