Está siendo esta una semana intensa para Olivia Mandle Navarro (Barcelona, 2007). El lunes fue su cumpleaños y con sus 16 recién cumplidos asiste este jueves al Congreso de los Diputados para pedir que se ponga fin a la cautividad de cetáceos en España.
Olivia no está sola, porque “esto no es un capricho de una niña a la que le apasionan los delfines”, explica a NIUS. Su iniciativa tiene el aval de una decena de científicos y representantes de la organización World Animal Protection que entregarán las más de 154.000 firmas recogidas a través de la plataforma Change.org.
La activista catalana atiende a NIUS 24 horas antes de viajar a Madrid, a través del teléfono, con la felicidad en la voz que da sentirse apoyada por decenas de miles de personas que han firmado su campaña. Una charla empapada de optimismo y marcada por la convicción de que la suya va a ser la generación definitiva en la lucha contra el cambio climático. Referentes no faltan. De hecho, ella ha sido nombrada en más de una ocasión como la Greta Thunberg española, aunque prefiere que le llamen por su nombre: Olivia Mandle.
Pregunta: ¿A estas horas qué pueden más los nervios o el orgullo de haber conseguido el objetivo?
Respuesta: Nervios, para nada. Estoy feliz y súper agradecida. Yo soy muy positiva y optimista, así que tengo esperanza de que la ley salga adelante, aunque soy consciente de que esto es una carrera a largo plazo. Sé que no va a ser fácil. Llevo ya casi tres años y en los próximos tres quizás todavía no lo he conseguido, pero seguiré luchando hasta que esta ley se haga realidad. Tenemos que continuar trabajando para que la gente sepa la dramática realidad que viven los cetáceos en cautiverio.
P. ¿Es ese optimismo lo que le protege de la ecoansiedad?
R. El cambio climático es un problema real. Hace muchísimo tiempo que los científicos lo llevan advirtiendo y ya está aquí. Nos debe preocupar porque lo que nos estamos jugando es nuestro futuro. Lo estamos viendo con la sequía. El problema del agua es terrible, pero poco a poco se van dando pasos. Entiendo y respeto a la gente que tiene ecoansiedad, pero considero que no podemos perder la esperanza, porque al final creo que cada vez hay más gente joven que se está sumando a la causa y reclama avances a los gobiernos.
Esta es mi pasión, luchar por el cambio climático y por los animales. Me encanta porque aprendo un montón, conozco a personas increíbles y viajo a sitios maravillosos. No siento presión, para nada. Creo que es una lucha necesaria y estoy feliz de poder contribuir con mi granito de arena. Las cosas deben cambiar. Los gobiernos y las empresas deben cambiar las leyes y su forma de actuar. Si nos hicieran un poco de caso, avanzaríamos muchísimo más. España, por ejemplo, no puede ser líder en materia de transición ecológica si continúa siendo el país europeo con más cetáceos en cautiverio.
P. ¿Ahora, qué pesan más: las medidas colectivas o las individuales?
R. Ambas son cruciales. Las políticas medioambientales son importantísimas, pero nosotros como consumidores también tenemos muchísimo poder, con nuestros actos o con lo que compramos. Todos podemos ser activistas desde nuestro metro cuadrado, con nuestras decisiones.
La forma más potente que tenemos ahora es el consumo. Tenemos que ser conscientes de dónde vienen las cosas, cómo se han producido, conocer la agricultura, la ganadería… todo. Deberíamos acabar con el fast fashion de una vez por todas, porque contamina muchísimo. También deberíamos acabar con la producción de plástico teniendo en cuenta las islas de plástico que hay en nuestros océanos.
Si cada individuo toma sus propias acciones y luego los jóvenes salimos a las calles a reclamar lo que verdaderamente nos importa, los gobiernos nos tendrán que escuchar y hacer caso. Ellos son los que tienen el poder de cambiar las leyes. Nosotros como ciudadanos debemos poner nuestro granito de arena para crear esa playa, debemos salir a la calle para reclamar lo que verdaderamente nos importa y gritar de alguna forma que queremos un cambio.
P. ¿Va a ser su generación la definitiva en la lucha contra el cambio climático?
R. Debería serlo, porque probablemente seamos la última generación con la posibilidad de hacer algo antes de que sea demasiado tarde. Tenemos que ponernos las pilas y apretar a nuestros gobiernos para que actúen. Lo que está en juego es nuestro futuro y si no salvamos a los animales y los ecosistemas, el planeta se va al traste. Debemos cuidarlo porque es nuestra única casa, por mucho que miren a Marte.
P. Le han llegado a llamar la Greta Thunberg española, ¿qué le parece esa comparación?
R. Yo la admiro mucho, la verdad, porque creo que es un referente y es quien ha sacado el cambio climático a las calles, movilizando a miles de jóvenes alrededor del mundo para reclamar lo que verdaderamente importa. Pero preferiría que a cada una se le llame por su nombre. Ella es Greta, yo soy Olivia, trabajamos por un objetivo común, aunque yo estoy más enfocada al derecho de los animales y ella en el medio ambiente. No la he llegado a conocer, pero me encantaría hacerlo si algún día coincidimos.
P. ¿Cómo empezó todo en su caso?
R. Bueno, el delfín siempre ha sido mi animal favorito. Cuando tenía cinco años el colegio me llevó a ver un espectáculo de delfines en el Zoo de Barcelona. Verlos en vivo y en directo fue increíble, pero salí de ese espectáculo con un sentimiento contradictorio porque hasta entonces había visto en libros y en documentales que los delfines vivían en el mar, así que llegué a casa y les pregunté a mis padres si estos delfines después del espectáculo se iban a casa como yo. Ellos, con un lenguaje adaptado a una niña de cinco años, me explicaron que no. Fue ahí cuando me di cuenta de que aquello no estaba bien y deseé salvar a estos animales.
P. Con 13 años puso en marcha su primera campaña.
R. Sí, fue en 2020. Pedí al Zoo y al Ayuntamiento de Barcelona que trasladaran a los tres delfines que quedaban a un santuario marino. En unos meses, la iniciativa recopiló más de 50.000 firmas en change.org y los delfines fueron trasladados, pero no a un santuario marino, sino a otro zoológico, el de Atenas (Grecia).
Ello me dejó súper decepcionada y frustrada, pero me puse a investigar y vi que España es el país de Europa con mayor número de delfines en cautiverio, que cuenta con más de 100 cetáceos en cautividad, que uno de cada tres delfinarios está en España y que es el sexto país del mundo con más delfines en cautividad, después de estados como China, Rusia o Estados Unidos. Entendí que tenía que hacer algo, por lo que lancé la actual campaña: No es país para delfines (#noespaísparadelfines) pidiendo al Gobierno español una ley para el cierre programado de delfinarios en España. Una campaña que ha reunido más de 154.000 firmas, por lo que estoy súper agradecida.
P. Embajadora del Pacto Climático de la Comisión Europea, reconocida con el Jane Goodall Global, con 16 años tiene ya una trayectoria más que prometedora.
R. Gracias a mi familia, que ha tenido un papel fundamental en todo ello. Mi padre es estadounidense y mi madre española y siempre han estado súper concienciados. Han sido ellos quienes desde pequeños nos han inculcado a mi hermano y a mí la importancia de respetar y cuidar el medio ambiente. Crecí leyendo y viendo documentales de Jane Goodall, David Attenborough o Sylvia Earle. En 2019 fui a ver una exposición sobre cambio climático en Nueva York y me dejó muy tocada al ver todo el problema de los plásticos en nuestros océanos. Fue entonces cuando me dije: yo también quiero ser una persona que haga cosas por y para el planeta y los animales. Fue ahí cuando comenzó mi activismo con campañas de recogida de plástico o para poner fin a la cautividad de los cetáceos, dando charlas, participando en talleres y haciendo lo que me gusta que es concienciar y educar a la gente.
P. ¿Cuál va a ser su siguiente objetivo?
R. Que esta sea la última generación de delfines que nazcan, crezcan, vivan y mueran en cautiverio. Quiero que estén en libertad y que vivan donde tienen que vivir, en su hábitat y con su familia. Cuando esta ley se apruebe, que como soy optimista espero que así sea, seguiré luchando por el fin del cautiverio no solo en España, sino en el mundo. Mi sueño es ir cerrando delfinarios y crear un santuario marino aquí, en la Costa Brava, donde puedan vivir en libertad. Quiero estudiar a los delfines y a los cetáceos en general para poder salvarlos y darles una vida mejor.
P. ¿Cómo se compagina el activismo con los estudios de 4º de la ESO?
R. Con los estudios y con el ballet, que es uno de mis hobbies desde que tengo tres añitos. Yo quiero ser bióloga marina, ese es mi sueño, y sé que si quiero conseguirlo tengo que estudiar muchísimo, sobre todo cuando llegue a primero de Bachillerato. Ahora hago una especie de malabares, organizando muy bien mi tiempo, pero el activismo me llena y me apasiona. Siento que es mi misión de vida y que tengo que poner mi semilla.
Hay margen para todo, es cuestión de organizarse. Hay días que después del colegio voy a ballet directamente porque me ayuda a desconectar. Las tardes las dedico al estudio y al activismo. También tengo tiempo para estar con mis padres y mi hermano, de 9 años, que tiene una memoria increíble para datos de animales. Es un artista con sus manos y encima toca la trompeta súper bien. Uno de mis planes preferidos para el sábado por la mañana es jugar con mi familia a algún juego de mesa. Y, por supuesto, también tengo tiempo para estar con mis amigas. Con ellas voy a celebrar mi cumpleaños. ¿Dónde? En un escape room.