A Julia, de ocho años, le diagnosticaron alergia a las nueces en marzo de 2022. Aunque ella sabe que no puede comer nuez, los médicos han aconsejado que lleve siempre encima adrenalina, un medicamento que puede salvar su vida si tiene una reacción alérgica grave tras una ingesta accidental. El formato más cómodo es una especie de disparador que inyecta la dosis justa de adrenalina con un pinchazo superficial, que puede hacerse incluso a través de la ropa. Cada jeringa le cuesta a sus padres en torno a 20€. Si tenemos en cuenta que debe dejar una en el colegio y llevar otra siempre encima, y que los autoinyectables que encuentran sus padres en las farmacias tienen una caducidad de en torno a seis meses, el desembolso es de 80€ al año.
Y eso con receta y en la fórmula más barata de las que se comercializan. Sin financiación de la Seguridad Social su precio medio es de 45€ la jeringuilla, 90€ el pack de dos. Como los medicamentos financiados se pagan en función de la renta del paciente, las familias pagan entre 18€ y 27€ por autoinyector, unos 80€ al año en el medicamento. Actualmente en España estos dispositivos con adrenalina precargada se venden con cuatro nombres comerciales, Altellus, Anapen, Emerade y Jext. En total, hay siete modelos en el mercado, también ajustados al peso del niño.
"España es uno de los países de Europa donde los autoinyectores son más económicos, y también hay una diferencia grandísima con Estados Unidos, donde pueden alcanzar hasta 700 dólares", explica David Baquero, portavoz de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica. Añade el alergólogo que "España no lo ha aprobado como medicamento de uso crónico, así que no tiene aportación reducida para el paciente. Como máximo la Seguridad Social financia el 60% de su precio". Ana Martínez-Cañavate Burgos, presidenta de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP), explica que "cada paciente paga en base a su cotización que tenga de farmacia".
Para los especialistas en alergología es fundamental que todos los pacientes cuyos médicos consideran que deben portar adrenalina tengan acceso a ella. "La anafilaxia puede comprometer la vida del paciente. La adrenalina es lo único que salva esa vida. Cuanto antes se comience el tratamiento, mejores resultados se obtienen", explica Baquero. Así que no parece lógico ni seguro que en el momento de un shock anafiláctico alguien tenga que extraer la dosis exacta con jeringa de un bote y ponerse la inyección. Por eso la mayor parte de los médicos, y más concretamente los responsables de las alergias en niños, prescriben autoinyectores.
Y, ¿por qué tienen una caducidad tan corta? En realidad, los laboratorios producen las plumas de adrenalina autoinyectable con una caducidad de 22 meses. "Es lo que se estima que se conserva la adrenalina en condiciones adecuadas. Sin embargo, cuando llega al mayorista, muchas veces lo almacena para ir poniendo a la vente autoinyectores con caducidad más corta. Por eso muy frecuentemente la caducidad en farmacias es más corta", aclara Baquero.
Es decir, que "es un problema meramente comercial", apunta la pediatra Martínez-Cañavate. Porque las boticas no pueden vender productos con una caducidad inferior a cinco meses, así que los distribuidores terminan proporcionando a los establecimientos plumas de adrenalina con la caducidad más reducida, tras acumularlas en almacenes. Y por eso las familias suelen adquirir estos medicamentos con una vida útil bastante menor a la que tenía en su momento de fabricación. Si cada niño necesita tener dos inyecciones, y caducan a los meses, multipliquen.
La adrenalina se usa para el tratamiento de las reacciones alérgicas graves. Cuando una reacción es amenazante para la vida, el tratamiento de urgencia es la adrenalina. La dificultad puede ser tal que no permita casi ni respirar, y la adrenalina inyectada dilata los bronquios de forma casi instantánea. Esta reacción se llama anafilaxia. La incidencia global de anafilaxia se estima entre los 50 y 112 episodios por 100.000 personas al año. La prevalencia acumulada se estima entre el 0,3-5%, de modo que hasta un 5% de la población presentará una anafilaxia en algún momento a lo largo de su vida.
En el caso particular de la población pediátrica, la incidencia global se sitúa entre 1 y 760 casos por 100.000 personas/ año. "La prevalencia de alergia alimentaria se estima que se sitúa entre el 1-3% de la población general, alcanzando cifras del 8% en la población pediátrica. Considerando que globalmente el 30% de las anafilaxias son de causa alimentaria, que hasta el 40% de los pacientes con alergia alimentaria presentan una anafilaxia como manifestación clínica, que la incidencia de anafilaxia por alimentos es la que ha sufrido un mayor incremento, que ésta tiene un gran impacto en la población pediátrica, y que es la causa con mayor tasa de recurrencia de anafilaxia, podemos afirmar que se trata de un problema de salud de relevancia", afirma la portavoz de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica.
Según la web de la SEICAP se puede utilizar la adrenalina caducada, ya que no es tóxica. Cuando caduca, la adrenalina va perdiendo potencia, así que si cuando van a usar la adrenalina se ve que está caducada, no será como si le pusiesen la dosis completa, sino algo menor, pero no producirá daños en el paciente. En caso de necesidad urgente es mejor usar una adrenalina caducada que no usar ninguna.
El principal efecto secundario de la adrenalina es la taquicardia, se acelera el corazón y se notan palpitaciones. Este efecto es natural, no tiene ningún riesgo en las personas sin enfermedades del corazón, y no va a producirles parada cardiaca.