En la medianoche del 17 de marzo de 2020, mientras la mayoría de países occidentales afrontaba lo peor de la pandemia de covid-19, China cerraba sus aeropuertos al mundo para evitar que le estropeasen su reapertura de negocios. Ya había superado lo que otros iban a sufrir. A partir de ese momento, para entrar en el país había que hacer una cuarentena de 14 días nada más llegar. El régimen de Xi Jinping comenzaba a presumir de lo rápido que había vencido al SARS-CoV-2 y ponía como ejemplo su estrategia: la covid cero.
Este 8 de enero, 1.016 días después, China elimina las cuarentenas a los viajeros. Es la última gran restricción en pie. Ahora denuncia que son otros países quienes reclaman una PCR negativa a sus viajeros (un requisito que China, por cierto, mantiene). La covid cero se ha desmantelado en una retirada caótica, que deja una gran ola de contagios en el país. ¿Qué estrategia seguirá ahora? Los primeros pasos están siendo aplicar medidas y usar medicamentos que desarrollan desde muchos meses las democracias a las que Pekín ha mirado por encima del hombro.
El desplome ha sido muy rápido, nada que ver con los tiempos lentos que se atribuye a una cultura milenaria. El 16 de octubre, en un discurso de más de dos horas, Xi Jinping hacía la mayor demostración de poder en China desde Mao. Reafirmaba su tercer mandato ante el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino. Pero millones de ciudadanos estaban más pendientes de lo que iba a decir sobre la covid cero, después de casi mil días de encierros, test obligatorios, sin poder ganarse la vida en muchos casos.
El mensaje de Xi fue aplastante. La covid cero, la estrategia que ordenaba cierres y duras medidas ante el menor brote, era “una guerra del pueblo” porque su Gobierno “priorizaba al pueblo y sus vidas sobre cualquier otra cosa”. Muchas autoridades locales y regionales tomaron nota de ese espíritu de cruzada y, a pesar de que las protestas eran ya notables, se aplicaron si cabe con más rigor.
Xi no pudo aguantar ese pulso más que 52 días. Llevaba toda la pandemia esgrimiendo la covid cero como muestra de la superioridad del sistema autoritario chino frente al caos de las democracias occidentales. La primera fase de la pandemia y la poca transparencia de los datos parecían haberle dado la razón por un tiempo, la covid cero se llegó a convertir en una fuente de legitimidad de su poder a la vista de muchos dentro y fuera de China.
Pero a mediados de noviembre de 2022 la situación estalló. Los brotes aislados de descontento, como el que hubo en Shanghái la primavera pasada por un confinamiento que duró dos meses, dieron paso a una epidemia de protestas en las principales ciudades contra unas restricciones que además eran incapaces de contener las nuevas variantes del virus. Había una amenaza muy real de parálisis económica y de terminar 2022 con el peor dato de crecimiento en medio siglo. Como muestras del frenazo, los pasajeros en el metro se redujeron un 91% y el precio de la vivienda caía.
El 7 de diciembre, Xi Jinping ordenó desmantelar la estrategia de covid cero y se pasó del control obsesivo al descontrol, sin otra estrategia alternativa que dejar circular al virus.
La falta de previsión se notó al principio en las farmacias. La compra de medicinas para controlar la fiebre había estado restringida. Fue levantarse la covid cero y se agotaron. Después llegaron las colas en clínicas y hospitales. Y luego en los crematorios. Todo en apenas un mes.
Una población con poca inmunidad, al haber estado poco expuesta al virus durante mil días y haberse vacunado con medicamentos poco eficaces ante las nuevas variantes, quedó a merced de los contagios.
Además, no había un sistema capaz de tener datos fiables. China controlaba los brotes porque había test obligatorios diarios. De la noche al día, la gente pasó a hacerse los test en casa sin obligación de informar a nadie… Lo mismo que sucede desde hace tiempo en muchos países occidentales. Pero la diferencia es que en China no se había puesto en pie antes un sistema de vigilancia de la evolución del virus. No había datos porque no hubo previsión ni estrategia.
Ahora las autoridades asumen que no pueden suprimir el virus y deben convivir con él. ¿Cómo lo van a hacer? Parece que siguiendo algunos de los pasos dados antes por esas democracias a las que miraban con superioridad.
Primero sucedió con las vacunas. A principios de diciembre los servicios de inteligencia estadounidenses aseguraban que Xi Jinping se había negado a aceptar las vacunas occidentales para sustituir a las chinas, menos efectivas contras las diferentes versiones de la variante ómicron. Dos semanas después, el New York Times aseguraba que las autoridades chinas estaban tratando de obtener esas vacunas y otras medicinas occidentales contra la covid. Esta semana, en los medios chinos se han difundido noticias sobre cajas de Paxlovid vendidas en el mercado negro por 1.000 y 1.600 euros (7.000 y 12.000 yuanes).
Además de las medicinas occidentales, las autoridades chinas están mostrando interés por algunas medidas utilizadas en Estados Unidos, Europa o la propia Hong Kong.
Se está creando una red de análisis de las aguas residuales. La orden ha sido incluida en las directivas nacionales chinas por primera vez la semana pasada. Según ha informado el South China Morning Post, Pekín ha dado el paso de poner en marcha a gran escala una medida probada hasta ahora sólo de manera piloto en la propia capital y, sólo desde diciembre, en Shenzhen. Es una medida que vienen aplicando 70 países desde hace mucho tiempo, algunos empezaron en el segundo semestre de 2020.
Hace sólo unas semanas también se desveló que se iba a crear un sistema centinela de vigilancia similar al de la gripe. Tres hospitales de las principales ciudades en cada provincia harán cada semana test a 15 pacientes externos, a 10 casos graves y a todos los fallecidos. Se realizarán pruebas genómicas para vigilar la aparición de nuevas variantes. Otra red de hospitales y universidades reforzará esta labor que hasta ahora realizaba con menos medios el CDC Chino, la principal agencia en materia de enfermedades infecciosas.
El interés por la evolución genética del virus no se incluyó en las directivas chinas hasta marzo de 2022. Para entonces poblaciones para la española ya llevaban meses familiarizadas con la idea de que se estaba preparando una transición a sistema de vigilancia centinela de la covid.
¿Y qué se va a hacer para vigilar la mortalidad? El epidemiólogo jefe del CDC Chino, Wu Zunyou, anunció la semana pasada que iba a liderar un equipo para calcular los excesos de mortalidad, lo mismo que ya se utilizó en otros países para acercarse a la cifra real de muertos en la primera ola de la pandemia.
La covid ha dado muchas lecciones globales y una es la humildad. Ahora que Europa, Estados Unidos y hasta la OMS muestran su falta de confianza en China, no deberían olvidar que ellos también han estado lejos de ser ejemplares.