Ana Julia llegaba preparada para escuchar las palabras que marcarán su destino. Los padres de Gabriel Cruz, Patricia y Ángel, arropados, querían estar presentes en la sala. Allí han escuchado el veredicto: “Culpable del hecho delictivo de quitar la vida voluntariamente a Gabriel Cruz Ramírez de forma sorpresiva y repentina sin posibilidad de defensa y reacción por parte del menor”. Culpable de asesinato con alevosía por unanimidad.
Ana Julia ni siquiera ha pestañeado al escucharlo. Los nueve del jurado no la creyeron cuando entre sollozos intentaba defender un homicidio imprudente.
No colaboró ni tuvo un arrebato, –los dos atenuantes–, pero sí agravan la pena el parentesco, el abuso de confianza y de superioridad: “El niño medía 1.30 metros y pesaba 24 kilos”.
Los jurados han descrito los episodios más crueles: “Le propinó diversos cortes con un hacha”, relataban.
Ana Julia realizó 11 días de simulacro, de falta de arrepentimiento; de no tener piedad con los padres de Gabriel. Sus lágrimas no convencieron al jurado. Es culpable, además, de dos delitos de lesiones psíquicas y contra la integridad moral de Ángel y Patricia.