El 39 % de las parejas heterosexuales y el 60 % de las homosexuales se conocieron en Internet en 2017, según un estudio de los sociólogos Michael Rosenfeld y Sonia Hause, de la Universidad de Standford. Adolescentes, veinteañeros, una generación que ha nacido móvil en mano desentrenados en la experiencia de intercambiar miradas en un bar de esquina buscan las relaciones 3.0. También los que rozan los 50 o más, porque las nuevas agencias matrimoniales están en internet. Tinder acapara una buena parte del mercado, con más de cuatro millones de usuarios, pero también está Tastebuds.fm, que considera los gustos musicales, Hater, que reúne a los que odian; beautiful people, solo para los y las guapas, luxy, para los desparejados pero con pasta. Soraya Calvo González, sexóloga y doctora en Ciencias de la Educación de la UniOvi, en Asturias advierte sobre la existencia de tantos canales.
"Da igual que existan vías si no somos capaces de generar habilidades comunicativas. La existencia de canales de comunicación alternativos al presencial crean ilusiones de conexión que, finalmente, pueden no ser satisfactorias para muchas personas. También es importante señalar que para muchos estos espacios se convierten en lugares de "simulación" y prueba que ayudan a superar pequeñas barreras y a probar, de una forma segura, cosas que da miedo probar en el cara a cara. En definitiva, que los espacios de conexión hayan aumentado no quieren decir que las conexiones sean significativas ni relevantes.
El escenario en el que nos escondemos con un nombre inventado y una identidad falsa es esta realidad paralela de canales que conforman redes sociales, aplicaciones para ligar, Facebook, WhastApp, que están afectando "las relaciones de pareja", espacios en los que hacemos guiños a nuestras inseguridades buscando reafirmación y también control, como explican las investigadoras Tania Rodríguez Salazar y Zeyda Rodríguez Morales, de la Universidad de Guadalajara, en México.
"Las tecnologías comunicativas están afectando las relaciones de pareja y todos sus correlatos: el cortejo, el ligue casual, la comunicación afectiva, la búsqueda de reconocimiento público, la sociabilidad romántica o sexual, entre muchas otras cosas". (..) "Las fotos de pareja, al igual que la publicación del estatus sentimental, son una forma de hacer pública la relación, de buscar reconocimiento para la misma. Estas fotos están sujetas al escrutinio del otro, los pares y los adultos que forman parte de esas redes o que acceden a ese contenido a partir de conversaciones cotidianas sobre lo publicado. Para los jóvenes un 'me gusta' o los comentarios positivos en una de sus publicaciones de Facebook son signos de aprobación de sus contactos, sean familiares, amigos, pretendientes o conocidos."
La profesora e investigadora Calvo González coincide en que las relaciones amorosas en la sociedad líquida, al decir de Zygmunt Bauman, "son más complejas de gestionar", que se construyen y retransmiten en las redes sociales, expuestas a la vista de todos siguiendo "una lógica de mercado".
"Una parte importante de la construcción de las relaciones de pareja se hace a distancia y es retransmitida a través de las redes sociales, vinculándose a la identidad personal social de cada una de las personas que conforman el vínculo y, por tanto, incorporándose a la propia presencia digital. A su vez, estas parejas requieren una conexión y disponibilidad constante. Todo esto se resume en la idea de pareja ubicua", subraya.
"No podemos olvidar que los 'Me Gustas' (y las interacciones positivas en general) miden la salud en clave de popularidad y estatus social; y suponen una de las motivaciones esenciales, junto a la búsqueda de contacto íntimo y emocional, del uso de las tecnologías.
Las imágenes en redes sociales son el recuento, muchas veces en tiempo real de nuestra vida íntima. Fotos en la cama antes y después de, fotos en la discoteca, en el último viaje a París. ¿Cuánto de bueno o malo para las relaciones puede tener esta sobreexposición de nuestra vidas íntimas? Para las investigadores mexicanas y autoras de 'Nuevos escenarios digitales para el cortejo', esta exhibición puede llevar a escenarios de conflictos.
"Las fotos están involucradas en las narraciones de problemas de pareja de los jóvenes por el uso de redes sociales o mensajería instantánea. En ocasiones, las fotos, los 'likes' y los comentarios que las acompañan se usan para provocar celos, por un tercero o por los propios miembros de la pareja, y en otras, los celos emergen de forma inesperada e injustificada a partir de sobreinterpretaciones, o de manera justificada ante una falta de cálculo de que una situación se pudiera hacer pública en redes sociales. Las fotografías que causan intriga en uno de los miembros de la pareja conllevan a situaciones de cuestionamiento, conflicto o sospechas".
Convertidos en analfabetos emocionales andamos a la caza de una oferta del amor en el mercado virtual. A golpe de clic elegimos bolso, trabajo, pero también pareja, ligue en una instantaneidad que tiene poco de duradero y estable.
"Las relaciones más que consensuadas son monetizadas, y están supeditadas a los beneficios que aporten en el día a día. No existen los largos plazos, al igual que tampoco lo existen en el mercado de trabajo: todo es renovable semanalmente, y las parejas van fluyendo en torno a las ciudades en movimiento y sus cambios sociales y económicos. (...) Lejos de entender que las relaciones son el producto de la implicación y el cuidado mutuo, el amor líquido dibuja un panorama ciertamente desalentador
La libertad entendida como la alternativa posmoderna y valorizada ante el compromiso es otro de los términos básicos incluidos en el gran concepto de amor líquido. Esa libertad, asumida desde la perspectiva de lo mercantilista, alude al derecho propio de consumo individualista, sin tener en cuenta las repercusiones de ese consumo en el plano natural o social. En nombre de esa libertad se renuncia a la seguridad y al colectivismo, así como se legitima el desarraigo afectivo".
"Llegamos aquí por una escasa (casi nula) educación sexual, tanto desde el punto de vista no formal como el formal, explica Calvo Gónzalez, que aclara que no alude a los genitales, ni a prevenir embarazos y/o infecciones, sino "a los procesos por los cuales las personas interaccionamos con las demás y con nosotras mismas desde una identidad sexual que nos sitúa en un mundo global".
"En esas interacciones entran en juego aspectos relacionados con lo físico, lo emocional y lo social, así como dimensiones que van desde la reproducción, lo lúdico y lo relacional. En definitiva, la educación sexual pretende que nos entendamos, que nos conozcamos y que convivamos. Esta educación sexual debe, sin duda, atender a los nuevos rasgos del modelo comunicativo digital como requisito imprescindible para atender a las relaciones afectivas establecidas entre las personas en las redes".