Agresiones, acoso sexual, la situación de las mujeres que tienen que dormir en las calles con sus hijos
Desde el Ayuntamiento de Madrid ofrecieron espacios inhabitables o en los que no se habían completado los trámites
Comunidad de Madrid: "ni está ni se la espera", dice la abogada coordinadora de barrios
En el caso de las personas solicitantes de protección internacional dar cobijo es un mandato legal
Sully lleva desde el mediodía esperando a que desde el Samur social le den una respuesta, seis horas en las que esta institución ha permanecido en silencio, con ella y con el resto de familias con niños que están en la calle en busca de asilo. Ella vino a España para mejorar su situación, “creía que íbamos a encontrar algo mejor pero no fue así”.
No vino sola, vinieron siete personas, cuatro de ellos menores. Entre los adultos dos mujeres, una de ellas casada con un hombre que también se encuentra hoy aquí. El más pequeño de los menores, un bebé de 20 meses, no tiene ni dos años pero ya ha dormido en la calle; los demás, tienen 6, 11 y 16 años.
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Esta familia solo pide que sus hijos puedan dormir en el suelo del edificio, bajo un techo en noches en las que las temperaturas bajan hasta los 4º y a muchas de ellas les acompañan las lluvias. Sin embargo, les han dicho que tendrán que esperar hasta mañana. Sully no conoce a nadie en España y su situación tampoco le permite volver a su país.
Otra de las personas que se encuentra a la espera de un techo bajo el que dormir esta noche habla con Informativos Telecinco, prefiere que no se le vea la cara. Tuvo que huir de su país, Colombia, por un problema familiar tras el que su vida cuenta, corría peligro. Vino con sus hijos, y es la primera vez que se ve en una situación semejante. Lleva encima mantas, prendas de abrigo, pero sabe que no es suficiente para dar cobijo a los menores. Pide que ellos puedan dormir más cómodos, aunque ella tenga que dormir fuera.
Esta situación no es un hecho aislado, se lleva prolongando desde hace un año, cuando familias con niños comenzaron a dormir en las calles de Madrid. Tal es la precariedad de la situación y la insuficiente ayuda que se ofrece por parte de las instituciones madrileñas que son los vecinos del barrio los que muchas veces se encargan de ayudar a las familias.
Una de las mujeres que acude durante la tarde trae varias bolsas de comida para las personas que están esperando. Estas personas ya la conocen, lleva viniendo desde hace un mes a traer comida, nos cuenta que a ella “no le sobra” pero que ver la situación que sufren los niños le hace hacer un sobreesfuerzo para ayudar con lo que puede. Trae café y leche por las mañanas y para las comidas sopa, lentejas, también para los más pequeños alimentos como yogures.
Otras personas incluso acogen a la gente que se queda esa noche sin techo. Nos lo cuenta una de las mujeres que acude para apoyar a estas familias, ella misma ha acogido a algunas de estas personas ciertas noches, “para que no pasen frío”, al menos, dice. La acogida de otros vecinos va más allá, algunos de ellos han llegado a acoger familias por un período de 20 días.
Desde la Red Solidaria de Acogida, Ana Zamora aclara hoy quienes son las personas que viven esta dura situación. Se trata de personas solicitantes de protección internacional, a los que, pese a la ley, los sistemas públicos no les están dando cobijo. Muchos de ellos tienen cita pendiente o incluso la entrevista hecha, pero mientras que se llevan a cabo los trámites, no disponen de recursos para vivir bajo un techo.
Ana nos cuenta que desde que ha llegado ha contabilizado a 14 menores esperando a las puertas del Samur social, que solo ha dado respuesta cuando han llegado las cámaras de distintos medios. La verja se abre cuando aparecen las cámaras, a pesar de que durante todo el día han dicho que no tenían plazas, y no es la primera vez.
Ana cuenta que en ocasiones a última hora se encuentra alguna plaza en albergues de la red municipal o en edificios de la red de acogida, pero que muchas otras veces no. Es entonces cuando de no estar las cámaras estas personas tienen que dormir en la calle, sin embargo, apuntan desde esta red solidaria, que cuando hay medios de comunicación el Ayuntamiento de Madrid hace un esfuerzo.
Desde el punto de vista de la legalidad, Patricia Fernández, abogada coordinadora de barrios, apunta que dar cobijo es un mandato legal y ético. Muchas veces el cobijo tiene que venir por parte de los vecinos y de las parroquias, cuando legalmente, debería venir de las instituciones. Fernández cuenta que se han vivido situaciones realmente duras en las calles, muchas de las mujeres que se encuentran solas con niños, han sufrido agresiones y acoso sexual al tener que dormir sin techo. Duermen en los cajeros de los bancos, en las escaleras de algunos portales, bajo soportales cuando llueve, o a la intemperie.
La letrada señala directamente al ministerio de trabajo, migraciones y seguridad social, al Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad. Desde este ministerio apunta a que las trabas vienen desde el aspecto burocrático, con gran cantidad de trámites, que terminan prolongándose en el tiempo.
El Ayuntamiento de Madrid, por su parte, alegó que esta situación iba a ser una prioridad, sin embargo, desde que llegaron al gobierno no se ha abordado el tema de forma efectiva. Patricia cuenta que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, habilitó varios espacios, sin embargo solo uno de ellos era habitable. El resto o eran inhabitables o no tenían los trámites hechos, dice “no queremos una política de gestos, queremos que dé respuestas a la necesidades”.
Respecto a la actuación de la Comunidad de Madrid, Patricia dice que “ni está ni se la espera”. Desde el año 2015, la falta de cobijo en la comunidad no ha hecho más que aumentar, hace más de cuatro años. Alegan que desde entonces, no han dado ningún tipo de respuesta a las personas refugiadas.
Por hoy, estas personas dormirán bajo techo, ya que tras la llegada de las cámaras han tratado de dar una respuesta a las necesidades de las personas solicitantes de protección internacional. Sin embargo, mañana no saben que pasará, una incertidumbre palpable en el ambiente, en el que algunas de estas personas, con hasta bebés de un año, llevaban esperando dos días.