El también prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos ha hecho estas consideraciones durante la misa celebrada en la Catedral Primada de Toledo, con motivo del 50 aniversario de la fundación de "Manos Unidas", de la que ha dicho que surgió hace 50 años "como realidad concreta y viva de Dios".
Monseñor Cañizares ha recordado "las situaciones de injusticia que la Iglesia denuncia: la insolidaridad, la exclusión de tantos hermanos, el individualismo, el egoísmo narcisista, el fraude, la lucha de intereses propios, la destrucción del ambiente, la esquilmación egoísta de los recursos, el olvido y la marginación, el olvido del hombre y el no poner a cada ser humano, cada persona, en el centro de nuestras atenciones".
Y, entre las situaciones de injusticia del mundo actual, se ha referido a "la negación o privación de la vida, el no respeto y cuidado de ella desde su concepción hasta su muerte, la prepotencia del fuerte y de los poderes de este mundo frente a la debilidad e indefensión del frágil o del que está sin fuerzas por el sufrimiento del hambre, de la enfermedad, del maltrato y tantas otras cosas y actitudes".
Todo esto, ha señalado, rompe el proyecto de Dios para el hombre, "que es el proyecto común de que todo hombre sea amado por sí mismo: un solo mundo, un solo hogar, una sola familia, una ciudad para todos, un gran techo común, una sola cosa entre todos los hombres y todos los pueblos".
Y en este sentido se ha referido a la reciente visita a España del secretario de Estado de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, cuyo discurso es "válido para todos", ha dicho, porque "abre un gran horizonte de esperanza de una sociedad nueva, de una humanidad nueva, de una nueva civilización".
Sobre Manos Unidas, ha indicado que nació "para estrechar lazos" y que son "manos abiertas para compartir, manos generosas para tenderlas en ayuda, manos trabajadoras para hacer fructificar la tierra que dé pan para todos".
"De que entendamos y vivamos esto dependerá la vida de millones y millones de hombres y mujeres de los países del hambre y el futuro de las generaciones venideras de los países desarrollados", ha reflexionado el cardenal, para quien "sin esto estamos abocados a la muerte y a la desesperanza".