Ana Julia Quezada, una vampira emocional que destrozó la vida de sus parejas

  • Los guardias civiles que la investigaron han desgranado el perfil de la asesina confesa de Gabriel

  • Sus actos la definen como 'fría, calculadora, celosa, posesiva, manipuladora y sin empatía'

  • Todos sus movimientos estaban dirigidos "sobre todo, por el interés económico"

Fría, calculadora, celosa, posesiva, sin empatía y con capacidad para manipular emocionalmente a quienes tiene alrededor. Así es Ana Julia Quezada, asesina confesa del pequeño Gabriel Cruz. Lo atestigua detalladamente el guardia civil que investigó su pasado en Burgos, donde llegó en 1992, con 19 años, desde su República Dominicana natal.

Todas las entrevistas realizadas “coincidían” en ello, en esa frialdad con la que calculaba sus movimientos, los cuales estaban dirigidos “sobre todo por el interés económico”. Ese era el eje que movía sus acciones, y no importaba la crueldad que tuviese que emplear para ejecutarlas.

Una madre que “nunca llegó a comportarse como tal”

Miguel Ángel fue su primer marido. Le había tocado la lotería en 2004 y “estuvo con él hasta que se le acabó el dinero en 2009. Luego, sencillamente, lo dejó”. Es el padre de su hija Judith, quien en declaraciones durante el juicio ha afirmado que su madre “nunca llegó a comportarse como tal”, y que, antes de los hechos, su relación con Ana Julia “era escasa, y después de lo ocurrido ninguna”. No quiere ni escuchar su voz, ha dicho, denunciando que cuando saltó a la luz la noticia sobre la desaparición del pequeño Gabriel ella estaba “hecha polvo por un niño que no conocía de nada”, mientras su madre le “hablaba de su tipito; de que iba al gimnasio”.

Esa es Ana Julia Quezada. La misma que cuando conducía su vehículo con el cadáver de Gabriel en el maletero pronunciaba en voz alta: “No querían ‘pececito’, pues van a tenerlo por mis cojones”. Sus palabras, tan crueles como sus actos, fueron grabadas por los micrófonos instalados en el coche durante el seguimiento de los agentes de la UCO, que iban detrás de ella. Para entonces su detención era ya cuestión de minutos, y, por mucho que se dijese a sí misma “tranquila, Ana, que no vas a ir a la cárcel” mientras desenterraba a Gabriel para meterlo en el maletero, lo que se dirime ahora en el juicio es si se convertirá en la primera mujer en ser condenada a prisión permanente revisable en nuestro país.

Miguel Ángel, con quien Judith vive desde los 14 años, llegó a ser denunciado y condenado por violencia de género. Estaba citado también a declarar, pero finalmente todas las partes han renunciado a realizarle preguntas.

Robó pertenencias de una expareja fallecida e intentó quedarse con su dinero

Tal como han explicado agentes de la Guardia Civil durante la sesión del juicio de este miércoles, Ana Julia también tuvo una pareja en Burgos 16 años mayor que ella. Tenía problemas de alcoholismo y falleció por un cáncer. “La hija del hombre nos dijo que ella le incentivaba a beber”, han contado las autoridades, añadiendo que Ana Julia Quezada, al morir éste, le robó algunas pertenencias, según lo que relataron sus hijos, que apuntaban a la ambición de la dominicana de quedarse con su dinero.

“Todos nos decían que había estado con sus parejas por dinero”, han recalcado.

Sergio, la expareja a la que intentó inculpar en la muerte de Gabriel

Durante los primeros días en la búsqueda de Gabriel, Ana Julia se esforzó en impedir que el padre del pequeño, Ángel, hablase ante los medios. Como parte de una argucia que también le salió mal, decía que él se encontraba muy afectado y que era ella quien hablaba con los guardias. Prácticamente, asumió la portavocía de la familia para enterarse de todos los detalles. Intentaba dirigir la investigación desde el primer momento, pero los agentes, desde muy pronto también, empezaron a sospechar de ella. Su primer gran error fue poner una camiseta de Gabriel en el monte. La utilizó como una pista falsa, y no la puso en un sitio al azar: la colocó en las inmediaciones de la casa de otra de sus expareja, Sergio, con el objetivo de incriminarle. Todas sus declaraciones le mencionaban como posible persona involucrada en los hechos. Tanto es así que llegó a decir que odiaba a los niños, intentó que los investigadores se fijasen en la camioneta blanca que conducía e instó a su propia hija, Judith, a que hablase mal de él a los psicólogos de la familia.

No tenía remordimientos. Quería incriminarle. “He ido a hacer una búsqueda a un sitio donde iba mi expareja y me he encontrado la camiseta”, le dijo a los agentes, que precisan que “la zona no era otra que precisamente el domicilio de Sergio”.

Ana Julia cometió un error tras otro. También “perdió dos veces el móvil”, lo que incrementó todavía más todas las sospechas.

Ángel, el padre de Gabriel

La última pareja que fue víctima de Ana Julia Quezada fue él: Ángel Cruz, el padre de Gabriel. Se conocieron en la Nochevieja de 2016 y casi un año después, en septiembre de 2017, iniciaron la convivencia, compartiendo domicilio en Vícar, Almería. Apenas cinco meses después le destrozó la vida arrebatándole a su hijo. Fue el 27 de febrero en Níjar. Ana Julia le golpeó contra el suelo y después, habiéndolo noqueado, le asfixió con una agresividad extrema. Tanta que las heridas que le dejó en la boca y la nariz parecían más golpes. El pequeño no pudo oponer resistencia. No tenía restos de defensa en sus uñas. Así lo refiere la autopsia, que sostiene que los golpes no se justifican en el homicidio imprudente que Ana Julia quiere hacer ver. Ella insiste en que le mató de forma accidental, que le tapó “la boca y la nariz” porque Gabriel, –con quien por otro lado ha dicho que tenía buena relación–, empezó a insultarla, llamándola “negra”, “fea”, diciéndole “no quiero que me mandes, no eres mi madre, quiero que mi padre vuelva con mi madre”. Ella ha manifestado en el juicio que “solo quería callarle”, pero como todos sus pasos durante la investigación, sus alegatos tampoco se sostienen. Por más sollozos, por más ruegos de perdón mirando a cámara al dirigirse hacia su expareja y padre del niño, Ángel, todos sus “no lo recuerdo”, todas sus contradicciones, toda su premeditación, todos sus actos… apuntan en la misma dirección. Ana Julia cometió un crimen atroz, terrible y monstruoso; uno que conmocionó a toda España, que ahora, con este juicio, vuelve a revivir todo el dolor.