Numerosos inmigrantes que sobreviven a las peligrosas travesías en cayucos llegan a nuestro país sin las mínimas nociones de nadar y con los traumas normales tras la arriesgada experiencia de intentar sobrevivir en un medio tan hostil como es el océano. Miedos que tratan de superar gracias a una ONG que les enseña a nadar y a reconciliarse con el mar.
En la arena reciben nociones básicas que les permitan desenvolverse en el mar que albergó su travesía. Hay quien temió por su vida y quien vio a otros pasajeros de su mismo cayuco fallecer en el intento.
Abdou es senegalés y aún menor de edad; al igual que Assane es hijo de pescadores: "Por eso sabía nadar…" Pero otros asumieron aún más riesgo. Es el caso de Usman: "Miedo, sí, mucho miedo…". Él llegó desde Mali y, aunque va a la playa pocas veces, se atreve a meterse en el agua. Haiji, de Senegal, confirma sus avances: "Yo aprendí a nadar aquí". Gracias a una estrategia que arranca siempre en la orilla.
Y para eso sirve el deporte y otras actividades que implican desenvoltura y ritmo. Tras la preparación, ya en el agua, los juegs continúan. Algunos mejorarán su nado, otros aprenderán a flotar e iniciarán, brazada a brazada, una nueva travesía para superar el trauma.
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