Los vuelos fantasma despiertan curiosidad al mismo tiempo que cierta preocupación. El término se refiere a los aviones que despegan sin tener pasajeros ni carga, aunque también lo hacen a veces con menos del 10% de su capacidad. Este fenómeno se ha hecho especialmente común en los meses posteriores al levantamiento de restricciones por la pandemia de covid en aeropuertos de Europa y Estados Unidos.
En localidades de América Latina todavía no es muy frecuente llevar a cabo esta técnica, que supone un gran gasto económico y de combustible. A pesar de que parezca una acción que no tiene mucha lógica, su explicación está relacionada con las ambiciones de las compañías aéreas, según explica La República.
El Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI) define a los vuelos fantasma como "aquellos operados voluntariamente por las aerolíneas exclusivamente con el fin de conservar los derechos históricos sobre sus franjas horarias".
Sucede que los aeródromos con más tráfico de Estados Unidos y Europa exigen que las líneas aéreas realicen el 80% de sus vuelos programados para mantener sus derechos de despegue y aterrizaje en determinados 'slots' o franjas horarias, debido a que la demanda de vuelos supera la capacidad de las pistas y el espacio de las terminales.
El margen de cancelación con el que cuentan las compañías aéreas es de un 20% y, si no pueden cumplir con este límite, se ven obligadas a volar aviones vacíos. De lo contrario, perderán los mejores horarios comerciales.
Aunque hay quienes defienden la competencia entre aerolíneas que trae el reparto de los 'slots', también hay un sector importante que se siente contrariado por las consecuencias contaminantes de los vuelos fantasma, sobre todo por el gasto innecesario de combustible en cada vuelo.
En enero de 2022, la organización ecologista Greenpeace estimó que, durante el invierno, un total de 100.000 vuelos fantasma habían causado un daño medioambiental "equivalente a las emisiones anuales de más de 1,4 millones de vehículos", al producir 2,1 millones de toneladas de CO2.
"Sería irresponsable por parte de la Unión Europea no tomar la salida fácil de acabar con los vuelos fantasma y prohibir los vuelos de corta distancia donde haya una conexión razonable de tren", dijo Herwig Schuster, portavoz de la campaña 'Movilidad europea para todos' de Greenpeace, a la CNN.
Desde las aerolíneas se reclama una mayor flexibilidad para poner punto final a esta regla.