¿Por qué los adolescentes siguen haciendo botellones en plena segunda ola de coronavirus? Las imágenes irritan a una sociedad que no entiende lo que pasa. Pero Javier Urra tiene claves para entenderlo. Los jóvenes necesitan ver el sufrimiento y el coronavirus ha sido la tragedia convertida en fiesta, de los aplausos, de los supervivientes. Poco se ha visto de la tragedia, de la muerte, pocos ataúdes han salido en las televisiones. El dolor no se ha visto. Y los jóvenes necesitan verlo como pasó con las torres gemelas.
Necesitan ver esa muerte, como se presenta ya en las campañas de Sanidad y necesitan que los que admiran les digan que ser prudente es ser valiente y que no serlo es ser egoísta. Y España debe acabar con esa cultura del alcohol con la que tan permisivos somos. Que genera violencia, abusos y accidentes de coche, mientras la sociedad mira para otro lado. La droga nos preocupa más. Y la cultura del alcohol se ve en la pandemia de covid19. Es el medio para socializar, algo que los adolescentes necesitan más que nadie.
La adolescencia se comprende como el periodo de crecimiento y desarrollo humano que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años, según recoge la OMS. La pandemia de coronavirus ha cambiado la normalidad para todo el mundo, pero los adolescentes apenas lo notan. El doctor en psicología y doctor en ciencias de la salud y profesor de pedagogía terapéutica, Javier Urra, ha publicado su nuevo libro 'Déjame en paz... y dame la paga en el que habla con conocimiento de causa desde su experiencia clínica sobre cómo transitar por la adolescencia de nuestra hija o hijo.
Los adolescentes "han demostrado en la época del confinamiento ternura y capacidad para ponerse en el lugar de los padres cuando estos estaban con miedo, ansiedad, angustia o dificultades económicas", según comenta Urra a Informativos Telecinco. "La mayoría de los adolescentes son responsables, por lo general, pero no a las dos de la madrugada tomando copas, eso es imposible. Cuando quieren estar en contacto o tener relaciones sexuales, pedirles distancia es complicado", explica el doctor.
"Han vivido bien el confinamiento, porque lo que precisan es quedar con sus iguales, con sus amigos. Como sabían que los amigos no salían, se comunicaban con ellos en la Red. No tenían mayor problema. ¿Qué ha pasado después? Les han dicho que pueden salir en verano, pero que tengan seguridad", añade.
"Les es muy difícil valorar el riesgo. Es una de las características de los adolescentes. También les cuesta anticipar el futuro, pensar que pueden ser un vector de transmisión para los abuelos... es una elaboración que a un adolescente no le es tán fácil. Tampoco hemos educado a los adolescentes y a los niños en ponerse en el lugar de los demás, con lo cual ahora les cuesta mucho ponerse en lugar de los mayores y vulnerables. No les hemos enseñado a saber qué es la compasión o anteponer el 'tú' al 'yo'", destaca el experto.
"Los adolescentes viven de su entorno. Lo que pasa en el mundo no es tan esencial para ellos. Lo esencial son los amigos que tienen. Van al colegio, al instituto, a la universidad, van a poder quedar el fin de semana... Los adolescentes se plantean qué van a hacer en sus días libres, el resto lo escucha y lo ve, aunque también se preocupan de los problemas económicos que transmiten los padres", aclara.
"Los adolescentes no respetan la cuarentena porque se ha hecho de una tragedia una fiesta. Hay numerosas personas que han perdido a una madre, en una residencia, por ejemplo, y han visto numerosos féretros y coches en los crematorios. Esas situaciones no se han visto. Claro, al no verlo, el Gobierno se ha visto obligado a sacar algún tipo de información para alertar de que esto no es una broma, como hizo en su momento la DGT. Se habla de datos de fallecimientos, pero no se ha visto una traqueotomia, no se ha visto sufrimiento y dolor. Por ejemplo, las Torres Gemelas están en la mente de todos porque vimos cómo colapsaron, eso es imborrable. Pero si nos hubieran dicho, las torres gemelas han caído, eso se hubiera olvidado", expresa el doctor Urra.
"Se les ha hurtado parte del sufrimiento a los adolescentes al no haber visto las situaciones reales que se dan. Uno, porque los gobiernos tienden a no implicarse ni generar morbo. Dos, porque la sociedad no quiere hablar de la muerte y tres, porque ha habido un problema gravísimo y ético, y es que ha afectado principalmete a los mayores. Los adolescentes no han sido conscientes de lo que pasa, por lo que, al no verse implicados, no se preocupan tanto por cuidarse. Han salido del confinamiento en verano, es muy difícil que se pongan en aislamiento. Además, estamos ante una sociedad donde hay una cierta hipocresía. Hay padres asustados que les da miedo que el hijo acuda al instituto por si se contagia, pero están encantados los dos meses en los que le ven con otros 40 adolescentes en las piscinas jugando", señala el experto.
El otro elemento clave es el distanciamiento de la muerte. "El término muerte es común entre la adolescencia, pero sin valor de la realidad. Un joven no cree que la muerte le puede acechar. Ni lo temen ni lo creen. Si luego un amigo tiene un accidente de tráfico o una enfermedad y fallece, se quedan perplejos. Porque no es propio de esa edad morir. Pueden hablar frases hechas: "Eso está de muerte". Pero no tienen la experiencia de las personas que han perdido alguien y han pasado meses y años sin volverle a ver. Eso no es una teoría, es una realidad que se constata", apostilla Urra.
El adolescente es del paso al acto. Dar un beso, coger un coche y arrancarlo... son de impulsos. "Pasan fácilmente al acto. Es una de sus características, son explosivos, pasionales, emocionales, les es muy difícil valorar pros y contras. Un adulto valora tanto las cosas que normalmente no hace nada, los adolescentes lo hacen casi todo. Si tienen un grupo de amigos que les jadea hacen lo más impensable, lo que les importa es la presión del grupo, es lo esencial para un adolescente", cuenta el experto en psicología y Ciencias de la Salud.
"La campaña que ha hecho el Gobierno de que esto no es una broma, ni un juego, y sacan la imagen de chicos jugando y luego un féretro, va en la buena línea. Además, me parece bien que los influencers, que son influencia para los adolescentes, a los que ven, transmitan. Pero también deben hacerlo Gasol, Nadal o Carlos Sainz, además de artistas o músicos, gente que ellos valoran, para que les digan, oye hay que vivir, pero la prudencia es una prueba de valentía. Lo otro es una prueba de estupidez y egoísmo. Con frases directas se llega a los adolescentes. Es hablarles uno a uno mirándole a los ojos, y ahí entran", opina Urra.
La sociedad es, según Urra, en parte responsable de la apuesta de los jóvenes por el botellón como medio de diversión. No se fomentan alternativas. Urra habla de una cultura del alcohol mientras la sociedad mira para otro lado. A la sociedad le preocupa más las drogas, pero tras el alcohol encontramos violencia de género, accidentes de tráfico y violencia y se está generalizando entre los jóvenes. Hay que ser duros y poner multas al consumo en menores de 18, ser estrictos y tajantes en ello, y no se hace. "Las chicas dan una tasa de consumo de alcohol mayor que los chicos los últimos meses, pero consumen por igual. Sin embargo, el problema lo plantearía en qué oferta estamos ofreciendo a los adolescentes. Al final es que tengan que ir a hacer botellón", apunta el doctor.
"Podríamos ofrecer alternativas como campamentos, hacer una obra de teatro... no hay oferta. No hay un medio de comunicación para los jóvenes. Yo ofrecí hacerlo en televisión con el apoyo de Unicef y Emilio Aragón. Debemos hacer un programa de jóvenes para jóvenes, con contenido que les interese. Antes había numerosos campos de fútbol, de rugby, o de muchas otras actividades. Hoy en día casi todo ha desaparecido", destaca Urra. Y luego está la falta de horarios, que parece que si un joven no sale hasta la madrugada no sale. "Ya no se imponen horarios a los jóvenes y es necesario", precisa.
Urra dijo lo mismo en el Congreso de los Diputados porque nos enfrentamos ante un problema añadido. El que no bebe no encaja. "Hay adolescentes que dicen "yo no quiero beber alcohol, pero es que si no bebo alcohol soy un raro, y si soy raro me marginan". No estamos ante un problema europeo, ni mediterráneo, es de España", afirma el experto.
Más allá del coronavirus, son muchos los problemas a los que se enfrentan los jóvenes mientras la sociedad mira para otro lado. La violencia machista está muy lejos de erradicarse, al revés. Un tercio de los jóvenes cree que los celos son una prueba inequívoca de amor, en lugar de pensar que es una patología o simple egoísmo.
Volvemos a los valores, a su falta de ellos. "Los celos no compaginan bien con la palabra amor. Son inseguridad y posesión. Es querer mantener lo que uno cree que puede perder, algo terrible del ser humano", comenta el experto. Y es que el 21% de las adolescentes ha sufrido violencia de control de pareja o expareja en los últimos doce meses. El 96% de los adolescentes de quince a diecinueve años sostienen que nunca ha tenido una pareja como tal. Ante esa falta de valores tampoco importa agredir a los padres. Lo han hecho, demostrado por vía judicial, 5.055 jóvenes en España.
Y luego está su situación viral. La adolescencia alargada. "Muchos jóvenes -de 27 años, por ejemplo- tienen que vivir con sus padres, no tienen costos y se les trata como un adolescente, pero no es un niño. Eso es un problema realmente de España, no de los países nórdicos ni de Estados Unidos. Se ha acortado el tiempo de infancia, craso error, y se ha alargado el tiempo de adolescencia, craso error también. Son temas esenciales", señala Urra.
Tampoco hay que olvidar la dependencia respecto a la tecnología: el 80% de adolescentes utiliza a diario la red —primordialmente para enviar y recibir correos electrónicos, así como para participar en redes sociales—. Un 13% muestran una clara dependencia comportamental en su empleo. Un 23%, una conducta abusiva.
Los adolescentes estiman la familia como lo más importante en el 80%, y los amigos, en un 60%. Un trato "alegre, respetuoso, de aprecio, de estima, de reconocimiento, sin duda ayuda", y mucho. Además, no deberíamos hablar de adolescente problemático, sino de familia con problemas.
"La mayoría de los hogares son un lugar muy agradable, donde la gente vuelve a casa después de estudiar o trabajar y se siente cómodo y puede estar. La inmensa mayoría son una gozada, lo cual no quiere decir que no haya conflictos o discusiones, naturalmente es parte de la vida. Luego hay hogares donde hay niños que son maltratados. El abuso sexual de la infancia es mucho más sórdido y callado o difícil que aflore", concluye el experto.