Los padres de Romain Lannuzel, un universitario francés que cursaba una beca Erasmus en Barcelona llevan la cuenta de los días que han pasado desde la desaparición de su hijo. Han sido exactamente 5630 días o lo que es lo mismo: 15 años y 4 meses sin datos ni pistas sobre su paradero desde aquel 13 de noviembre del 2007. En todo este tiempo, investigadores franceses y españoles no han logrado saber qué le ocurrió. Tampoco una vidente o un grafólogo que intentaron arrojar luz a este caso que ahora vuelve a reactivarse gracias a las gestiones de la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas bajo las siglas de QSDGlobal de Paco Lobatón.
En España hay más de 12.000 casos activos de personas desaparecidas. Algunos de ellos llevan pendientes de resolver mucho más tiempo. Es el caso de los niños Juan Pedro Martínez o David Guerrero Guevara, más conocido como el niño pintor de Málaga, de los que nada se sabe desde hace 36 y 35 años, respectivamente.
En el caso de Romain Lannuzel todas las sospechan llevan años puestas sobre Óscar Vicente Castro Cedeño, un poeta y fotógrafo ecuatoriano de 41 años, que en 2014 fue condenado a 16 años de prisión por el asesinato de un joven muy parecido a Romain. Precisamente, la muerte de este chico estadounidense llamado Crispin Scott y recién llegado a Barcelona reactivó el caso cinco años más tarde.
Todo apuntaba a este depredador sexual que durante juicio por el asesinato de Crispin reconoció que vino a España a "cazar a jóvenes de unos veinte años, estudiantes, de origen extranjero, de piel clara y complexión atlética", según informa el diario Levante.
Durante la investigación. la policía encontró en sus dispositivos miles de fotografías de jóvenes como Romain o Crispin que posaban semidesnudos. Los padres del joven francés aseguraron haber reconocido a su hijo en una de ellas, pero los expertos forenses descartaron esta posibilidad por disparidad entre los perfiles físicos de ambos.
Pero había más pistas que apuntaban contra Óscar Vicente. El condenado vivía a doscientos metros de distancia desde dónde Romain telefoneó por última vez a sus amigos: la boca de metro de Provença con Balmes. Un espacio en el que a Óscar Vicente le gustaba salir de caza en búsca de víctimas.
A pesar de todos estos años, Jean-Michel y Mireille Lannuzel, padres de Romain, no han dejado de pelear en Francia y España por encontrar a su hijo. Su desesperación les llevó a contratar a una vidente que ubicó el último lugar en el que habría estado Romain y que fue el parque de la Marquesa en la que los trabajos con un georradar no aportó ninguna pista nueva, como cuenta Mayka Navarro en La Vanguradia.
Tampoco sirvió de mucho el informe de un grafólogo que analizó la letra de Romain en el examen que acababa de hacer en su facultan sobre la historia de Estados Unidos. nada indicaba que pasara por un mal momento por el que hubiese querido quitarse la vida.