El aislamiento, el rechazo y las burlas son las formas de violencia escolar más frecuente que sufren los niños y niñas con discapacidad en España. Lo ha constatado un estudio de la ONCE y del CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad) y lo confirman los testimonios de miles de menores que sufren acoso escolar a diario por ser "diferentes".
Más de la cuarta parte del alumnado con discapacidad (32,7%) asegura sentirse siempre aislado, rechazado o excluido por el resto de compañeros. El 27,5% ha confesado, además, ser objeto de burlas constantes.
"Te acostumbras a vivir con ello y acabas normalizando el acoso", asegura Belén, una joven de 21 años, ciega de nacimiento, que reconoce haber sufrido bullying desde el primer día de colegio. "Muy pronto descubrí que el recreo iba a ser la asignatura más difícil que iba a tener que superar", comenta resignada. "Mi colegio era inclusivo y siempre estaba sola, no tenía amigos, no jugaba con nadie, cada vez que me acercaba a un grupo de gente me echaban o me daba a entender que yo no era bienvenida".
Lo más duro vino a partir de los 8, explica Belén, "yo era la más vulnerable, la más débil de la clase y mis compañeros, especialmente las chicas, empezaron a meterse conmigo a todas horas", relata, "eran tonterías, pero que iban minando mi autoestima, me tiraban gomitas al pelo y decían que eran liendres, me movían las cosas de sitio, me las escondían, me dejaban en ridículo por mi incapacidad de ver siempre que podían, se reían de mi en el comedor, en clase de baile...", recuerda.
"Empecé a creer que era culpa mía y que por ser ciega estaba condenada a ser la rara, la diferente, la tonta, para superar la etapa escolar necesité la ayuda de muchos psicólogos, y no sé si aun he conseguido superarlo", reconoce.
Algo parecido sufrió Ignacio Pantoja, un joven con un diagnóstico tardío dentro del aspecto autista, que relata cómo sus compañeros de clase le pegaban, le escupían y le insultaban porque sus comportamientos eran diferentes a los de los demás. "En la ESO y en Bachillerato he visto y vivido cosas realmente espantosas. Tengo 36 años y aún tengo pesadillas", asegura Ignacio.
Graduado en Biología, con máster en Ciencias y con un expediente académico laureado, reconoce que la violencia física acabó cuando llegó a la Universidad, pero no la verbal, ni tampoco la discriminación. "Mis compañeros me decían que no me acercara a ellos porque no querían tener trato con gente subnormal", recuerda angustiado. "Eso te deja un daño irreparable".
"Nuestro testimonio es el de muchos niños que ahora sufren lo mismo pero que no se atreven a hablar", apostilla Belén. "Nos aislan, nos rechazan, nos dejan solos y esto hay que pararlo", concluye.
Ambos han participado este jueves en una webinar impulsada por el CERMI que ha puesto el foco en el acoso escolar como factor de soledad en los menores con discapacidad.
En este encuentro virtual se ha recordado que 6 de cada 10 víctimas de este acoso lo ha sufrido durante años, por lo que estas situaciones se cronifican y acaban "normalizándose" por las propias víctimas.
Solo la mitad de los jóvenes acosados optan por contárselo a otras personas y por pedir ayuda, generalmente a sus progenitores. "Por eso es fundamental que haya protocolos en los centros, que se tenga en cuenta la voz de los niños y las niñas, que haya una sensibilización social sobre este tema para evitar que se repita", asegura Ricardo Ibarra, de la Plataforma de la Infancia, que apunta una noticia optimista: la creación de una nueva figura en los colegios, la del coordinador de bienestar y protección, una figura de referencia para los pequeños acosados, contemplada en la nueva Ley de Violencia infantil.
"En la escuela pasan muchas cosas importantes que nos afectan el resto de nuestra existencia, aprendemos a sumar, a restar, a leer, pero también a formar parte de un grupo, a relacionarlos", recuerda Jesús Martín Blanco, delegado del CERMI para los Derechos Humanos y la Convención Internacional de la Discapacidad, "¿pero qué pasa cuando un niño o una niña tienen un cuerpo o una forma de relacionar, de entender, de sentir, de oir, que no se ajusta con el canon de normalidad extendido?", se pregunta Martín, "pues que en muchas ocasiones se produce ese rechazo que avoca a una soledad forzada".
Rechazamos lo que desconocemos. "Ese el primer objetivo a batir, la ignorancia que hay en relación con las personas con discapacidad", apunta Carmen Jáudenes, de la Comisión de Educación Inclusiva del CERMI. "El combate a la soledad, al acoso, a la violencia empieza por luchar contra el desconocimiento", insiste, por eso es imprescindible "promover recursos orientados a los profesionales, a las familias, a los centros, para dotarles de las armas necesarias para luchar contra esa lacra que es el acoso y que afecta a los más vulnerables".
"Necesitamos que los centros escolares sean espacios sanos", sin "rechazo, acoso y violencia", pide Jáudenes. Además, avisa de que el acoso no solo se da en las aulas, sino en otros entornos informales dentro del colegio. También alerta de la especial exposición a la "discriminación" y las "dificultades de participación" que sufre el alumnado con discapacidad, por las "barreras físicas, de comunicación y mentales".
"La buena noticia es que la escuela puede ser transformadora de la sociedad", indica, "estamos a tiempo de inculcar a los niños los valores esenciales de convivencia, que aprendan que todos somos importantes y que todos somos necesarios", sentencia.
"Tenemos el diagnóstico, que es la soledad", apostilla Jesús Martín Blanco. "Los síntomas, que son la tristeza y una autopercepción distorsionada de uno mismo. Las causas, que son las barreras incapacitantes a las que se enfrentan los niños, pero se nos olvida lo más importante y es que también tenemos la vacuna desde 2008 y no es otra que la Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad".
"No perdamos tiempo, e inoculemos a toda la comunidad educativa los antígenos más poderosos que no son otros que los derechos humanos. La soledad en las escuelas se combate con convivencia y la convivencia solo existe con un derecho a la inclusión pleno", concluye Martín Blanco.