Una de las realidades más sorprendentes que se han constatado tras hacerse viral el vídeo de los gritos machistas por parte de los jóvenes del Colegio Mayor masculino Elías Ahuja, en Madrid, es comprobar que la mayoría de las chicas del Colegio Mayor Santa Mónica, a las que iban dirigidos estos insultos, no se sienten ofendidas. La frase “¡putas, salid de vuestras madrigueras como conejas, sois unas putas ninfómanas, os prometo que vais a follar todas en la capea!” la toman como una “tradición”, un “juego”, un “ritual”, que se repite cada vez que vez que va a ver un encuentro entre estos dos colegios mayores hermanados. En esta ocasión, iba a ser una capea, que finalmente se ha suspendido.
Los chicos del Elías Ahuja son sus “amigos”, aseguran, estas jóvenes. Y no es lo mismo, dicen, que te digan "ninfómana", "puta" y "te vamos a follar por la calle" a que lo hagan ellos a través de una ventana.
Una de estas residentes ha escrito en Twitter el sentir de casi todas las residentes: “Se trata de una práctica, con tradición entre colegios mayores, de las que se ha creado una impresión de odio y machismo que no puede estar más lejos de la realidad”.
¿Qué está pasando para que vean estas escenas como normales? ¿Por qué justifican a sus compañeros? El decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, José Antonio Luengo, asegura que el hecho de que las chicas no estén ofendidas tiene que ver con la normalización de determinados comportamientos violentos y la banalización de sus efectos. “Esto ocurre también en el mundo de determinados deportes donde la violencia verbal, los insultos, la vejación o la invocación de determinados temas que tienen que ver con el género son muy frecuentes”, asegura.
“Está también la presión del grupo por comportarse como se ha planteado que hay que comportarse. Y aquí no está escrito, pero sí es tácito, que hay que ser muy tolerantes con estas situaciones porque obedecen a códigos que ellos entienden que fuera de la Universidad no se van a entender”, apunta. “Si analizásemos individualmente lo que están pensando estas chicas, seguramente no nos encontraríamos con tanta condescendencia y sí con que muchas de ellas están avergonzadas y dolidas con lo que está pasando”, añade.
Insiste en la idea Ana Sierra, psicóloga y sexóloga. “Vivimos en una sociedad machista, con unos roles de género asignados socialmente. A cada uno se le ha dado su lugar y nos genera bienestar seguir las normas: sus rituales, sus tipos de comportamiento. Ellos son machistas, pero ellas también. Lo han vivido desde que han nacido y es mucho más duro salirse del juego y sufrir el castigo social por no estar dentro de ese rol. La mujer siempre ha sido deseada y el hombre, deseante, que es algo totalmente falso. Al naturalizarlo, nos lo hemos creído y por eso se actúa de esa forma: ellas se mantienen a la espera del macho deseante y les halaga que les digan: ‘Tú eres una chica buena, pero te voy a hacer mala porque yo soy un chico apasionado”, explica.
A pesar de los esfuerzos para que la sociedad evolucione hacia una igualdad entre sexos, con comportamientos como el de el Elías Ahuja se están normalizando conductas que hacen alusión a delitos contra la libertad sexual, advierten los expertos. “No se puede banalizar la violación o frivolizar con la palabra puta. Lo justifican diciendo que esto es una tradición, pero no es así: antes lo normal es que te rondara la tuna, pero no llamándote puta”, asegura Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga forense y miembro de la Asociación Clara Campoamor. “Existe, además, la posibilidad estadística de que, entre las chicas que salen a las ventanas, alguna haya sufrido una agresión sexual y se una a los gritos porque no quiere ser estigmatizada como víctima”, apunta.
La Fiscalía ha confirmado que abrirá una investigación para averiguar si se produjo un delito de odio tras la denuncia del Movimiento contra la Intolerancia. De forma paralela, la Universidad Complutense de Madrid ha iniciado otra investigación.
Tanto el Elías Ahuja como el Santa Mónica son colegios mayores a los que asisten universitarios de familias pudientes, donde se paga más de 1.000 euros por habitación individual al mes. Pequeñas burbujas en las que disfrutan de una serie de privilegios. “Es normal que tengan una sensación de protección o de zona de confort al estar en un estatus privilegiado”, explica Sierra. “Probablemente, tengan muchos sesgos de clase asociados y piensen que las agresiones solo ocurren en familias desestructuradas o sin educación”, añade.
Los chicos del Elías Ahuja aseguraban el jueves a este diario que con este asunto “se ha sacado todo de quicio” y que era una “tontería”. “Si no has vivido en un colegio mayor, no lo puedes llegar a entender. Ellas nos aplauden y salen a las ventanas a escucharnos. ¿De verdad la gente piensa que somos unos violadores?”.
“Gritar estas consignas o participar en ellas no te convierte en violador, pero no olvidemos que en la mente de muchos violadores lo que subyace es que son todas unas putas", señala Gutiérrez Salegui.
Lo cierto es que abrir las ventanas todos a una y participar en esta bochornosa escena de insultos machistas se explica por la propia psicología de los grupos. “Un chico solo delante del colegio mayor de las chicas no gritaría así. Todo esto tiene un componente de competitividad masculina. Están haciendo el pavo real, pero con temas que se supone que queremos erradicar”, señala Gutiérrez Salegui.
Sierra sostiene que en la defensa de las chicas del Santa Mónica a sus compañeros del Elías Ahuja hay, además, un sentido de propiedad al grupo. “Es como cuando creen que su novio o marido les puede hablar mal pero que nadie se puede meter con ellos. Algo que ocurre en todas las relaciones insanas al principio, porque es más doloroso pensar que su pareja le está maltratando”, explica.
Luengo defiende que muchos de estos chicos y chicas están interpretando esta situación con un sesgo cognitivo. “Están despreciando gran parte de lo que ha ocurrido y se quedan con la visión de túnel al pensar: ‘Estos son códigos, no es para tanto, esto es la Universidad’. Lo ven de una manera muy individualista y muy centrada en lo que les interesa, dejando de lado que estamos hablando de violencia verbal o posibles comportamientos delictivos”, explica.
En el plano político, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, también ha señalado que considera "preocupante" que estas colegialas no se sientan ofendidas ante el insulto de ellos. "Son palabras, un tono y una actuación claramente denigratoria contra las mujeres y en particular contra ellas", ha asegurado. "Este tipo de actuaciones machistas en manada lo único que pueden provocar es pánico ¿Qué sociedad estamos construyendo para que estas cosas se normalicen y se considere una tradición?", se ha preguntado.