Carmena rememora la noche de la matanza de Atocha 47 años después: “Siempre he tenido la sensación de que les debo algo”

  • La jueza jubilada, ex alcaldesa de Madrid, revive para Uppers 47 años después aquella fatídica noche de 1977

  • Salvó la vida por casualidad: en el último momento, cedió Atocha 55 a otros compañeros para que se reuniesen allí y ella se fue al número 49 de la misma calle

  • Aquella matanza a cargo de la extrema derecha conmocinó el país

Apenas diez minutos. Esa ventana de tiempo cambió la vida de Manuela Carmena. Era 1977, concretamente la noche del 24 de enero, el país vivía días de violencia intensa en las calles antes de llegar de verdad la ansiada democracia, y la entonces abogada laboralista de 33 años, que luego fue jueza y más tarde alcaldesa de Madrid, salvó la vida por un golpe de suerte. Cinco de sus compañeros no pueden decir lo mismo.

Sus nombres: Javier Sauquillo, Javier Benavides, Enrique Valdevira, Serafín Holgado y Ángel Rodríguez Leal. Lola González (abogada también y esposa de Sauquillo) sobrevivió de milagro tras un tiro a bocajarro en la mandíbula, pero arrastró secuelas psicológicas graves de por vida. La mala suerte de todos ellos: estar en el piso de Atocha 55, donde tenían una reunión, para ayudar a los barrios periféricos de la capital. Sus asesinos: un grupo de extrema derecha.

Aunque también hubo una consecuencia inesperada: miles de personas salieron a la calle dos días después para despedirlos y aquello cambió en buena parte la idea que se tenía de aquellos jóvenes rebeldes y clandestinos. “Vieron una izquierda organizada, emocionada, simpática, joven y llena de ilusión”, explica Manuela Carmena en el mercado madrileño de la Cebada, donde se acerca muchos sábados a vender juguetes y ropa de niños que confeccionan presos de Zapatelas, una ONG creada por ella y otras mujeres, firmes defensoras de la reinserción social.

Manuela enseña a una clienta las zapatillas bailarinas de bebé con las que empezaron. Y a otra las camisas de niños Mandela, hechas con telas africanas. Cuando ella viene venden más. También muestra las muñecas de ‘Las abogadas’ que acaban de crear, al hilo de la serie de televisión que ha traído de nuevo a la actualidad aquella negra noche en la que Paquita Sauquillo, Cristina Almeida (en Chile esos días) y ella misma pudieron haber muerto. “Era tan fácil que eso hubiese pasado”, explica Carmena con emoción. Todas ellas trabajaban cada día allí.

¿Qué pasó aquella noche?

Le preguntamos a Carmena si coincide el final de la serie con lo que pasó realmente. Dice que en parte sí, pero no todo. Y pasa a contarlo: “Ese día teníamos tres reuniones. Todos estábamos en el partido Comunista, que era ilegal aún pero que en aquel momento era enormemente atrayente para la gente joven porque planteaba la necesidad de la reconciliación nacional. Es decir, que era un partido con una visión absolutamente democrática que nada tenía que ver con el comunismo histórico. Cuando llegan las elecciones incluso se plantea el eurocomunismo y no el comunismo chapado a la antigua. Para que te hagas una idea, en el partido había en Madrid más de 150 abogados haciendo cosas por la comunidad: unos se dedicaban a hablar de los problemas de la profesión con el propio Colegio de Abogados, otros a las relaciones con Comisiones Obreras y había otro grupo que trabajaba en los barrios”.

Esa noche, en la calle Atocha, iban a coincidir dos de esos grupos: el del Colegio de Abogados, del que ella era responsable, y el de los barrios. “Yo había convocado a mi grupo en la calle Atocha 55, pero por la tarde me llamó el compañero que llevaba los barrios, Luis Javier Benavides, y me pidió que le cambiara porque no habían encontrado un sitio adecuado para reunirse. Me dijo ‘tú te marchas al 49 y nosotros nos quedamos en el 55’. Y así lo hice. Cogí mis cosas, porque trabajaba de normal en el 55, y me fui al 49. Seguramente ya me crucé con los asesinos, que estaban esperando en el piso de arriba, pero evidentemente no los vi”, continúa.

De modo que así lo hizo: esperó en el 49 a que llegase el resto de su grupo, que había quedado unos minutos después. “Estaba con José María Mohedano, otro abogado, y vimos que en el 55 empezaron a sonar muchas sirenas. La policía estaba en la puerta, pero no nos extrañó del todo porque era una pensión y otras veces habían venido por líos de robos, entonces pensamos en llamarles para asegurarnos que todo estaba bien. Al ver que no nos lo cogían, nos preocupamos. Salimos a la calle y los vecinos, que nos conocían y nos querían, nos dijeron: ‘oye, marchaos inmediatamente, que están matando a todos vuestros compañeros abogados’. Pero no nos fuimos y ya vimos todo lo que había pasado. Horrible. Eso es lo que realmente pasó”, zanja Carmena sobre la sucesión de hechos, ficcionados en parte en la serie.

El recuerdo de aquel día sigue muy vivo para ella. “Allí se quedaron personas increíbles. Se te queda una sensación de que te ha tocado el lado bueno. Imagínate: todas esas personas que tenían 22, 23, 24 ó 25 años y que se quedaron sin nada, su vida se acabó esa noche. Y sin embargo los demás seguimos, conquistamos la democracia; y ellos dejaron de vivir por un capricho absurdo de unos asesinos, por una salvajada. Siempre te dices: ¡dios mío, qué suerte tuve!’. Siempre he tenido la sensación de que debo algo a los que murieron”, explica.

El privilegio de envejecer

Para Carmena, la vida fue otra a partir de ese momento. Cuando una tragedia así te golpea en la juventud, la perspectiva cambia. “Cuando la gente te dice 'ay, que me hago viejo', yo siempre les digo que no me gusta hablar de la vejez en clave negativa. En esta sociedad estamos viviendo el privilegio del envejecimiento, el privilegio de la longevidad”, continúa.

“Quién nos iba a decir a nosotros, a aquellos chicos de veintitantos años, que algunos iban a quedarse aquella noche y otros íbamos a vivir hasta los 80. Viendo crecer a nuestros hijos, disfrutando de la democracia, teniendo nuestros proyectos. Es tan injusta la vida que siempre te queda la sensación de que se lo debes a ellos”, zanja con emoción.