A María Guerrero la mirada le brilla cuando habla del origen de su proyecto. “Yo era abogada, pero colgué la toga porque quería hacer algo que ayudara a cambiar la realidad”
Ese afán y su amor a la música la llevó a dejarlo todo y poner rumbo a Venezuela. Quería conocer en vivo y en directo el método del maestro Abreu, un sistema de orquestas y coros infantiles y juveniles creado por el músico para conseguir, mediante valores y herramientas propios de la actividad orquestal, mejoras en la vida de sus compatriotas, especialmente de los barrios más menesterosos.
Allí María quedó fascinada por los logros e importó la idea a nuestro país.
“Nuestra misión es cambiar la realidad, generar oportunidades para la infancia y la juventud” nos describe María “y lo hacemos a través de la música porque la música nos permite trabajar con toda la persona: con nuestras emociones, con nuestra capacidad intelectual, con nuestra capacidad de trabajar en equipo”.
En Madrid, María creo la fundación “Acción social por la música” en 2013. En los inicios, sin apenas medios económicos, arrancaron con instrumentos de cartón.
Lo de menos era la melodía, se trataba entonces de que los niños y niñas se beneficiaran del trabajo en equipo “de esa decisión de varias personas que se unen para crear belleza”
Con los años, más de 1.000 niños y adultos se han beneficiado de la actividad de la fundación, que ha obtenido galardones como el Premio Emilio Castelar a la defensa de las libertades y el progreso en 2020 o, más recientemente, en 2023, el premio a la Innovación Social que otorga la Fundación la Caixa.
Algunas de las orquestas de “Acción social” han llevado su repertorio a lugares tan notables como el Teatro Real o el Auditorio Nacional, pero el espíritu sigue siendo el mismo, tan humilde como ambicioso a pie de aula. Lo comprobamos en el ensayo que reúne a niños y niñas de los colegios Manuel Azaña y Doctora de Alcalá, en Alcalá de Henares
Sus directores, Ana Belén Granados y Oscar Luis Campos, hablan maravillas de la actividad. “Es notable el compromiso que los niños adquieren por voluntad propia” nos cuenta Campos. “El aumento de autoestima es evidente”, afirma Belén Granados
Algunos de los protagonistas, chelo, viola o violín en mano, nos describen con sus propias palabras las maravillas que obra la música en su estado de ánimo. María Guerrero lo resume con el convencimiento de quien apuesta por emplear la música, en compañía, como una herramienta cargada de futuro
“En una orquesta todo el mundo es imprescindible. Y todo el mundo tiene que esforzarse al máximo. Y todos dependen, profundamente, los unos de los otros. La orquesta es un campo de ensayo de lo que es la humanidad compartida”.
Formar parte de una orquesta ayuda a todos a sentirse integrados, actuar ante el público les da seguridad y las melodías les abstraen de una realidad, a veces, demasiado difícil.
La fundación sigue la estela del maestro Abreu. Nacido en Valera (Venezuela) el 7 de mayo de 1939, el maestro José Antonio Abreu Anselmi fundó el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela en 1975. Acompañado por once músicos, formó orquestas y coros en todo el país, apostando por la enseñanza musical para transformar la vida de miles de niños y jóvenes, un modelo pedagógico y social hoy replicado en numerosos países.
Convencido de que la música es un camino de rescate y de oportunidades, José Antonio Abreu resumió así la metodología de trabajo del Sistema: “La pobreza material es superada por la riqueza espiritual que aporta la música. Una vez que el niño supera la pobreza material sustituida por la riqueza espiritual, al tomar un instrumento y haber iniciado sus clases de música, se encuentra completamente preparado para salir adelante y superar cualquier tipo de obstáculos, bien sean económicos o de índole social”.
Su legado se mantiene vivo a través de 1.680 orquestas y 1.300 coros en los que cerca de un millón de niños y jóvenes aprenden a hacer música y adquieren una profesión.
En el bienio 1993-1995, la Orquesta Nacional de Niños y Jóvenes de Venezuela, dirigida por Abreu, recibió el Premio Internacional de Música, concedido por la UNESCO y en noviembre de 1995 participó en el concierto de gala celebrado para conmemorar el cincuentenario de la fundación de la Organización.
El Sistema Nacional de Orquestas del maestro Abreu, galardonado en 2008 con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, inspiró experiencias similares en numerosos países de América Latina y otras regiones.
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