Jeanne Calment llegó a vivir 122 años y 164 días. Su récord de longevidad, basado en fuentes fiables, es extraordinario. Mucho más tras conocer el resultado de un estudio realizado por investigadores australianos en el que se concluye que los seres humanos estamos programados para vivir unos 38 años pero a los avances médicos, los cambios en los estilos de vida y una mayor higiene han logrado triplicarlo ampliamente. La evidencia la han hallado en el ADN, algo que parece no haber cambiado desde que dejamos de caminar a cuatro patas y bajamos de los árboles para conquistar la Tierra.

Para llegar a esta conclusión, los genetistas de la Agencia Nacional de Ciencia de Australia han creado un reloj de vida útil de las especies. El estudio del ADN a través de este procedimiento les ha permitido establecer las edades de vida útil de humanos, simios o incluso ballenas, según informa RT citando al Daily Mail.

Este reloj epigenético observa un proceso químico que ocurre en el interior del ADN conocido como 'metilación' que activa o desactiva los genes. Desde hace años ya conocía la potencia de este proceso para determinar la edad biológica de los seres vivos pero lo que han logrado los científicos australianos es interpretar los datos y convertirlos en años útiles.

El mecanismo, básicamente lo que observa es el número de metilaciones que se acumulan en genes específicos y que permiten conocer la edad en el momento de la muerte.

La precisión de este mecanismo genético ha llevado a descubrimientos sorprendentes. Un ejemplo de ello es la edad de la ballena de Groenlandia, el mamífero más longevo de la Tierra, que puede vivir durante 268 años, casi 60 años más de lo que se creía anteriormente.

El estudio de la longevidad humana sigue hallando espacios en blanco que necesitan ser completados mediante trabajos científicos de amplia base. Algunos de los que ha sido publicados han levantado más críticas que alabanzas. Es el caso del realizado por un equipo de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York. En sus conclusiones aseguraban que los humanos ya hemos llegado al tope de nuestra esperanza de vida fijada en 115 años, según informaba The New York Times.

Lo que la investigación ya tiene acreditado es que la mortalidad humana es elevada en la infancia, disminuye durante los primeros años de vida, en la treintena vuelve a subir y se dispara a partir de los 70. Pero a partir de los 90 años se observa un cambio.

Esta rareza es la que observaron investigadores de la Universidad de Roma que confrontaron partidas de nacimiento y defunción para tratar de encontrar un patrón de vida. Ellos descubrieron que llegados a determinada edad, en torno a los 90 años, la mortalidad se estanca y se mantiene durante un tiempo en el que empieza a descender mínimamente.

Según el diario neoyorquino algunos científicos creen que este estancamiento y ligero descenso podría deberse a que las personas con genes más débiles son las que van falleciendo antes con el paso de los años y que los más longevos son aquellos con mayor resilencia.

Para científicos como Siegfried Hekimi, biólogo de la Universidad McGill, en Canadá, otra forma de explicar esta longevidad es que la ralentización de los errores en el ADN hace que los mecanismos biológicos para su reparación tengan más tiempo para ser eficaces y prolongar así la vida.