Volvemos de las vacaciones y se acerca el momento de ir al colegio. Algunos niños lo esperan con entusiasmo, pero a otros les costará gestionar el cambio. Ocurre cada año. Las aulas infantiles se convierten en un mar de lágrimas, y no solo afecta a los más pequeños. Todos los alumnos ven de repente su vida alterada al pasar de un entorno de libertad y diversión a una estructura ordenada y formal como es la escuela.
Muchos colegios establecen un periodo de adaptación para que el inicio de curso no se haga tan cuesta arriba. Durante unos días -suelen ser dos semanas- los niños van incorporándose a las clases de forma paulatina, con horarios reducidos, que van de menos a más. "En el colegio de mi hijo lo hacen en todas las etapas educativas, también en primaria y secundaria", comenta Inmaculada a NIUS. "Me parece bien por los niños, para que no empiecen de golpe, aunque como madre debo reconocer que es una faena cuadrar horarios".
La dificultad para conciliar ha llevado a otros centros a eliminar esta práctica. "Yo tengo tres hijos, sería una locura que cada uno saliera a una hora los primeros días", apunta Lidia. "Por suerte en el colegio al que van han quitado el periodo de adaptación. Se dieron cuenta de que los niños suelen llorar en el momento de la separación de los padres, pero la mayoría se calma en la primera hora, si al rato volvemos a buscarlos no avanzan nada", argumenta.
La realidad es que no hay una norma común. El periodo de adaptación lo decide cada centro de acuerdo con la regulación autonómica. "En Madrid, por ejemplo, está reservado exclusivamente para alumnos de nueva incorporación y tiene un carácter voluntario para las familias, es decir, pueden optar por empezar con horario completo desde el primer día del curso", explican desde el Ministerio de Educación. "Y en Andalucía solo lo realizan los alumnos que realmente lo necesitan y previo informe del Consejo Escolar, es decir, que en la práctica, el periodo de adaptación de forma general se suprimió hace años".
Con tantas variantes como comunidades autónomas la pregunta que nos hacemos es qué sentido tiene el periodo de adaptación y para qué sirve. Psicólogos y pedagogos contestan en NIUS a estas cuestinoes.
"Este periodo tiene sentido en el caso de los niños que empiezan su primer año de colegio porque están muy acostumbrados a estar con sus figuras de apego, que son la familia o algún cuidador, y de repente les pasamos a un entorno extraño donde ellos no son el centro de atención, sino que el nuevo cuidador-educador tiene que repartirse entre más alumnos y los pequeños pueden sentirse abandonados", explica el psicólogo Ángel Rull. "El niño necesita este periodo para adaptarse de la mejor forma al nuevo medio que es la escuela".
"Es necesario sobre todo en la etapa infantil. Luego otros niños que tengan un nivel de maduración más elevado no van a notar tanto el cambio. Por ejemplo, un niño de 8 años en teoría se adapta enseguida a la vuelta, aunque depende del niño, en determinados casos sería necesaria una evaluación individual", asegura el experto.
"También es útil para que niños y niñas puedan acostumbrarse al cambio de rutinas, porque el cerebro cuanto más inmaduro es más necesita de la rutina. Hay que pensar que los pequeños vienen de la libertad de horarios del verano, de un tiempo de ocio total con la familia y los amigos y el cambio va a ser muy brusco", añade Rull.
"Aparte de en la escuela infantil en la que el periodo de adaptación es lógico y necesario, en el resto de etapas educativas no tiene sentido", defiende el pedagogo Jaume Funes. No son los niños los que se tienen que adaptar al colegio, sino el colegio a ellos", añade. "Es decir, a un niño que viene de pasar un mes en la playa no le puedes empezar a hablar de sumas de fracciones de golpe, eso es inviable", espeta. "El horario del colegio se debe mantener, pero con otra forma de enseñar los primeros días, con propuestas educativas que integren lo que el niño ha vivido durante el verano, lo que ha estado aprendiendo".
"Lo que pasa es que es más cómodo establecer un periodo de adaptación horario a los chavales que cambiar las rutinas curriculares en los colegios", apunta Funes. "El periodo de adaptación al final para lo que se utiliza es para que el niño no odie la escuela. Para que no digan, me lo he estado pasando bien y ahora me obligan a venir a un sitio que no me gusta", detalla. "Los niños también tienen ganas de empezar el cole, de olvidarse de los padres, de reencontrarse con los amigos, pero no dentro de una escuela que sea cuadriculada".
El periodo de adaptación no es obligatorio. Se puede renunciar a él aunque son pocos los padres que lo saben y menos aún los que terminan renunciando. "Las empresas deberían ofrecer flexibilidad esas semanas, porque si no la adaptación de los niños se convierte en una auténtica pesadilla, en un motivo de estrés para los padres", recalca Rull.
"El periodo de adaptación debe estar regulado por los criterios de la infancia, eso es un hecho. Los horarios no deben establecerse pensando en las necesidades de los adultos", explica Funes. "Y si los niños de infantil tienen que ir pocas horas los primeros día es por su bien. La escuela no está ahí para cubrir las necesidades horarias de los padres a costa de las necesidades de los alumnos. El problema es que faltan espacios alternativos donde llevar a los niños, como ludotecas, etc, que permitan la conciliación- En eso queda mucho trabajo por hacer", reconoce Rull.
"Después de varios meses de disfrute soltar a los niños a bocajarro en el colegio les puede generar tensión, por eso el periodo de adaptación no hay que hacerlo solo en las aulas, hay que empezar a hacerlo antes en casa, con la familia", apostilla el psicólogo especialista en educación Enric Valls.
"Por ejemplo ir volviendo a los horarios que van a tener cuando regresen al cole, adelantar la hora de dormir, la de la cena, la del baño...son tareas que en la época estival se retrasan mucho y hay que ir adaptándolos a la nueva rutina que les espera", avanza Valls. "Otra cosa que se puede hacer con los más pequeños es visitar las inmediaciones del centro, hablarles de los profes, de los compañeros que van a tener... Y luego cuando empicen ya el periodo de adaptación dedicarles tiempo, interesarse por cómo les ha ido, preguntarles por sus compis, maestros, que no sientan que ese tiempo de calidad que han tenido durante el verano se les ha arrebatado de golpe", indica el especialista.
"El objetivo es que no rechacen el colegio, que haya una mejora a la hora de adaptarse a las nuevas tareas del día a día. Si ya nos ocurre a los adultos que cuando volvemos sufrimos el síndrome postvacacional, imagínate a los niños", concluye Valls.