Jesús tenía 15 años cuando entró por primera vez en un prostíbulo de su Asturias natal. “Me quedé sentado en la barra, se acercó una chica de casi 40 años y me propuso pasar a la habitación. Acepté”. Desde entonces, ha pagado por mantener sexo en centenares de ocasiones. Una adicción que Jesús admite sin complejos e incluso ante las cámaras de televisión, tal y como hizo en el programa La vida con Samanta de Cuatro.
Su caso no es lo habitual. Lo sabe bien Luis Antón, psicólogo especializado en adicciones con y sin sustancias. En su centro, Ipsia, en Madrid, llevan 15 años tratando a personas para las que el consumo de prostitución es una conducta nociva, no solo para la mujer prostituida, también para quien la utiliza. Una adicción a la prostitución que no reconocen públicamente debido al tabú existente respecto a una práctica que en España sigue siendo alegal y generando enorme controversia.
Saber cuántas personas hay adictas en España es misión casi imposible, entre otras cosas, porque el término adicción es algo “subjetivo”. “Adicción sería cualquier conducta repetida a lo largo del tiempo que me ocasione problemas a largo plazo, por lo que hay gente que puede ser adicta a la prostitución pero que no lo considera así, sino que lo interpreta como una forma de pasar el tiempo”, explica Luis Antón.
Según la última encuesta del CIS que hay sobre el asunto, publicada en 2008, cerca de un tercio de los hombres, el 32%, dijo haber pagado por mantener relaciones sexuales. De ese porcentaje saber cuántos son adictos es difícil. Por la consulta de Luis Antón pasan entre tres o cuatro personas al mes, unas 30 al año. En el 99,9% de los casos, hombres. “Creo que en todos los años que llevo tratando esta adicción he visto a dos mujeres en mi vida con adicción a la prostitución”, cuenta el psicólogo a NIUS.
“Entiendo que puede haber gente mayor adicta a la prostitución, que se gaste la pensión en ello, pero el perfil de las personas que pasan por Ipsia suele ser gente joven, de 25 a 40 años, normalmente con dificultades sociales e incluso miedo social, autoestima baja, frustración, dificultad para ligar o seducir, con consumo de alcohol y cocaína”. Los estudios del catedrático Enrique Echeburúa van en la misma línea, destacando ciertos aspectos como la soledad, la importancia de la frustración ante rechazos previos y una sobrevaloración del hecho a tener pareja.
"Los psicólogos lo que hacemos es un análisis funcional de los momentos en los que nuestros pacientes consumen prostitución”, detalla Luis Antón. A diferencia de otras patologías como la ansiedad, esta adicción no se trata a través de una terapia de grupo, sino en consulta y de una manera individualizada, "viendo si se trata de una persona con pocas aficiones, que se siente sola o si es una persona que todos los fines de semana se emborracha, se droga y termina en un prostíbulo".
“Uno de los últimos casos que hemos tratado en nuestro centro fue el de un joven con un sueldo bajo, poca formación, muy pocas experiencias sexuales, pocas habilidades sociales, que se emborrachaba y se metía cocaína los fines de semana, y que cuando sus amigos se marchaban a casa, iba a escondidas a prostíbulos”, relata Luis Antón.
Esta persona lleva seis meses, asegura el especialista, sin hacer ningún tipo de consumo gracias a someterse a una terapia psicológica similar a la practicada ante cualquier adicción. "Se hace un análisis funcional del paciente, con su historia de aprendizaje y a partir de ahí vemos qué estímulos hacen de desencadenante: aburrimiento, alcohol, depresión... La casuística es muy variada, igual que la gente fuma porros o consume cocaína por muchas razones, también es adicta la prostitución por otras tantas".
Lo que está claro, concluye el especialista, es que, aunque las adicciones en general están muy mal consideradas, la de la prostitución es una de las peor vistas. Las personas que acuden a su consulta es gente que quiere dejar de pagar por tener sexo bien por una cuestión moral, económica o porque no se sienten bien, indica el especialista. El debate social está ahí. En todo caso, asegura, él no ha notado una mayor incidencia en los últimos tiempos.