La Policía Local de Godella conocía bien a los padres de los pequeños asesinados en Valencia. El último encuentro fue provocado por la abuela de los pequeños, cuya preocupación era una constante viendo cómo vivían sus nietos.
El lunes, de hecho, la abuela materna discutió con su hija, la madre de Rachel de 5 meses y de Amiel, de tres años y medio y avisó a la policía. Dos patrullas de Godella y de Rocafort, acudieron a la casa que ocupaba la pareja y sus hijos y, según comunicado del Ayuntamiento de Godella, constataron que se trataba de una disputa generacional y que "tanto progenitories como menores se encontraban en buenas condiciones".
El miércoles, el mismo día en que se pudo cometer el doble crimen, la abuela volvió a alertar al Teléfono del Menor, que avisó a Servicios sociales, que a su vez contactaron con el centro de salud y el colegio de Rocafort, la localidad donde estaba escolarizado Amiel, pero al que no acudía desde finales de febrero. Era la segunda vez que se activaba el seguimiento a la familia. En 2016 se cerró el expediente abierto por problemas de convivencia. Entonces los presuntos parricidas ya tenían a Amiel.
La pareja no quería ayuda, ni ir a vivir con la familia (el padre no se llevaba especialmente bien con ella, según los amigos cercanos), ni quería dejarse ayudar con los dos niños. Nada. Creían en su modo de vida y a él arrastraron a sus pequeños hasta acabar en un trágico final. La insalubridad del sitio donde vivían y las malas condiciones que sufrían los niños no le sirvieron a la abuela para quedarse con la custodia. El último encontronazo alteró como nunca a la abuela que pensó que su hija pudiera quitarse la vida. No pensó entonces que decidiera acabar con la de sus nietos, como presuntamente ha sucedido.
Los servicios sociales de Godella conocían a la pareja, pero con su marcha a Rocafort perdieron el contacto. Lo cierto es que tanto como la abuela como los amigos sembraron las alertas porque no veían cómo unos niños tan pequeños podían vivir en un lugar sin luz ni agua.
Los amigos de la pareja no entienden cómo María, a la que pese a todo consideraban una madraza, ha sido detenida por el presunto asesinato de sus propios hijos. Su marido tiene más fama de violento, pero ella no. Con trabajos temporales de barrendera o jardinera, mientras que su marido trabajaba de pinche intentaban sacar a la familia adelante.
Pero no eran trabajos fijos porque los padres se consideraban antisistema. Lo que ahora se va descubriendo es una pareja inestable, dada a creencias cercanas al ocultismo. Una mezcla explosiva si se junta con las drogas.