Con la llegada del verano se elevan las temperaturas, la luz del sol es más intensa y la vegetación está más seca. Todo ello, sumado al viento y a la falta de lluvia, hace que el riesgo de incendios esté en su índice más elevado y por ello se activan restricciones.
Los agentes medioambientales vigilan en todo momento cualquier indicio susceptible de ocasionar un incendio. La previsión es la clave, algo que llevó a una reducción del 49% de los incendios de 2018 respecto a 2017. Y, con previsión, podemos conocer el estado del monte al que vayamos a disfrutar.