En 2022, se produjeron 1.042 siniestros mortales en las carreteras españolas donde fallecieron 1.145 personas y 4.008 resultaron heridas graves. Una mortalidad que aumenta en verano. Cada año, 300 niños acaban con secuelas graves. Como fue el caso de José, un niño de siete años que quedó en coma a causa de un accidente de tráfico. “Se llevó toda la parte del golpe”, aseguró su madre.
Pero los padres de José nunca perdieron la fe. Así se lo recordaban cada vez que decían su lema: “Nunca dejes de creer”. “Sentía que mi hijo estaba ahí y que tenía que traerlo de vuelta”. Tras mudarse a otra ciudad en busca de los mejores médicos, el pequeño volvió a abrir sus ojos.
Con tan solo siete años, José ha tenido que superar una difícil situación y por eso se ha convertido en “más que un superhéroe” para sus padres. “Ha recuperado su vida”, explica su madre con una expresión de felicidad en la cara. Gracias a su esperanza y fortaleza, hoy viven en Granada rodeados de sus seres queridos y de un detalle más importante: su sonrisa.
Ambos saben que tienen un camino largo por delante y muchas barreras que superar, pero ambos se sienten invencibles sabiendo que han podido conseguir lo que para muchos médicos parecía imposible.
Según la Dirección General de Tráfico, las carreteras convencionales siguen siendo las que más fallecidos registran. Respecto a 2019, han aumentado más los fallecidos en carretera convencional (+5 % ) que en autopista y autovía (+3 %). 833 personas murieron en accidentes de tráfico en vías convencionales (73 %) y 312 en autopista y autovía (27 %), de modo que de cada 4 fallecidos, 3 son en carretera convencional y 1 en autopista y autovía.
Cada año fallecen al menos 1.000 niños y otros 80.000 resultan heridos. Una situación que en el 75% de las muertes infantiles y el 90% de los daños graves se podrían haber evitado si los más pequeños hubieran viajado correctamente en el coche, en asientos especiales y con las medidas adecuadas.
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