Unas 170.000 personas caen cada año en depresión en nuestro país por tener un trabajo precario. Es decir, por cobrar un sueldo insuficiente, o por tener un contrato temporal y vivir con la incertidumbre de si les renovarán o no. O por no poder trabajar todas las horas que quisieran y tener que conformarse con un salario reducido. "Muchas personas tienen que aceptar este tipo de condiciones de empleo por situaciones de vulnerabilidad, sencillamente porque necesitan sobrevivir y no se pueden permitir abandonarlo", explica a NIUS Lucía Artazcaz, directora del Observatorio de la Agencia de Salud Pública de Barcelona y una de las expertas que ha participado recientemente en el primer informe del Ministerio de Trabajo que analiza el impacto de la precariedad laboral en la salud mental.
El estudio recoge que la precariedad afecta a casi la mitad (47,9%) de trabajadores asalariados en nuestro país. Es decir, a casi 6,5 millones de trabajadores, 900.000 de los cuales poseen niveles de precariedad muy elevados. Además, refleja que de no haber existido precariedad laboral, podrían haberse evitado alrededor del 17% de casos de mala salud mental en la población asalariada española. "La precariedad laboral genera ansiedad, depresión, aumenta el consumo de medicamentos, de alcohol, drogas y el riesgo de suicidio, entre otros problemas de salud mental", lamenta la especialista.
"El carecer de un sueldo digno, que nos permita vivir sin ahogos, es algo que se asocia con problemas de salud mental y con problemas de salud en general.Y es algo que afecta a gran parte de la población, porque no hablamos solo de personas en condiciones de pobreza. No, el simple hecho de tener deudas, de vivir asfixiado por los problemas económicos, independientemente de la pobreza, influye en nuestra salud mental porque nos provoca una ansiedad enorme", detalla la experta.
El informe da el dato de que un tercio de las depresiones que los trabajadores sufrieron en 2020 podrían haberse evitado con un empleo estable. "Es una cifra tristemente razonable", indica Artazcaz. "Está claro que la incertidumbre sobre el futuro contribuye al empeoramiento de la salud mental de los trabajadores. Tener contratos temporales o tener un contrato fijo pero en un entorno en el que te pueden despedir con rapidez genera un estado constante de tensión, relacionado con ansiedad y con depresión. A mayor inseguridad, peor estado de salud. Esto es algo muy contrastado", asegura.
"Quizás es menos conocido el efecto del trabajo a tiempo parcial en nuestra estabilidad psíquica", añade la especialista. "Es cierto que en España tenemos una proporción relativamente baja de personas que trabajan a tiempo parcial, comparado por ejemplo con Holanda, donde entre el 70 y el 80% de las mujeres tienen este tipo de empleo. O países como Suecia, Dinamarca o Alemania, con un 40%. Aquí está en un 25% aproximadamente, pero es una realidad que el trabajo a tiempo parcial se asocia con peores condiciones de trabajo. Por ejemplo, se suele concentrar más en trabajos menos cualificados, se gana menos no solo porque se trabajen menos horas, sino porque está peor pagado. Y esto va unido después a la cuantía de las pensiones, que dependen de lo que has cotizado. Hay también menos perspectivas de promoción, de formación, el trabajo es más monótono... En definitiva es un empleo de menos calidad que, no olvidemos, hacen fundamentalmente las mujeres, porque la precariedad tiene nombre de mujer, esto es muy importante resaltarlo", añade Artazcoz.
La salud mental tiene que ver con la desigualdad. El impacto sobre la salud mental es más del doble entre las personas trabajadoras más precarias frente a las que disfrutan de mejores condiciones, y la peor situación la sufren mujeres, inmigrantes y jóvenes.
"Es lo que llamamos interseccionalidad en salud pública", indica la especialista. "Hay sinergias entre diversos ejes de desigualdad. En general, en el mercado de trabajo las mujeres tenemos peores condiciones que los hombres y además, los sectores feminizados tradicionalmente tienen peores condiciones y peores salarios que los sectores masculinizados. Si a esto se añade que eres joven, pues peor, porque es conocida la precarización de los jóvenes en el mundo laboral, y si encima eres una persona migrada, pues peor aún", reconoce Artazcoz.
"El trabajar por debajo de tu propia cualificación, que es algo que está pasando en muchas personas jóvenes, universitarios que están trabajando en empleos muy inferiores a su formación, las pocas perspectivas de promoción, etc. Todos estos son factores de riesgo psicosociales que se asocian a problemas de salud mental", indica la experta.
El informe recoge, por ejemplo, que las mujeres con trabajos informales son más proclives a sufrir trastornos mentales que las que tienen contratos de trabajo estables. "Muchos estudios han documentado la asociación entre la conciliación de la vida laboral y familiar y el estado de salud mental", apunta Artazcoz. "Las mujeres suelen trabajar a tiempo parcial porque eso facilita compaginar su vida laboral con la familiar y dedicarse al cuidado de sus hijos. De la misma forma, las mujeres con más frecuencia tienden a elegir un empleo que esté cerca de casa, aunque sea más precario, a otro que esté lejos porque priorizan esa atención", explica.
"Es importante que en el discurso esté presente la esfera doméstica y de cuidados porque la sobrecarga, es decir, la suma de trabajo remunerado más el trabajo doméstico y de cuidados -que es muy superior en las mujeres que en los hombres- se asocia con problemas de salud mental.
Otro dato. El riesgo de tener una mala salud es más del triple entre migrantes que pierden su trabajo. En España, las personas migrantes declaran padecer problemas de salud mental debido a la precariedad, que atribuyen sobre todo a su situación irregular, a tener un contrato temporal con ingresos bajos, a no poder acogerse a una baja médica, a no poder pedir un permiso, a no estar dados de alta en la Seguridad Social...
Según el estudio del Ministerio, los trabajadores migrantes que se sienten discriminados en el trabajo o aquellos que no tienen contrato presentan una peor salud mental, estrés, insomnio y ansiedad, acentuándose en el caso de las mujeres. "A mi me preocupa especialmente el caso de las empleadas domésticas internas que viven casi en régimen de semiesclavitud y que vienen a España a cuidar de las personas dependientes" dice Artazcoz. "Vienen a suplir una necesidad que tenemos en este país y es que aquí tenemos unas residencias que son carísimas, que la gente no se puede permitir y se acaba contratando a estas mujeres en unas condiciones extremas. Aunque legalmente deban cobrar ya el salario mínimo, la mayoría no tienen ni contrato", lamenta. "No es que las familias las quieran explotar, es que la mayoría de las familias no se pueden permitir pagarles el salario mínimo porque es muy alto. Entonces no quedan muchas salidas. O se les paga poco o si no nos podemos permitir tener a una persona para hacer el trabajo doméstico y de cuidados, pues es la mujer la que se retira del mercado laboral y se recluye en el ámbito doméstico, aislada de todo, no reconocida y con una carga de cuidados que es muy dura tanto física como emocionalmente, con un claro efecto en su salud mental", declara.
Aunque el trabajo informal, la precariedad o la infravaloración de los cuidados son causas de deterioro de la salud mental, también en los contratos estables cuestiones como la desconexión digital o las horas extra u horas de trabajo no previsible impactan negativamente.
"La desconexión digital es un derecho que tienen todos los trabajadores y que cada vez se vulnera más", denuncia Artazcoz. "Tener que 'conectarte' durante tu periodo de descanso, vacaciones o fuera del horario laboral es algo que va haciendo mella en tu salud mental porque te impide desconectar, darle un descanso a tu mente, algo abosolutamente necesario para lograr un equilibrio".
"El tema de las largas jornadas de trabajo es algo que está sobre la mesa de la Agenda de Salud Pública desde hace años. Trabajar entre 41 a 60 horas semanales en vez de 35 a 40 horas se asocia con problemas de salud mental, insatisfacción laboral, hipertensión, tabaquismo, menos horas de sueño y menos actividad física", recalca Artacaz.
"Es importante que hagamos actividad física en el tiempo libre y que durmamos de 7 a 9 horas. Es lo que se aconseja para las personas adultas, pero el día tiene 24 horas. Por tanto, si dedicamos muchas horas al trabajo remunerado más el trabajo doméstico y de cuidados, pues tenemos menos tiempo para estas actividades que son saludables pero que requieren tiempo", destaca. "El día no se puede estirar y al final acabamos eliminando precisamente lo que beneficia a la salud mental como es el deporte o el ocio con amigos y familiares".
"A mí hay un concepto que me gusta mucho, que es relativamente reciente y es el de la pobreza de tiempo. Hemos hablado mucho de la pobreza económica, pero la pobreza de tiempo desde el punto de vista de la salud es muy importante. ¿Qué tiempo nos queda tras el trabajo remunerado y el doméstico?¿Es suficiente para que te puedas desarrollar como persona? ¿Es tiempo de calidad?", plantea.
"La salud mental tiene que ver con las condiciones de vida y trabajo de las personas", insiste Artazcaz. "Aumentar los recursos de la sanida pública para recibir una buena asistencia sanitaria es necesario una vez que ya sufrimos un deterioro de nuestra salud mental, sobre todo lo veo imprescindible en el caso de la atención primaria para detectar los problemas de forma más precoz, porque aquí tenemos un modelo 'hospitalocéntrico' y cuando llegamos al hospital ya es demasiado tarde y además demasiado caro", defiende.
"Pero incrementar los recursos sanitarios y no hacer nada más es un pozo sin fondo, porque no vamos a la raiz del problema. Estamos creando salud mental con un mercado de trabajo tan enormemente precarizado, con gente que tiene tan pocas salidas... personas que no se pueden permitir dejar ese empleo que les está generando enfermedad mental porque no tienen facilidades para conseguir otro trabajo, entre otras cosas porque hay mucha gente que lo está buscando y si tú no aceptas estas condiciones, las aceptará otra", lamenta la directora del Observatorio de Salud Pública de Barcelona.
"Por eso lo primero que hay que hacer es buscar soluciones. Acabar la precariedad mejorando las condiciones laborales en todos los sentidos, avanzar hacia una jornada semanal de entre 32 y 35 horas iría en esa línea, mejorar el salario mínimo o respetar la conciliación de la vida personal y familiar bajo una perspectiva de corresponsabilidad", apostilla.
"Hay que ofrecer seguridad y tranquilidad a la gente. Hay que evitar que se borre la línea entre el tiempo de vida y el tiempo de trabajo”, propone Artazcoz. "Porque cuando puedes llegar a fin de mes, cuando sabes que no te pueden despedir en cualquier momento, cuando tienes un horario sensato, cuando el trabajo te deja tiempo parar disfrutar con tu familia y tus amigos, los problemas mentales desaparecen o se reducen muchísimo", concluye .