Andrei Talpis, de 57 años, un inmigrante moldavo que vivía en Italia, mató a su hijo de 19 años, Ion, durante una pelea familiar en noviembre de 2013. Talpis estaba golpeando a su esposa, Elizaveta, cuando Ion intervino para proteger a su madre. Talpis lo apuñaló y le quitó la vida, según informa La Republicca
Talpis fue declarado culpable de asesinato y condenado a cadena perpetua en 2015. Si bien la ley italiana no suele exigir penas de cadena perpetua por asesinato, el código penal las pide en los casos en que un padre mata a su hijo. La sentencia de cadena perpetua fue confirmada por un tribunal de apelaciones en 2016.
Pero cuando el caso de Talpis llegó a la Corte Suprema de Italia, los jueces dictaminaron que la norma que prescribe una sentencia de cadena perpetua por el asesinato de su propio hijo no puede aplicarse al caso de Talpis porque los hijos adoptivos no cuentan como "descendientes”, según el código penal del país.
El código penal de Italia, que data de los años treinta, simplemente no considera a los niños adoptados y biológicos como iguales. Y aunque la ley civil italiana se modernizó en los años ochenta y confiere el mismo estatus a los niños adoptados, ese estatus no se extiende a los casos penales, que están sujetos al código penal.