El hospital Infanta Elena de Valdemoro queda al borde de un descampado que se pierde en el horizonte mesetario. Un paisaje tan alejado en geografía y espíritu de la Wuhan china que hace un año nadie podía imaginar que se vería desbordado en tan sólo una semana por el foco explosivo de coronavirus que estalló en el centro de mayores de esta localidad a 30 kilómetros de Madrid.
No se lo podía imaginar Gonzalo -86 años bien llevados- cuando empezó a sentirse mal: “El 20 de febrero yo me fui al médico de cabecera y me dijo que esto era una gripe. Unos días después me vio otro y me recetó un jarabe”, recuerda mientras deambula por el hoy solitario parque Duque de Ahumada donde se encuentra el centro municipal de mayores que sigue cerrado un año después.
No se lo podía imaginar María, médica en el hospital de Valdemoro: “Todos lo veíamos como lejos. El lunes 2 de marzo nos informaron del primer positivo, pero tampoco éramos conscientes de lo que se nos venía encima”. Todo cambió una semana después: “Cuando me fui el viernes, teníamos cuatro pacientes en UCI y otros 16 en planta. Pero ese fin de semana nos explotó. Al volver el lunes 9, ya eran 50 o 60. Fue un tsunami”.
No se lo podía imaginar el alcalde de Valdemoro, Sergio Parra. “¿De todos los sitios va a tocar aquí?”, repite recordando la incredulidad de aquellos momentos: “Fueron días de tensión y desconcierto. Fue muy duro ver cómo estaba Valdemoro, que el hospital se estaba colapsando".
No se lo podían imaginar Jesús, voluntario de ajedrez en el centro de mayores. Pasó una semana con fiebre en casa sin querer ir al médico –“en febrero, toda la gente mayor pasa la gripe, ¿no?”, dice Mari, su mujer. Hasta que una amiga de la familia les llamó desde el centro de mayores preguntándoles por su padre. Había otros casos como el suyo, dijo. El 2 de marzo ingresó en el hospital de Valdemoro. Seis días después, para liberar camas, le trasladaron al de Móstoles. Pasó cuatro semanas hospitalizado.
No se lo podía imaginar Héctor cuando el jueves 5 de marzo llevaron a su padre al hospital “porque había pasado una mala noche y se encontraba fatigado”. Pensaron que sería un episodio momentáneo de hipertensión, como en ocasiones anteriores. A sus 81 años, Julio era una persona “muy activa, muy deportista”, aficionado a largas caminatas y visitante habitual del centro de mayores de Valdemoro.
“En el hospital nos dijeron: le dejamos ingresado y mañana por la mañana venís a recogerle”, recuerda. “Al día siguiente me presenté a primera hora y ya fue cuando saltó todo el tema este. Me dijeron: no puedes pasar. Ha habido casos de covid, estamos haciendo pruebas a todos los pacientes para aislarlos. Y ahí ya fue cuando estalló todo”.
La tarde anterior, el jueves 5 de marzo, había fallecido una persona de 76 años que también frecuentaba el centro de mayores de Valdemoro. Fue la segunda muerte por covid en Madrid y la cuarta en España. Otras 16 personas habían dado positivo, cuatro de ellas estaban en la UCI. Estas cifras apenas eran el pico visible de una explosión que venía gestándose desde tiempo atrás.
“Todo esto empezó con un viaje en febrero a Italia e algunas personas que venían por aquí”, dice Gonzalo, un habitual del centro. “No se sabe por dónde pudo llegar, todo son rumores”, zanja el alcalde. “Salud Pública no estaba preparada para investigar los contactos estrechos”. La Dirección General de Salud Pública de Madrid no ha respondido a las preguntas de NIUS sobre lo ocurrido aquellos días en Valdemoro.
Nadie encajó el puzle de lo que parecían catarros y gripes invernales de gente mayor sin una aparente conexión entre sí. Nadie conectó la línea de puntos hasta que llegaron los primeros casos graves al hospital. Los leves se quedaban en casa o no pasaban del médico de familia hasta que los síntomas empeoraban súbitamente y les costaba respirar.
"Todo el mundo pensaba que esto era un catarro, los médicos no lo relacionaban con China. Al final yo mismo fui al hospital y allí me preguntaron si iba al centro de mayores”, recuerda Gonzalo. Allí le confirmaron que tenía una enfermedad que hasta entonces sólo había visto en las noticias sobre China: covid-19.
Fue el 1 de marzo cuando en el hospital detectaron su primer positivo, pero aún se tardaría 72 horas en vincular todos estos casos aislados con el centro municipal de mayores de Valdemoro. “Hasta la tarde del 4 de marzo no tenemos el primer caso que sale del centro, cuando una persona se pone mala, acude una ambulancia y se lo lleva al hospital”, recuerda el alcalde.
Cuenta que una hora avanzada de esa noche deciden que hay que cerrar el centro. Asó lo ordenó al día siguiente Salud Pública de Madrid. Fue tan repentino que nadie avisó al panadero. La imagen de la barras de pan abandonadas a la puerta del centro protagonizó los informativos del 6 de marzo.
Desde hacía días, el coronavirus se estaba propagando como una bomba invisible por Valdemoro. El centro de mayores actuó como centrifugador del contagio. Según fuentes del ayuntamiento, unos 3.000 inscritos acudían regularmente a este centro, el único de una localidad que rebasa los 80.000 habitantes.
“Los jueves con el bingo aquí se podían juntar 500 personas”, comenta Gonzalo. Una más de tantas actividades como las clases de guitarra, baile de salón, pilates, taichí, costura o informática que se desarrollaban en este centro de unos 2.400 metros cuadrados situado en el centro de Valdemoro. “Mis padres iban habitualmente al centro, unos días a comer, y mi madre creo que bailaba sevillanas”, cuenta Héctor.
El sábado, dos días después de ingresar, trasladaron a su padre al Hospital de Collado-Villalba porque el de Valdemoro empezaba a saturarse. Al hablar con otros familiares de enfermos se dio cuenta de que “todos venían de Valdemoro y todos tenían relación con el centro de mayores”.
Ese mismo día el coordinador de emergencias sanitarias, Fernando Simón, huyó de cualquier alarmismo porque “casi todos los casos están asociados a grupos identificados”. Cuando una periodista le preguntó por la “avalancha” a la que se enfrentan los sanitarios en algunos hospitales, Simón replicó: “Si se fijan en los datos, quizá la palabra avalancha es un poco excesiva, tratar de magnificar algo con palabras que no se ajustan a los datos es un poco peligroso”. Los datos de ese día registraban 441 casos confirmados y 8 fallecimientos en todo España. Era el 7 de marzo.
María, especialista en el hospital de Valdemoro, recuerda la despreocupación que encontraba al hablar con compañeros de otros hospitales en esos primeros días: ”Seguían a lo suyo, con su actividad normal, como si no fuera con ellos, cuando en el nuestro ya estaba todo del revés”. Tampoco fue fácil que acogieran a sus enfermos en otros centros cuando se vieron sobrepasados. El de Valdemoro recurrió a otros hospitales públicos, como el de Collado-Villalba o Móstoles, gestionados por la misma compañía privada, Quirón Salud.
En esas primeras semanas de marzo, los casos covid devoraron con rapidez una tras otra el bajo y las dos plantas de este centro sanitario. “Habría más de 200 en un hospital que tenía, de entrada, ocho camas de UCI y unas 110 en planta”, precisa María. “Quedó el búnker de ginecología, totalmente aislado y limpio. El resto, todo era covid. Debía haber algunos que no fueran covid, claro, pero ya ni recuerdo dónde podían estar”. El escenario de guerra clínica se prolongó semanas. “Dabas un alta y entraba otro, otro alta, otro ingreso y así hasta la segunda semana de abril”, recuerda.
Nadie ofrece una cifra oficial del impacto en el centro de mayores. Algunos medios locales hablaban de 71 fallecidos y más de 200 contagios. Pero no está claro cuántos tienen relación con el brote o cuántos no han sido detectados porque fueron a otros hospitales. “En mayo nos informaron en el ayuntamiento de 70 fallecidos en todo Valdemoro, 41 en el centro de mayores y la residencia, a partir de ahí ya no tuvimos más datos”, cuenta Javier Carrillo, concejal de Más Madrid.
“No es que ocultásemos datos, es que no los teníamos”, dice el alcalde Sergio Parra, de Ciudadanos. Hicieron todo lo que estuvo en su mano y pidieron ayuda, asegura. El lunes 9 de marzo le llamó el ministro de Sanidad, Salvador Illa. ¿Y qué le dijo? “Que confiara en las instituciones sanitarias y en el Gobierno”.
La Fiscalía acaba de archivar la denuncia del concejal de Más Madrid por gestión negligente de otro de los brotes iniciales, el de la residencia de ancianos municipal de Valdemoro, Nuestra Señora del Rosario, gestionada por la empresa DomusVi. A diferencia del centro de mayores, la residencia está a unos 10 minutos caminando del hospital, pero en aquellos días la distancia fue insalvable. Entre la prosa de la Fiscalía se vislumbra el desbordamiento y la devastación de la primera ola.
En el pico de la pandemia, anota la fiscal, 37 ancianos fallecieron, la mayoría en la residencia, sólo 7 fueron derivados a un hospital. “Durante el punto más crítico de la crisis sanitaria, con la saturación del sistema de salud, las derivaciones hospitalarias de los residentes eran denegadas, pese a las solicitudes e intentos realizados desde la residencia”. La congestión de los servicios funerarios también provocó demoras en la retirada de los cuerpos “aún en estos casos el tiempo máximo que uno permaneció nunca superó las 30 horas”, anota la Fiscalía.
En la misma calle de la residencia, Héctor recuerda ahora en su casa las largas esperas, “a veces de más de un día”, a las puertas del Hospital de Collado-Villalba:
“Cuando podían los médicos salían y nos contaban, decían: 'Familiares de Julio Ruiz...'. Un día ya estaba fatal y nos dejaron entrar a verle. Nos pusieron muchísimas pegas, pero yo creo que le veían tan mal que, para que pudiésemos despedirnos, abrieron un poco la mano. Le vimos desde la puerta con equipos de protección, gafas, guantes... Ya apenas respiraba. Al menos pudimos despedirnos, los que vinieron después ya ni eso”.
Julio falleció en la madrugada del 16 de marzo. Hacía tan sólo unas horas que España había entrado en un estado de alarma y confinamiento estricto. Aquello era sólo el principio de la pesadilla. Vendrían los días y noches más duros y tristes de la pandemia. Y al menos otros 70.000 muertos.