Las altísimas temperaturas que llegarán a la Península a partir de la semana que viene podrían ser la guinda del pastel de la profunda sequía que sufre España para echar por tierra las cosechas de aceituna, lo que provocaría una subida del precio del aceite de oliva ya de por sí, actualmente, por el techo. Con un 25% menos de precipitaciones que en un año normal, el olivar está en peligro. Ahora mismo, en plena floración, para el cuajado de los frutos sería necesario que lloviese en las próximas dos semanas. Pero lo que se espera es mucho, muchísimo calor.
La previsión es que de lunes a miércoles se registren entre 5 y 10 grados más de lo normal en la mayor parte del territorio. En el tercio sur de la Península se podrían alcanzar los 34 grados. “El olivo puede aguantar temperaturas muy altas, pero siempre que esté hidratado. Si tiene una situación de estrés hídrico tremendo como la de ahora, con las raíces totalmente vacías de agua, lógicamente el árbol abortará el fruto”, subraya Juan Luis Ávila, responsable del sector del aceite de oliva de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
La zona que está más en riesgo ahora mismo es la Meseta y el norte de Andalucía. “En esa zona la ola de calor va a pillar a los olivos en plena floración. El problema para la planta es que venimos de muchos meses sin que llueva prácticamente nada, donde la otoñada fue muy tardía y el olivo no ha terminado de reponerse bien de su reserva hídrica para afrontar estas altas temperaturas”, señala Juan Casado, ingeniero agrónomo y dueño de la empresa Gesmontes de asesoramiento de fincas.
Dependiendo del calor que haga, la floración puede durar más o menos tiempo. Con una temperatura media puede extenderse hasta dos semanas. Luego, la flor se cae y empieza a salir el rudimento del fruto, lo que es la aceituna, aunque muchas de ellas abortarán sin que llegue a cuajar. “No es sistemático de que de cada flor salga una aceituna. Hay muchas que se quedan en el camino”, explica María Moreno, dueña de una explotación olivar en Albolote, en la provincia de Granada. “Durante todo el verano la aceituna va engordando, pero el engorde final es como en el embarazo, en septiembre y octubre, cuando empieza a crecer el hueso y la aceituna se empieza a llenar de aceite. A partir del 1 de noviembre comienza oficialmente la recogida de la aceituna”, señala Moreno.
El año pasado se vivió una situación similar. Entonces, el golpe de calor no afectó al olivo que estaba completamente regado; sin embargo, al que no lo estaba, las altas temperaturas se llevaron por delante toda la aceituna. “Nos preocupa que nos enfrentemos a una floración prácticamente sin humedad ninguna”, señala Ávila. “De entrada, el árbol no tiene mal aspecto, porque llovió en diciembre, pero estoy muy preocupado con el tema. El secano está perdido, pero en el regadío estamos intentando regar como podemos, lo mínimo, porque luego tenemos que pasar los meses de junio, julio, agosto y septiembre. La dotación de agua es de 400 metros cúbico cuando lo normal son 1.500”, explica.
La consecuencia directa de esta situación tan desastrosa es que la producción de aceituna caiga en picado. Al haber tan pocas aceitunas y tan pequeñas, una vez en el molino la molturación -el proceso en el que se tritura el fruto para extraer su jugo, rompiendo la pulpa de las células de la aceituna- es prácticamente todo hueso, por lo que es muy difícil sacar aceite, no hay casi pulpa.
“En las almazaras, donde calculan el rendimiento graso de las aceitunas en base a la proporción de agua y aceite, como el tamaño de la aceituna es tan raquítico, sale muy poco aceite”, explica Moreno. “A nosotros nos pagan por kilos de aceite y el rendimiento que se obtiene en situaciones como esta es muy bajo”.
El resultado final será un incremento del precio del litro de aceite que pagan los consumidores. Ahora mismo es difícil saber qué precio alcanzará el litro de aceite, porque este no solo depende de las condiciones climáticas, ni de la cosecha sino de estrategias comerciales de distribución o de cómo va a ser la cosecha en países como Italia, Grecia o Túnez.
“Los agricultores estamos perdiendo dinero. Lo que vaya a pasar con el precio del litro de aceite no se sabe, porque este no es lineal. Eso lo regula la oferta y la demanda. Hasta ahora nos hemos encontrado que la gente es mucho más fiel al aceite de oliva de lo que pensábamos. Si se sigue consumiendo y no hay cosecha, el precio seguirá subiendo a precios desorbitados. Aquí perdemos todos. Lo que hace falta es que la situación de sequía remita”, asegura el responsable de COAG.