Los agricultores denuncian, una vez más, los bajos precios que les pagan por sus productos. Ajos, cerezas, nectarinas o champiñones, son muchas las frutas y verduras que tienen unos precios sobredimensionados con respecto al coste. Un dinero que, en cualquier caso, nunca llega a los trabajadores del campo.
Por ello, cada vez es más difícil vivir del campo. “El consumidor paga un precio razonable. El agricultor trabajando, trabajando, se va arruinando”, asegura un agricultor. Ellos son los que empiezan la cadena y los que menos reciben.
La comparación entre lo que perciben y lo que paga el consumidor es desorbitada. En el caso de las lechuga, un 670% más en el supermercado; el ajo negro, hasta un 650%; y el albaricoque, un 400%.
Encarece el producto los gastos de quien las vende, pero son las grandes cadenas de distribución quienes marcan las reglas al final. A ellos les echan las culpas los agricultores quienes, además, exigen una legislación que acabe con lo que consideran un abuso.