Cómo está La Palma un año después del volcán: "En La Bombilla y Puerto Naos los gases son incompatibles con la vida"
En el cráter hay todavía puntos a mas de 1.000 grados que tardarán años en enfriarse
En estos momento los 1.500 habitantes de La Bombilla y Puerto Naos no pueden regresar a sus casas por los gases
"Hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano, creo que más precisión era difícil", dicen desde el IGN
Ha pasado un año desde que el volcán de La Palma comenzara su erupción. Pasaron 85 días y ocho horas hasta que por fin el 13 de diciembre dejó de rugir, pero no fue hasta 12 días después, el 25 de diciembre de 2021, cuando se dio oficialmente por finalizado. El mundo entero estaba conmocionado. NIUS se pregunta cómo está la situación 365 días después.
Entre el 19 de septiembre y el 13 de diciembre, el volcán expulsó 159 millones de metros cúbicos de lava que cubrieron 1.219 hectáreas, el equivalente a 1.707 campos de fútbol. A su paso, las coladas sepultaron 73,8 kilómetros de carreteras y afectaron a 2.988 edificios. Unas 7.000 personas fueron evacuadas y al menos, 1.500 no han vuelto a sus casas. Unos 200 afectados llevan meses viviendo en un hotel. Lo que más preocupa ahora son las cerca de 1.300 personas que viven en Puerto Naos y La Bombilla y que siguen sin poder volver a sus casas por los gases que sigue emitiendo el volcán.
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"Esos gases son incompatibles con la vida. Hay momentos puntuales en que la concentración sube mucho y es una zona que hay que seguir evaluando hasta que se puedan permitir entrar en sus viviendas. De momento, los vecinos van de manera muy puntual porque las altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2) son muy peligrosas", señala Rubén López, vulcanólogo del Instituto Geológico Nacional (IGN). "El dióxido de carbono pesa y se acumula sobre todo en zonas cerradas. No podemos saber hasta cuando va a durar esto. Pueden ser meses todavía hasta que logremos dar con una solución".
En estos momentos es imposible regresar a casa en La Bombilla y Puerto Naos; las 5.000 plazas hoteleras, muchas de ellas todavía con los enseres de los turistas que huyeron de allí con lo puesto al comenzar la erupción, están inutilizadas y vacías; comercios, restaurantes y bares están cerrados. El mayor hotel de la isla, con 1.300 camas, está cerrado y en silencio. Los más de 1.000 apartamentos y viviendas turísticas, también. Nadie ha pisado en estos meses meses la playa de arena negra más concurrida del oeste de La Palma.
Los vulcanólogos siguen trabajando sin descanso. Miden, observan, vuelven a medir. Su objetivo es saber si se puede adecuar de alguna forma para que la gente pueda convivir en esta situación y pueda volver a sus casas. Pero, de momento, es difícil. Hay que investigar mucho más. "Estamos comparando con otras zonas como en Las Azores donde hay una zona de acumulación de dióxido de carbono bastante importante. Allí, se ha estabilizado, pero aquí todavía no, pero no sabemos si cambiará en otoño o en invierno, solo ha pasado un año y todavía no sabemos como puede actuar estos gases en el futuro. Falta observación, monitorización e investigación", asevera López.
Hay puntos del cráter a más de 1.000 grados
Según los expertos todo lo que está ocurriendo está dentro de los normal y no hay ningún proceso energético que indique que pueda volver a erupcionar de nuevo.
Un año después, en el cráter se ve "lo esperado en un edifico volcánico recién construido", señala el vulcanólogo del IGN. Se ha ido formando con lo que ha ido expulsando el volcán. Hay puntos con más de 1.000 grados, otra superficie que en superficie alcanza 60 u 80 grados y a tres metros llega a 300 grados. Es muy posible que tarde años en enfriarse", señala López.
¿Se podía haber hecho de otra forma?
Tras 365 días surgen preguntas, muchos palmeros comentan que no se les avisó con tiempo, que no había información suficiente y clara. "Desde el IGN hicimos todo lo que estuvo en nuestra mano. Siempre se puede mejorar todo, seguramente, pero era muy difícil saber con mayor precisión tanto el momento como el lugar en el que iba a ocurrir y menos, con un periodo pre-eruptivo tan corto como fue el volcán de Cumbre Vieja. Tan solo ocho días de aviso. Y gracias a la sismicidad que se estaba vigilando las 24 horas del día en las ocho islas canarias pudimos ver como se produjo el enjambre sísmico que fue ascendiendo desde los reservorios más profundos hasta la superficie y eso nos dijo más o menos donde y cuando. Más precisión no se si seria posible", aclara López.
"Hemos aprendido mucho"
"Hemos aprendido mucho, y lo que nos queda. Hemos aprendido, lo primero, que una erupción puede ocurrir una erupción en una zona habitada y con mucho riesgo. A pesar del impacto económico lo más importante era que no hubiera pérdidas de vidas y eso se consiguió. Creo que la respuesta que se ha dado desde IGN a nivel técnico ha sido buena y estábamos preparados para una erupción así y teníamos la isla muy monitorizada. Es una isla muy joven y había peligro de que ocurriera. Es más, ya en el siglo XX hubo dos erupciones", comenta el vulcanólogo.
Para López lo que más le ha llamado la tención del volcán de Cumbre Vieja fue el final. "No nos esperábamos un final tan abrupto. Fue de repente, como todo había sido de manera paulatina, nos ha sorprendido. De pronto, en cuestión de horas se formó una columna de humo de más de ocho kilómetros de alto, provocó una lluvia de piroclastos muy alta y en un segundo acaba todo. Dejo de rugir. Subió mucho mucho y paró el 13 de diciembre de 2021".
Queda mucho por hacer, porque además ahora están centrados en Puerto Naos y La Bombilla, en investigar y dar una solución a los vecinos, lo antes posible. "Luego tendremos que investigar todos lo datos que nos han proporcionado que pueden servir para otros erupciones volcánicas a posteriori. El trabajo del cráter consiste en seguir gases, rocas, enfriamiento y nos dará mucha información sobre la erupción.
47 hectáreas más
La isla de La Palma ha crecido tras el volcán. En concreto, la nueva superficie oficial del municipio de Tazacorte es de 12,04 kilómetros cuadrados, es decir que ha crecido 47 hectáreas según refleja un primer perímetro de las fajanas facilitado por la empresa pública de Canarias Grafcan.
La última vez que creció la isla de La Palma, modificándose su perímetro, fue en su punta sur por la erupción del Teneguía hace 50 años. La erupción de este volcán, en Fuencaliente, hizo que la isla de la La Palma creciera 20 hectáreas debido a los 40 millones de metros cúbicos de lava que cayeron al mar. Este volcán, a diferencia del de Cumbre Vieja apenas dañó zonas pobladas, aunque sí produjo daños materiales en los viñedos de la zona y se llevó una playa que existía en dicha zona.
Los suelos son más fértiles después de la erupción
La mayoría de los suelos derivados de las cenizas volcánicas muestran propiedades distintivas que no se encuentran en suelos derivados de otros materiales “parentales” con la misma vegetación y clima. Esto se debe a que la ceniza volcánica se compone principalmente de vidrio volcánico que, entre otros componentes, contiene óxidos de sílice, aluminio y hierro que con la meteorización permiten la formación de arcillas.
El ascenso del magma comenzó en 2008
El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) calcula que el ascenso del magma desde fuentes profundas del manto bajo la isla de La Palma y que acabó desembocando en la erupción en Cumbre Vieja comenzó entre 2008 y 2013. Posteriormente, en 2020, hubo "otros aportes importantes" de magma, sostienen varios investigadores del Involcan en un artículo publicado en Geophysical Research Letters, una de las principales revistas científicas internacionales de la Sociedad Geofísica Americana.
En él se explica cómo la emisión de helio-3, liberado desde las profundidades del manto terrestre y presente en los gases burbujeantes de un manantial mineral frío rico en CO2, en el interior de La Caldera de Taburiente, mostraron ser los primeros indicadores geoquímicos que reflejaban cambios en la actividad magmática bajo la isla.