En la isla de Tenerife, por séptimo día consecutivo los bomberos siguen trabajando contra reloj frente a las llamas del incendio que se propagó desde Arafo y fue provocado. Más de 12 000 personas han sido desalojadas y se han quemado ya casi 15.000 hectáreas, pero por fin, una semana después, el viento parece conceder una tregua y los efectivos desplazados en la zona ponen toda su esperanza en poder perimetrarlo.
Ello significa cercar el fuego; que la gran masa roja que representa el incendio quede cercada y los 88 kilómetros de perímetro no crezcan. Afortunadamente, las últimas horas han sido favorables. El viento no ha dado sustos y los expertos dicen que empiezan a ver el final del túnel y que esta ha sido la primera noche ‘tranquila’ que les ha dado el incendio. Todavía preocupa, no obstante, el foco activo en los altos de Güimar, –una zona de mucho barranco y muy difícil acceso. Con todo, esperan dar el incendio por perimetrado, aunque todavía se habla de ello desde la máxima cautela. “La situación ha mejorado sustancialmente”, ha manifestado Gabriel Pérez, responsable de medios áereos.
Viendo la magnitud del desastre provocado por el fuego, en este escenario consideran un éxito que no haya víctimas ni viviendas afectadas, y dada la buena evolución del incendio los efectivos de la zona continúan trabajando también en los planes de realojo de las 12.000 personas que siguen evacuadas. Aún continúan fuera de sus casas 900 municipios y en 17 municipios la calidad del aire sigue siendo desfavorable, provocando que en algunos lugares sea necesario el uso de mascarillas FPP2.
Durante la pasada noche han trabajado cerca de 400 efectivos terrestres y al amanecer se han incorporado 22 medios aéreos para tratar de contener el incendio en su perímetro. Las descargas de agua continuas son imprescindibles para combatir el fuego, y hoy por fin están teniendo sus efectos. No obstante, con casi 15 000 hectáreas calcinadas, desde el aire, se aprecia la dimensión real del incendio: 90 kilómetros de perímetro afectado. Durante las noches previas el viento ha puesto en aprietos a los bomberos, con carreras para huir de unas llamas demasiado cercanas. “Rachas de viento además descendiente, y cuando el fuego avanza descendiente, lo que nos complica más todo”, señalaban.
Ha sido un trabajo más que intenso en las inmediaciones del observatorio de Tenerife. Estaba cercado por el fuego y a punto de ser calcinado, pero, in extemis, la valiosa instalación se ha salvado. “Estamos realizando un ataque directo con agua sobre el avance del fuego”, explican desde la UME, evitando la expansión de las llamas por ese flanco. En las últimas horas consiguieron alejar el fuego de las zonas habitadas y concentrar todo el poder de extinción en la cabecera del mismo ha tenido efectos positivos. Preocupaba el posible cambio del viento, pero la tregua que parece estar concediendo puede resultar clave.
Además de esa lucha desesperada contra las llamas, el incendio deja la angustia de los vecinos que han tenido que salir de sus casas por precaución. Más de 12 000 personas desalojadas. Algunos huyeron a la carrera hace siete días y, desde entonces, muchos se encuentran en pabellones.
El peligro ahora no solo está en el fuego. El incendio ha deteriorado la calidad del aire y muchos tinerfeños han tenido que dejar sus casas para evitar riesgos en la salud. La noticia del amaine del viento y la posibilidad de perimetrar por fin el incendio, no obstante, les da esperanza.