La Cumbre del Clima de Madrid cierra este viernes sus puertas. Han sido 11 días de mensajes y propuestas contra el cambio climático que están provocando lo que ya se conoce como ecoansiedad. Se trata de "un temor crónico de un cataclismo ambiental", un estrés causado por "observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y una preocupación por el futuro de uno mismo, de los niños y las generaciones futuras", según describe la Asociación Estadounidense de Psicología. Es un síntoma que mezcla miedo y obligación y que se agudiza con un horizonte cada vez más próximo de no retorno.
Las advertencia están calando en la ciudadanía: cambios en las formas de vida y transporte, impuestos para paliar los efectos de nuestro desprecio medioambiental, zonas de costa inundadas por unos mares que crecen sin parar por el deshielo de los polos calentados en exceso por el efecto invernadero. Mares colapsados por plásticos que ya están presentes en nuestros organismos que respiran un aire cargado de partículas cancerígenas. Toda una amenaza para los seres vivos y el planeta en general.
Frente a las advertencias, los ciudadanos están tomando medidas que suponen un cambio radical en nuestras formas de consumir y producir. Tratamos de ser más eficientes en el gasto energético reduciendo nuestro consumo de luz y gas así como el de agua, bolsas de plástico o combustibles fósiles sustituyendo el transporte privado por el público u optando por alternativas como el vehículo eléctrico o las bicicletas.
La concienciación llega también sustituir alimentos procesados por otros ecológicos y de temporada. Se apuesta por potenciar el reciclado de materiales y abandonar el consumo exacerbado de materias primas. Las iniciativas también pasan por dejar de comprar productos envasados para reducir el consumo de plásticos.
Las empresas también se están embarcando en esta lucha para salvar el planeta y, por lo tanto también sufren esta ecoansiedad por ser capaces de evitar este punto de no retorno medioambiental.
Todas estas iniciativas de carácter personal o empresarial coinciden con otras desarrolladas por gobiernos y organismos internacionales como la descarbonización, la apuesta por las energías verdes, el fin de los coches movidos por energías fósiles o la gestión sostenible de los recursos naturales.
Para los que piensan que la lucha contra el cambio climático es algo que no les incumbe ya sea porque no creen que esté ocurriendo o porque les pilla mayores o demasiados jóvenes, la realidad también juega en su contra ya que las agendas estatales y fiscales de muchos países ya se han puesto a funcionar para lograr detener el desastre anunciado de un planeta perdido.
Recientemente, la Comisión Europea hacía públicos los resultados del Eurobarómetro según el cual, nueve de cada diez encuestados en España considera que se trata de un problema "extremadamente serio".
Esta especial sensibilidad hace que un 79 % de los encuestados españoles afirmen haber tomado medidas para combatir el cambio climático en los últimos seis meses, una proporción que es casi veinte puntos superior a la media europea (60 %).
Aunque haya voces que creen absurdo luchar contra el cambio climático, una gran mayoría de los españoles --el 95 %-- considera importante que el Gobierno establezca objetivos para aumentar la proporción de energía procedente de fuentes renovables para 2030 y un 92 % cree está a favor de dar ayudas para mejorar la eficiencia energética ese mismo año.
A pesar de este amplio apoyo, España se mantiene a la cola de los Veintiocho Estados miembro de la UE en recaudación por impuestos ambientales, solo por delante de Suecia, Alemania, Francia, Bélgica y Luxemburgo, según el Instituto de Estudios Económicos a partir del 'Environmental tax revenues' de Eurostat.
Entre estos destacan, sobre todo, los que recaen sobre la energía, cuya recaudación supone, en promedio, un 4,7 por ciento sobre el total de ingresos fiscales, junto con los impuestos sobre el transporte, que recaudan una media del 1,2 por ciento.
Según el IEE, la UE está apostando por potenciar la contribución de los impuestos medioambientales al conjunto de ingresos fiscales, para lograr una mayor eficiencia en la utilización de los recursos.
La nueva Comisión Europea presidida por Ursula von der Leyen hizo pública esta semana parte de su denominado 'Pacto Verde' por el que aspira a movilizar 100.000 millones de euros en siete años para financiar la transición climática. La propuesta ya ha sido rechazada por España que considera insuficiente los compromisos europeos para el cambio climático.
Este apoyo a las políticas medioambientales las vivirán en primera persona los estudiantes españoles de Primaria y Secundaria. El Gobierno en funciones a través de su Portavoz y ministra de Educación en funciones, Isabel Celaá ha recordado que el desarrollo sostenible y la "sensibilidad medioambiental" serán contenidos obligatorios y transversales en el currículo escolar si prospera la reforma educativa elaborada por su Ministerio.
Pero los psicólogos creen que los niños y adolescente viven con excesiva angustia este "apocalipsis climático" que provoca en ellos síntomas similares a la ansiedad en los que la relación entre un futuro sin esperanzas y la muerte queda demasiado explicitada.
Por ello aconsejan a padres y educadores que aborden los problemas medioambientales y la lucha climática sin caer en extremismos y huyendo de catastrofismos que lleven a la extinción del planeta y la vida que sustenta. Porque un niño o un estudiante de secundaria ante la visión de un mundo que se muere se preguntará por la necesidad futura de estudiar o trabajar.
Se trata de afrontar verdades difíciles con palabras sencillas que incidan más en la esperanza de una humanidad que lucha por salvar el planeta que en la fatalidad de un apocalipsis climático. Y todo ello enseñándoles con el ejemplo los principios de esa defensa que pasa por el consumo responsable, el reciclado y el respeto por el medio ambiente y la ecodiversidad.