Los malos resultados obtenidos por los alumnos españoles de cuarto de primaria (9 años) en PIRLS -han retrocedido desde 2016 y están por debajo de la media de la OCDE y la UE- hace que nos preguntemos qué estamos haciendo mal y qué están haciendo bien en otros países. Y una de las preguntas necesarias es: ¿se estará obligando a aprender a leer demasiado pronto a los alumnos en España cuando aún no están preparados?
El ejemplo de Finlandia es siempre recurrente. Con uno de los mejores resultados en PIRLS, allí los niños no aprenden a leer hasta los siete años. En España, donde la enseñanza obligatoria comienza a los seis años, lo normal, sin embargo, es que, con cuatro, los alumnos conozcan todas las letras del abecedario; que a los cinco aprendan a leer, y que en primero de primaria (seis años) sepan ya hacerlo. Más de la mitad de los estudiantes españoles (51%) entran en primaria con habilidades de lectoescritura básica, según PIRLS. Solo les superan los alumnos irlandeses (73%), con el mejor resultado del informe, donde casi el 30% alcanza un nivel de excelencia en capacidad lectora.
PIRLS subraya que tener habilidades de lectoescritura antes de comenzar la primaria tiene un impacto positivo. “El rendimiento promedio en lectura fue más alto para los estudiantes en escuelas donde un mayor porcentaje de los estudiantes que ingresaban estaban dotados de habilidades básicas de alfabetización”, señala el estudio.
El informe también insiste en que existen otras circunstancias que influyen positivamente en un buen rendimiento lector sin que tengan que ver necesariamente con la lectura en sí. “Una de ellas es el gusto de los padres por los libros, que te lean cuando eres pequeño, el nivel cultural de los padres o el sentido de pertenencia al centro”, explica Carmen Tovar, directora del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que ha participado en la parte española del informe PIRLS.
Lo que es una evidencia es que entre los cuatro y los siete años los niños son capaces de aprender cómo funciona el código escrito. “Hay muy pocos niños que a los cuatro años lo hagan, pero hay alguno. Y muy pocos que necesiten cumplir los siete años para hacerlo. La mayoría lo aprenden a los cinco, seis años. Este margen debe respetarse. Cuando en primero de primaria la profesora pide un cierto nivel, se está equivocando, porque todo el primer curso es un tiempo precioso para profundizar en este aprendizaje que tiene aspectos cognitivos, sociales y afectivos y aunarlos en cada alumno es complicado”, defiende Montserrat Fons, profesora de Didáctica de la Lengua de la Universidad de Barcelona y especialista sobre el aprendizaje inicial de la lectura y la escritura. "Los currículums dejan este margen. Nadie dice que en primero tienen que saber leer, sino al final del ciclo inicial. La presión que tiene la escuela para enseñar a leer y escribir es porque le da prestigio o por lo que sea, pero hay que dar este margen para no producir niños que se frustran", añade.
Forzarles a que aprendan a leer nunca es bueno. "Cuando un aprendizaje produce sensación de bienestar, uno quiere repetir. Pero si produce angustia, no quiere volver a hacerlo", señala Fons. "La cuestión es cómo les motivamos para que se acerquen a la lectura. Aquí es muy importante que los profesores lean a los niños para que ellos se vayan animando y no, simplemente, que les pongan a leer".
Los expertos coinciden en que el caso de Finlandia es tan peculiar que no se puede comparar con lo que ocurre en España. “La sociedad finlandesa es muy diferente y su cultura no se puede extrapolar. Tú vas a Helsinki y el centro de ocio es la biblioteca. Allí se lee muchísimo. Y, en general, el nivel cultural de los padres es muy alto. En definitiva, hay otras cosas que también impactan positivamente que no tienen que ver si han empezado antes o después los niños a leer”, explica Tovar.
"En Finlandia incluso hay consejeros familiares educativos que estimulan a los padres para que lean a sus hijos. Tienen ya un bagaje muy importante cuando llegan a la escuela", añade Fons.
Algunos expertos señalan, sin embargo, que los aprendizajes obligatorios se han adelantado a edades demasiado tempranas y que no se están respetando los ritmos de maduración de los alumnos. Un estudio de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) de hace unos años señalaba que a los cuatro y cinco años es muy pronto para recibir una educación formal con asignaturas donde los niños se vean obligados a iniciarse en la lectoescritura y que era más recomendable a esa edad ayudarles a construir destrezas sociales o su lenguaje a través del juego o simplemente hablando con ellos.
“La clave está en que infantil no es un nivel obligatorio (aunque el 99% de los niños está escolarizado en esa etapa en España) y nos encontramos con que hay alumnos, que por tradición cultural, están aprendiendo a leer, aunque curricularmente no se obligatorio; otros que lo hacen a otro ritmo, y otros, incluso, que no están escolarizados, que ni siquiera lo están haciendo. Todo esto hace que los alumnos entren en la educación obligatoria en niveles muy desiguales y eso tratarlo es muy complicado”, apunta Alberto Escalante, profesor del área de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de La Rioja. “Habría que mantener unos estándares respecto al sistema, que ahora no se están cumpliendo”.
Ningún experto duda de que hacer una aproximación al texto en edades tempranas siempre es positivo. “En infantil, sobre todo de tres a cinco años, donde los procesos mentales y cognitivos no están completamente desarrollados, es mucho más provechoso que hagan un primer acercamiento a la relación entre los sonidos y las letras. La lectura tiene que empezar con el contacto con el libro, aunque solo sea una lectura de imágenes y de logos”, sostiene Escalante. “Un niño no va a saber leer el nombre ‘Pocoyó’, pero si reconoce las letras, lo va a saber leer en un sentido general. Otra cosa es la lectura tradicional, propiamente dicha, de saber leer una frase, eso ya es más complicado de precisar. No hay una fórmula mágica de cuándo debe ser obligatorio”, explica.
Lo cierto es que la presión social existe. Muchas familias se preocupan si sus hijos no empiezan pronto a leer. A veces da la sensación de que, desde pequeños, los alumnos participan en una competición que no se sabe bien hacia dónde se dirige. “En ocasiones, sí pesa una idea muy tradicional de la educación, muy basada en lo que es la letra escrita y lo impreso”, asegura Escalante. “Sabiendo que, con seis, siete años, el aprendizaje es rápido, no podemos imponer lo que a lo mejor por desarrollo no todos los niños han alcanzado antes de esa edad, pero tampoco podemos evitar el contacto con la palabra escrita. Eso también es un error, porque ese primer acercamiento tiene que estar”, señala.