Nació de forma prematura, con 23 semanas y un peso de tan solo 760 gramos. Entonces, los pronósticos respecto a su supervivencia no eran nada optimistas, pero gracias a la inestimable labor médica, el pequeño, de nombre Leighton logró aferrarse a la vida y sobrevivir.
“Estaba aterrorizada”, asegura ahora su madre, Bree Viner, residente en Perth, Australia, consciente de la difícil situación en la que se encontraba el bebé.
“Sentía que si le tocaba estaba a punto de romperle. Era tan pequeño y tan frágil…”, relata, en declaraciones de las que se hace eco Daily Mail, rememorando el duro momento que afortunadamente ya ha dejado atrás.
Todo acabó con un final feliz. Y fue así porque los médicos decidieron meterle en una bolsa de plástico llena de oxígeno para ayudar a sus pequeñísimos pulmones.
El procedimiento, que es parte de una tecnología aplicada a bebés prematuros, no estaba exento de riesgo y podía suponer problemas a largo plazo para el pequeño. No obstante, y tras las correspondientes advertencias efectuadas por el personal sanitario, contó con el beneplácito de los padres para ponerlo en práctica.
Afortunadamente, todo fue bien, y ahora los padres comparten felices desde las redes sociales sus instantáneas junto al pequeño, que está sano y tiene ya ocho meses.
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