¿Crece la aporofobia? Sí, y el perfil es el de jóvenes menores de 25
Florencia Micaela
06/11/201814:47 h.Vagabundo quemado o apaleado hasta la muerte. No es la primera vez que oímos un titular de este tipo. Como los insultos a la caravana que se dirige en busca de un sueño a EEUU. Todo puede tener una explicación más allá del egoísmo propio de unos tiempos marcados por la recesión económica. La palabra que define estos sentimientos fue acuñada por la filósofa española Adela Cortina hace más de 20 años y elegida como palabra del año en 2017 por la Fundéu. Su significado es de bien conocido por todos, aunque el término que lo define por muy pocos. Así que, que no te extrañe si no la conocías. Hablamos de la palabra ‘aporofobia
Del griego ‘áporos’ (pobre, sin recuros) y fobia (miedo, rechazo) nace el neologismo aporofobia, que hace alusión al rechazo al pobre, al más desfavorecido, al que no tiene recursos. Curiosamente, esta idea ya fue descrita por el gran filósofo Adam Smith, quien dedicó un capítulo entero a esta cuestión en su libro Teoría de los sentimientos morales. En él afirma que la corrupción del carácter consiste en admirar a los ricos y despreciar a los pobres, en lugar de admirar a los sabios y buenas personas y despreciar a los estúpidos.
Datos deplorables
El Observatorio Hatento, cuyo objetivo es generar conocimiento y tener datos reales de las personas sin hogar, indica que un 47% de las personas sin hogar han sido víctimas de al menos un delito de odio por aporofobia. El mismo estudio señala que una de cada tres personas ha sufrido algún tipo de agresión mientras que una de cada cinco ha sido agredida físicamente. El 19% verbalizan haber sufrido agresión sexual, según el Observatorio.
Más datos revelan que las mujeres sin hogar presentan un mayor grado de vulnerabilidad, 60,4%, frente al 44,1% de los hombres. Según el estudio, el perfil del agresor es un varón joven de entre 18 y 25 años que está de fiesta. "Nadie está en la calle porque quiere". Así de tajante arrancó Laura López, Técnica de Voluntariado, Participación y Formación Externa en Fundación Rais, en la plenaria sobre Violencia por Aporofobia y exclusión social del II Foro Mundial sobre las Violencias Urbanas y la Educación para la Convivencia y Paz. Laura presentó a una exvíctima –llamémosla X– quien habló de la situación que vivió en la calle y, lo que es peor, fuera de ella. A X no le molestaba tanto los golpes que recibía como las miradas que recibía cada vez que pasaba por el supermercado o por cualquier otro sitio. “No olvido las miradas”, relata conmocionado.
Pero, ¿cuál es la causa de la aporofobia?
Básicamente este mal tiene su raíz en “la pésima educación, en la falsa creencia de la existencia del supremacismo”, señala Emilio Martínez, Catedrático y profesor de la Universidad de Murcia. Esto junto al miedo al fracaso y a la competencia dan como resultado una persona aporófoba. “Somos sensibles a los extraños en general, y a los que pudieran hacernos daño en particular”, reconoce el profesor. Cortina afirma que nuestro cerebro es naturalmente aporófobo.
Sin embargo, hay que señalar que en ocasiones confundimos la xenofobia con la aporofobia. “No se rechaza al extranjero por ser extranjero, sino por ser pobre”, sentencia Carlos Giménez, catedrático de Antropología de la Universidad Autónoma de Madrid. Las razones políticas y económicas tienen mucho peso en esta cuestión. "Odiar al pobre da mucho rédito, se necesita al enemigo, es algo funcional", matiza. “Basta decir que eres de Nigeria que parece que dices mucho". ¿Prejuicios? A la orden del día. "La cuestión es de clase, no solo de cultura".
Educar en valores, clave
Y hasta aquí, solo nos queda preguntarnos: ¿Y qué debemos hacer? Javier Moliner Gargallo, Presidente de la Diputación de Castellón, lo tiene claro. Todo parte de la educación en valores. Darío Pérez Madera, Jefe del Departamento de SAMUR Social y Atención a Personas sin Hogar destaca la necesidad del trabajo en red para combatir la aporofobia. Habla de cuatro fases: seguimiento, sensibilización, identificación de los delitos y denunciar. Por eso, como diría Adela Cortina, “una sociedad que se defina como democrática no puede rechazar a la persona pobre”.