La lucha contra el suicidio de José Carlos tras perder a Ariadna: "Da miedo preguntar a un hijo si piensa en quitarse la vida"
Su hija Ariadna se suicidó hace ocho años, desde entonces él y su mujer han encontrado sentido a sus vidas trabajando en la prevención del suicidio
Han creado una red de psicólogos expertos que ayudan a supervivientes como ellos y a personas con ideación suicida
El 24 de enero de 2015 las vidas de José Carlos Soto y Olga Ramos se fueron a negro. Su única hija, Ariadna, que acababa de cumplir 18 años, eligió esa fecha para suicidarse. Desde entonces reconocen que viven una "vida a medias". "Ya nada tiene la misma luz, ni el mismo interés, nada es igual y ya no lo puede ser", dice a NIUS el padre de la joven.
Pero juntos han conseguido iluminar de algún modo su existencia, han logrado reconvertir todo su dolor en un brillante objetivo: "Hacer por los demás lo que no pudimos hacer por nuestra hija".
"Los dos primeros años los vivimos en shock, sin saber muy bien donde estábamos, pero después, la idea de trabajar en la prevención del suicidio se fue haciendo fuerte en nuestras mentes". Rodéandose de los mejores pusieron en marcha una red de psicólogos expertos (Psicólogos Princesa 81) dedicados no solo a apoyar a supervivientes como ellos, sino también a formar e informar a afectados, profesionales implicados o estudiantes, sobre una lacra de la que poco se habla, pero que se lleva por delante cada día la vida de 11 personas.
En ese empeño por mejorar la atención a la víctimas de suicidio, José Carlos colabora desde hace cuatro años en la formación para los miembros del SUMMA y de Atención Primaria de la Comunidad de Madrid. "Porque estos servicios de emergencia son los primeros en llegar al lugar donde se ha producido la tragedia, y nadie les ha explicado cómo deben tratar a los supervivientes". Los padres de Ariadna han protagonizado recientemente un impactante vídeo realizado por el SEMES -parte de él ilustra este artículo- que da una idea de las necesidades de los supervivientes "desde el minuto uno de un suicidio". Que muestra que aún queda mucho trabajo por hacer.
Pregunta. Vosotros no os sentisteis bien tratados esos primeros instantes...
Respuesta. Entonces no nos sentimos maltratados porque nunca nos habíamos visto en una situación así, pero después, con el tiempo, nos dimos cuenta de que nadie nos veía. Todo el mundo estaba haciendo su trabajo -que se lo agradeceré siempre-, pero como no tenían la formación adecuada no se daban cuenta de que nosotros necesitábamos ayuda y estábamos solos. No fueron conscientes que desde el momento en que se produjo el suicidio los pacientes ya éramos nosotros.
P. ¿Qué se hizo mal?
R. No nos dejaron ver a Ariadna, querían imperdirnos también leer su carta de despedida, porque era un prueba, la psicóloga que fue, con toda su buena intención, no hacía más que insistirnos en que debíamos llorar para sacarlo todo, pero el dolor y el impacto eran tan profundos que yo no podía hacerlo y eso me hacía sentir mal, después, en el tanatorio tampoco nos la dejaron ver...todo por la equivocada idea de evitarnos sufrimiento, cómo si eso pudiera ser...Todo por falta de formación.
P. Y para evitar situaciones como esa y ayudar a personas con ideación suicida os habéis embarcado en esta cruzada
R. A partir de que pasó, yo ya no podía hacer nada más. Tuve mi tiempo en el que no sabía si seguir a Ariadna o permanecer aquí, pero bueno, yo no tengo hermanos, mi madre es muy mayor, está mi mujer y eso me sujetó. Eso y encontrar un objetivo que era hacer lo que hacemos. Ya hace dos o tres años que estamos recibiendo mensajes de gente a la que ayudamos en su momento y que ahora nos contacta para decirnos que su hijo, su hermano, su madre, están ya fuera de peligro. Y eso es lo que nos llena. Esa es la gasolina que nos mueve. Si conseguimos que haya vidas que se salven es algo que habrá hecho Ariadna y no habrá sido en vano el que se haya ido.
P. ¿Ariadna tenía depresión cuando decidió marcharse?
R. Suponemos que en el último tramo de tiempo, el problema que arrastraba género una depresión que la llevó a tomar la decisión. Detrás de la mayoria de los suicidios hay una depresión, excepto en un 10% de los casos en los que se trata de un impulso.
Después de mucho tiempo dándole vueltas con psicólogos y de hacer una especie de autopsia psicológica, que es lo que hay que hacer para intentar adivinar cuál era el origen de su sufrimiento, dedujimos que ella en primaria, con ocho o diez años, sufrió el acoso de una profesora que le quitó la autoestima y aunque ella no nos dejó verlo, fue arrastrando eso a lo largo del tiempo hasta que una situación similar la devolvió a aquel punto, hizo un clic en su cerebro y la acabó llevando a una depresión.
P. ¿No os pidió ayuda?
R. No, no nos dijo nada. Quiso protegernos guardándose todo el dolor, disimulando, para no hacernos sufrir, porque los tres estábamos muy unidos. Pero es contraproducente, porque si se lo callan no puedes ayudarles. En nuestro caso, inmediatamente que nos dijo que tenía un bajón, que no podía estudiar, lo que hicimos fue buscarle un psicólogo, preguntarle si le parecía bien y acudir. Pero no fue suficiente, porque este especialista tampoco supo detectar las señales. En la carrera no estudian apenas nada sobre el suicidio, si no tienen una formación específica están tan perdidos como lo estábamos nosotros en ese momento.
P. ¿Qué ha sido lo más difícil en este proceso de duelo, aceptarlo, no culparse?
R. El primer golpe que te llevas es la culpa. Eso te lo dirán todos los supervivientes. La culpa asfixiante que te hace repetirte una y otra vez qué es lo que no vi, qué es lo que no hice, si hubiera hecho esto o lo otro quizá lo habría evitado...Ese es el trabajo que dura más, porque luego, a lo largo de los años, de vez en cuando, cuando crees que esa fase ya la tienes superada, de repente un día te levantas con esa misma angustia y vuelves a cuestionarte y hacerte las mismas preguntas, cómo no me di cuenta, cómo no hice aquello...
También está la ira. Ira contra uno mismo, por no haber sabido verlo, por lo que no supiste hacer o por lo que hiciste. Requiere mucho trabajo con profesionales expertos y mucho trabajo personal. Nosotros buscamos toda la ayuda posible, terapia de duelo, psicólogo, psiquiatra... y esto nos ayudó a darnos cuenta de que habíamos hecho todo lo que sabíamos, usando las herramientas que teníamos a nuestro alcance, y eso nos liberó en gran parte de la culpa.
P. Y llega un momento en que dejas de preguntarte por qué?
R. Eso no se acaba nunca, quizás los años hacen que baje en intensidad, pero nosotros, todos los supervivientes, sufrimos un suceso traumático, yo lo vivo como si hubiera tenido una especie de grave enfermedad, y de repente algo, un olor, un sonido, una imagen te vuelve a retrotraer a aquellos momentos en los que estuviste malo. Y eso nos pasa a nosotros. Al final vivimos con ese trauma que es muy difícil de solucionar y podemos vivir, pero de vez en cuando, hay algo, cruzarte con un persona que se parece a ella, ver su perro preferido por la calle, que te trae su recuerdo y te devuelve inevitablemente a la pregunta sin respuesta del por qué.
P. Lo que sí podéis contestar es el para qué lo hizo...
R. Sí, para dejar de sufrir, cuando uno tiene depresión está enfermo, y es una enfermedad que te miente constantemente, crea pensamientos falsos en nuestra cabeza, como creer que los demás quedarán más tranquilos cuando no estés, que así ya no les generarás más sufrimiento, que superarán la situación. Todo mentiras que te inhabilitan para llevar una vida normal. No es que se quieran morir, solo quieren dejar de sufrir.
P. Mensajes como este también los lanzas en tus redes sociales, hablas abiertamente del suicidio
R. Si, hay que hablar de ello porque sigue siendo un tema tabú. Las palabra suicidio y muerte dan mucho miedo. El entorno sigue escondiendo muchas veces el motivo de la muerte, hasta los propios profesionales implicados lo hacen. A nuestra hija la jueza le puso parada cardiorrespiratoria y evidentemente no era eso. Todos morimos de parada cardiorrespiratoria, pero se niegan a poner suicidio porque piensan que va a ser más doloroso. Y lo más doloroso es el silencio, porque no ayuda, sino que contribuye a perpetuar una realidad que podría prevenirse con un esfuerzo de todos.
P. A pesar de las cifras terribles de suicidio, seguimos sin un Plan General de Prevención de Suicidios, ¿por qué?
R.Por lo mismo que te decía antes, porque hay mucho miedo a tratar este tema. Serían necesarias campañas impactantes, igual que las de prevención de accidentes o de maltrato, que están surtiendo efecto, pero no termina de haber una decisión política para llevarlo a cabo. Y cada día que pasa sin ese plan se traduce en nuevas víctimas de suicidio.
Sería necesario un plan ambicioso, que pasara por la formación, insisto, a los profesionales, por la atención en hospitales, la humanización de la atención de emergencias, la ayuda a las asociaciones, la formación en las escuelas, porque la cifra de suicidios en adolescentes se ha disparado, los que tienen entre 10 y 14 años se suicidan un 134% más que en 2020. Hay que reaccionar ya, hacer algo cuanto antes.
P. No es solo a los políticos, a la sociedad en general le da pánico hablar del suicidio...
R. Pero es algo que le puede tocar a cualquiera, y debemos tener las herramientas adecuadas para poder manejarlo. Nosotros tenemos una serie de pautas de conducta que mandamos a toda la gente que lo necesita, que nos pide ayuda, y cuando las reciben muchos se muestran reacios, porque algunas son cosas que deben decir a un familiar que sospechen que tiene ideaciones suicidas. Y a la gente le da mucho miedo, porque claro, preguntarle a un hijo, a un hermano, a un ser que quieres, si ha pensado en quitarse la vida es muy difícil, pero hay que hacerlo, porque si le damos la ocasión de hablar tenemos una posibilidad de que se libere, de que busque ayuda o a lo mejor de que la idea se le quite. Sin embargo nos da mucho miedo preguntarlo porque ¿y si me dice que sí? Pero es que si te dice que sí es cuando vas a poder ayudarle.
P. ¿Querría mandar un mensaje a los adolescentes y jóvenes a los que se les haya pasado por la cabeza la misma idea que a su hija?
R. Que se atrevan a pedir ayuda. Que siempre hay una persona de confianza a la que pueden abrirse, si no se ven capaces de hacerlo con sus padres, puede ser con el orientador del colegio, con un profesor, con un amigo o llamando al 024, que utilicen cualquier contacto que vean en las redes, como el nuestro, o de cualquier otra asociación contra el suicidio, que se atrevan a escribir y a decir me está pasando esto, qué puedo hacer, que sepan que hay mucha gente dispuesta a ofrecerles ayuda y a escucharles.
P. Ariadna estaría orgullosa de lo que estáis haciendo
R. Sí, estamos seguros. Ella es nuestro motor. Este es su legado. Justo en los últimos meses, antes de cumplir los 18, estuvo buscando onegés en las que apuntarse de voluntaria, pero no le dejaban porque aún era menor de edad, así que la vocación de ayuda la tenía. Ver que estamos intentando ayudar a otras personas le haría muy feliz, y también que metamos caña, a políticos y medios, para que se hable más del suicidio. A ella se la llevó en silencio. Hay que elevar la voz para que no pase más.
P. ¿Se consigue borrar el recuerdo de ese último día?
R. Borrarlo del todo es imposible, pero sí se consigue recordar las cosas buenas, recordarla bien, colocar el dolor en un sitio donde no te invalide. Volver a leer, a escuchar música, a viajar, que durante mucho tiempo no lo puedes hacer, que no solamente quede un recuerdo triste, sino que sonrías pensando en lo que le gustaría un sitio, una comida, una escapada, acordarse de las veces que nos reimos con ella.
P. Se acaba de cumplir el octavo aniversario de su muerte ¿cómo lo habéis vivido?
R. Pues por primera vez tristes pero tranquilos. En los últimos cuatro años hemos trabajado muchísimo el duelo, hemos tenido la suerte de contactar con profesionales muy bien formados que nos han ayudado muchísimo, y este año hemos notado el mayor cambio. Lo hemos pasado acordándonos de ella, recibiendo mensajes y mails de todos los que han recordado la fecha, familiares, amigos suyos. Echándola mucho de menos, porque era increible, culta, inteligente..., pero por primera vez, serenos.
Ella nos empuja a seguir todos los días y se lo agradezco. Tendría 26 años. Le debemos seguir luchando para evitar más muertes, para que nadie tenga que vivir una vida a medias, como nosotros.