Veterano científico, activista, divulgador, Fernando Valladares lleva toda la vida investigando, comunicando y movilizando sobre la crisis climática. Desde mucho antes de que hablásemos de ella como tal. Biólogo del CSIC y profesor en la Universidad Rey Juan Carlos, Valladares es un referente en el campo del medio ambiente desde hace décadas.
Ahora, a sus 58 años, publica "La Recivilización: Desafíos, zancadillas y motivaciones para arreglar el mundo" (Ediciones Destino), y se presenta como su primer libro. Llama la atención que sea el primero, después de décadas comunicando sobre el cambio climático en casi todos los formatos posibles. Por ahí comenzamos esta entrevista, en la que el científico evita el catastrofismo y hace una llamada a la acción.
Pregunta: ¿Por qué no te habías lanzado a un libro en solitario hasta ahora?
Respuesta: Tengo muchos libros y artículos científicos, y algún pequeño “escarceo” con la comunicación del cambio climático, como un libro reciente con otros autores sobre la salud planetaria. Pero como libro potente, este sería el primero. En él digiero material de muchas fuentes con las que estoy familiarizado, como la física, la química o la biología, pero también de la antropología, la filosofía o la psicología, en las que trato de sintetizar, aclarar. Es la primera vez que me embarco en estos campos, combinándolo con lo mío, que es la biología, los bichos, el cambio climático... Es un desafío. Me he metido en charcos en los que no soy especialista, pero que me parecen fundamentales para entender en lío en el que estamos.
P: Porque “el lío en el que estamos” afecta a todas las esferas de nuestra vida. En el libro planteas ocho desafíos concretos (sanitario, energético, político, social…) que tienen en común la crisis ambiental.
R: La crisis ambiental afecta a las desigualdades humanas, al sector energético, a la geopolítica y la invasión de Ucrania, a las leyes, a cómo se violentan los derechos humanos… Al final, desde el ámbito económico, jurídico, educativo, sanitario, geopolítico, estratégico, alimentario, todo se teje sobre una inestabilidad ambiental.
El problema último es una limitación de recursos: no hay agua, petróleo… Todo esto tiene un origen ambiental y empieza a complicarse en una red. ¡Pero hay que ver la red! Si no, nunca entenderemos cómo meterle mano. Es lo que intento hacer en el libro, pero sin apabullar, sin asustar.
P: Abogas por la "recivilización", por desmontar nuestro modelo socioeconómico, no seguir viviendo tal y como hemos llegado hasta aquí.
R: Tenemos un modo de vivir en el que hemos acordado de forma tácita muchas cosas, y es lo que nos ha llevado a donde estamos. Es absolutamente insostenible, y tarde o temprano va a colapsar. El título, y el espíritu del libro, anima a aprovechar esta coyuntura histórica, que asusta, para anticiparnos y 'recivilizarnos', es decir, reorganizar el modelo social, natural, sanitario, jurídico… Y eso trasciende al modelo socioeconómico, cambia la cosmovisión, nuestra relación con la naturaleza. Desde el Génesis, desde la Biblia, hemos puesto a los animales y plantas a nuestro servicio, y todo esto ha llegado el momento de revisarlo, porque es claramente insostenible.
Es como cuando vas al psicólogo. Lo primero que hace es que el problema aflore, que seas capaz de reconocerlo en voz alta. Hace que no esperes 15 años para abordar el problema. Pues de eso se trata, de reconocerlo y ver cómo lo abordamos. Cuando hablo de 8 desafíos, además de plantearlos, lo que digo es que no hablamos claro. ¿Por qué? Hablemos claro, aunque duela.
P: En el hemisferio norte, acabamos de vivir un año plagado de fenómenos extremos, un buen ejemplo de que dónde estamos y hacia dónde vamos. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, habla ya de "colapso climático". Y tú lo mencionas en el libro. "Tenemos una oportunidad histórica para evitar el colapso y encaminarnos hacia un mundo mejor. Hagámoslo". ¿Estamos tocando fondo?
R: Exacto, una de las cosas que digo es esa: aprovechemos este momento, en que estamos tocando fondo. Hemos traspasado 6 de los 9 límites planetarios, entramos en situaciones inseguras para la humanidad, hemos rebasado los límites de seguridad. Aprovechemos esto para repensar y salir de otra forma. ¡Si es que no somos ni sanos ni felices! El norte global tiene cada vez más problemas de salud mental y el sur global todavía sigue lidiando con problemas de salud física. Unos por otros, la inmensa mayoría de la humanidad no está bien. Entonces, ¿por qué afanarnos en este modelo?
Si estuviéramos en una gran bacanal en la que todos lo pasamos fenomenal, y los científicos nos dicen: "Mira, en 10 años estallará el planeta y moriremos todos". Tú dices: "Bueno, habremos sido felices". Pero es que no es el caso. Estamos ya sufriendo, cada vez hay mas sufrimiento.
P: Hablas de "repensarnos para seguir existiendo", de cambiar el modelo. ¿Ha llegado la hora del decrecimiento? ¿Toca decrecer ya de una vez?
R: Esa es una de las patas que toca el libro, una pata muy gorda es la económica. Al modelo socioeconómico hay que darle un buen meneo, por supuesto que no se puede seguir creciendo. El decrecimiento es algo ineludible, va a ocurrir. Y como especie sapiens que somos y con el conocimiento científico que tenemos, lo suyo es anticiparse y tomar medidas.
No es lo mismo darse un golpe con el coche a 120 km/hora que a 60. Y anticiparse es enfriar la economía, tomar medidas compensatorias para los sectores más agravados, ayudar a la transición en actividades económicas claramente lesivas para el medio ambiente y para todos... Es darle a la gente tiempo para que piense y se convierta en "prosumidores".
P: ¿Prosumidores? Explícanos este concepto...
R: Viene de las palabras producir y consumir. Cuando hablamos de enfriar la economía, hablamos de trabajar menos, producir menos, no sólo consumir menos. Los consumidores no somos los que vamos a salvar el mundo, sólo somos una parte. Si se siguen produciendo camisetas que se pueden vender a 1 euro, es un disparate. Y si yo voy a comprar y solo quiero dos, me tengo que llevar tres, porque siempre está lo del 3x2... Hay que enfriar la economía también desde la producción. El PIB tiene que decrecer. Hay que ver cómo, y cómo corregir los efectos negativos que pueda tener hacerlo, pero es a lo que hay que ir. Eso es pilotar la situación de emergencia en la que estamos. Lo demás es ponerte tiritas antes de darte el golpe con el coche a 160.
P: En la crisis climática, estamos llegando a muchos puntos de no retorno. ¿Toca adaptarse de forma urgente o todavía hay margen para tratar de mitigar?
R: Es que ya es inminente. Ahora hablamos de refugios climáticos, por ejemplo, en la ciudad de Barcelona, porque el calor ya mata. Bueno, bien, lo primero es sobrevivir a la ola de calor, pero en paralelo hay que tratar de que haya menos olas de calor. Tardaremos en verlo y nos va a costar hacerlo, pero hay una limitación al calor.
Adaptarnos se nos da súper bien. Somos una especie muy adaptable, pero hay un límite. Si no volvemos a trabajar dentro de los márgenes de seguridad del planeta, por mucho que nos adaptemos, la adaptación tiene un límite. Con el tiempo, si no cambias nada, se quedarán pequeños todos los mecanismos de adaptación, no será suficiente. Claro que hay que apostar por la adaptación, pero se trata de que haya margen de vivir para contarla.
P: En este momento, ya hay bastante concienciación con la crisis ambiental, pero falta acción. En el libro lo recalcas: "Parece que el momento de hacer frente al cambio climático, a la pérdida de biodiversidad y a todas las formas de contaminación que nos enferman no llega nunca". ¿Llegará esa acción de la mano de los jóvenes? Fueron un revulsivo, hace años, con el fenómeno Greta Thunberg.
R: De esto tenemos que salir juntos, debe haber una complicidad intergeneracional. En algunos momentos, el mensaje de los jóvenes ha sido desgarrador y nos ha hecho sentir vergüenza. Creo que ese papel lo siguen teniendo ellos. Pero me parece muy injusto pasarles la pelota, decirles: "os hemos dejado el planeta hecho una mierda, no lo hemos sabido hacer bien, ahora gestionarlo mejor vosotros". Nosotros no podemos escurrir el bulto. Los que aún estamos activos, y tenemos cierto grado de responsabilidad, tenemos que ser generosos para que ellos tomen más protagonismo en la toma de decisiones. Tenemos que empoderarles, que vayan entrando en estamentos de poder.
Los jóvenes siguen ahí, peleando, pero no puedes mantener la emergencia climática constantemente. Porque llega un momento en que la alarma de emergencia suena, pero ya no la oyes…
P: Quizá es un mecanismo de defensa. Cuando hablamos del cambio climático, ponemos distancia, como si no fuera con nosotros. ¿Por eso la alarma suena pero no la oímos?
R: Sí, hemos normalizado cosas porque parece que no van con nosotros. No nos damos cuenta de que esto nos está afectando ya. Es una de las cosas que intento transmitir en el libro.
Con esta pregunta me viene a la mente el tema del dolor físico. Cuando tú te haces daño, al principio te duele mucho pero, pasado un rato, tu umbral del dolor va subiendo. El mismo dolor lo toleras mejor, ya no te duele tanto. La gente que sufre de dolores crónicos, por ejemplo, se acaba acostumbrando. Pues también subes el umbral cuando ves que en Libia mueren miles de personas y que se podía haber evitado. Dices: "voy a tratar de que no me preocupe tanto". Son mecanismos naturales y biológicos para evitar el bloqueo.
P: Cada vez tenemos más alto el umbral con la crisis climática...
R: Claro. Hace 10 años, un 'Medicane' nos hubiera hecho no dormir por las noches. Ahora lo hemos tenido ahí, con la tormenta Daniel, y lo hemos normalizado. No puedes estar siempre abriendo la herida porque duele, es un mecanismo de defensa. Piensas: "¿Lo que acaba de ocurrir es la antesala del fin del mundo? No". Pero lo es, es la antesala de uno de los escenarios climáticos, bastante catastrófico, así que hagamos algo para que la frecuencia de estos eventos extremos vaya disminuyendo. Sabemos lo que hay que hacer, pero nos da un poco de pereza hacerlo, porque supone cambiar muchas cosas.
P: “Hay una idea que hay que tener clara desde el principio: si no mantenemos una naturaleza sana, enfermamos”, leemos en el libro. Hay que cambiar la relación con la naturaleza pero ya, casi, por puro egoísmo, por pura supervivencia...
R: Exacto. Esa tensión entre el 'yo' y el 'todos' la abordo muchas veces, entre el individuo y lo colectivo. Hay que rescatar la dimensión social que tenemos en lo biológico, porque de esto no salimos solos. Pero hay que cuidarse a uno mismo también. La situación es muy negativa pero hay que salir del bloqueo, no queremos individuos bloqueados.
P: ¿Hay lugar para el optimismo todavía? En el libro lo hay.
R: El optimismo nos tiene que acompañar hasta el ultimo día que seamos especie viable en el planeta. En el libro hablo de los escenarios de colapso. Hay 5 fases, y nosotros estamos en la fase 1 globalmente, aunque hay países que ya están en fase 2-3... Eventualmente podemos llegar a una fase en que ya no seamos una especie viable. Tardaremos lo que tardemos, pero ya hemos activado el mecanismo de extinción biológica de nuestra especie, que sería el nivel 5: colapso civilizatorio y extinción de la especie.
Y para evitar eso hay que aplicar la razón, porque el rumbo que llevamos es el de la extinción, que pasa previamente por un colapso de la civilización. ¿Se puede evitar? Sí. Entre otras cosas, con un optimismo informado, realista. No con un optimismo frívolo. Porque el tecno-optimismo nos ha traído a donde estamos.
Si sabemos dónde está la escalera y la salida de emergencia, sólo requiere hacer un esfuerzo. La ciencia no es la solución, pero te da pistas, te indica hacia dónde caminar.
P: Y el optimismo te ayuda a actuar, a no quedarte paralizado...
R: Claro. Por eso el libro habla de motivaciones. ¿Cuál vamos a tener? No es fácil. Lo que dan ganas es de irse de cañas como si no hubiera mañana, hasta que esto reviente. El tiempo que dedican los jóvenes a las pantallas, por ejemplo, es una evasión de una realidad tremenda, que hemos generado nosotros. ¡Y ahora, encima, les criticamos! El mensaje que les llega es tremendo, y les hemos dejado el mundo hecho unos zorros.
Lo que tenemos que hacer es ayudarles a que salgan de ese vórtice de desánimo, de evasión, para que formen parte de la solución, que es colectiva y poliédrica, la tenemos que ir armado entre todos. Pero no hablemos de culpa, hablemos de responsabilidades, que es mucho más resolutivo. Y eso requiere repensarnos.