Entrenar la calma, la receta de los expertos contra la ansiedad y la depresión: "Todos podemos"
La OMS advierte de un incremento del 27,6% de los trastornos depresivos y un aumento del 25,6% de los de ansiedad en todo el mundo en 2020
El incremento del sufrimiento psíquico y de diversos problemas de salud mental está estrechamente vinculado a los estilos y condiciones de vida
Para revertir la situación, los especialistas aconsejan frente a la velocidad con la que vivimos entrenar la tranquilidad y el sosiego
El documento publicado en 2020 “Salud mental en datos: prevalencia de los problemas de salud y consumo de psicofármacos y fármacos relacionados a partir de registros clínicos de atención primaria” recoge que el problema de salud mental más frecuente registrado en las historias clínicas de Atención Primaria es el trastorno de ansiedad que afecta al 6,7% de la población. A continuación, aparece el trastorno depresivo con un 4,1%, que se incrementa con la edad. El síntoma más frecuente es el trastorno del sueño, que afecta al 5,4% de la población. Una circunstancia que se ha visto agravada por la pandemia de la covid-19 tal y como corrobora el informe “Salud mental y Covid-19: Evidencias del impacto de la pandemia”, desarrollado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que advierte de un incremento del 27,6% de los trastornos depresivos y un aumento del 25,6% de los trastornos de ansiedad en todo el mundo en 2020.
Entrenar la tranquilidad y el sosiego
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Ante esos datos de personas con problemas de salud mental, el Ministerio de Sanidad impulsa y promueve la “Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS). Periodo 2022-26”. Un documento que afirma que “el incremento del sufrimiento psíquico y de diversos problemas de salud mental está estrechamente vinculado a los estilos, condiciones de vida y a todo el conjunto de factores denominados determinantes sociales, que se suman a los determinantes biológicos, para hablar de determinantes biopsicosociales, por lo que es necesario entender la salud mental como un aspecto más del bienestar de cada persona…”.
El estilo de vida de las personas incide directamente en el futuro desarrollo de patologías como la ansiedad o el estrés, donde “las prisas” se convierten en un elemento determinante en su progreso. Por eso, son muchos los especialistas que apuestan por revertir la situación y aconsejan, frente a la velocidad con la que vivimos, entrenar la tranquilidad y el sosiego. Redescubrir la lentitud y hacer que la serenidad sea la verdadera protagonista de nuestra filosofía de vida. Uno de los expertos que se muestran partidarios de ese cambio de hábitos de vida es el psicólogo y divulgador Nacho Coller, que resume con el refrán español “vísteme despacio que tengo prisa” la necesidad de introducir cierta calma en gran parte de nuestro repertorio conductual. Según este psicólogo, “el hecho de introducir cierta lentitud o artesanía en algunas de nuestras acciones no significa, ni mucho menos, que seamos menos eficaces. Lo que pasa es que si esas acciones están asociadas o repercuten en otras personas acostumbradas a la inmediatez (todos lo estamos), podríamos ser vistos como poco eficaces por esas personas”.
Más despacio y más presentes
Por su parte Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga e instructora de Mindfulness, sostiene que “realizar las actividades disminuyendo la velocidad permite estar más `presente y con los sentidos conectados´. Las exigencias impuestas por la sociedad o autoimpuestas desgastan el bienestar y fomentan la no salud física y mental. Incorporar la lentitud calma el sistema nervioso, aumenta la presencia, la conexión y el disfrute. Se toman mejores decisiones”.
Cualquier persona puede, si se lo propone, cambiar el chip y escapar de las prisas para adentrarse en el mundo de la “lentitud”, solo hay que entrenar y no abandonarse al “yo soy así”. “Parar y reconectar para tomar conciencia de lo que resta en nuestra vida es el primer paso. El cerebro es neuroplástico. La Neuroplasticidad es la capacidad que tiene el sistema nervioso de modificar su funcionamiento y de reorganizarse mediante la experiencia y el aprendizaje en respuesta a la actividad. El entrenamiento hará que se interiorice el modo más lento y se haga hábito. El reto también es lograr que las nuevas generaciones no sean arrastradas por el estrés adulto. Por eso es importante acompañarlos sin acelerar la infancia para que no tengan que desaprender cuando lleguen a adultos”, asegura Cuevas Ayneto.
Más conscientes de las pequeñas cosas
Asimismo, interiorizar la pausa, en opinión de Nacho Coller, “mejora nuestra toma de conciencia del día a día, nuestra atención y nuestra capacidad de observar y asimilar; hace que seamos conscientes de las pequeñas cosas, ya que la rapidez impide detectar esas pequeñas cosas de las que hablaba Serrat. Poner pausa e introducir la lentitud en nuestras acciones como, por ejemplo, comer o algo tan rutinario como cepillarnos los dientes, hace que tomemos conciencia y que disfrutemos de los matices y sabores y/o que lo hagamos mejor”. Para adquirir esos nuevos hábitos con los que adentrarnos en el mundo de la “lentitud” hay que introducir cambios en nuestro repertorio conductual, aunque resulte costoso y sea cuestión de tiempo. “Lo importante es ser consciente de ello, proponérselo como plan de acción, o por lo menos intentarlo y ser consciente de las cosas buenas que tiene optar por ese pequeño cambio. Y claro está, lo mejor es hacerlo en cosas mundanas del día a día como es alargar el desayuno, la ducha, el momento de cepillarnos los dientes, caminar por la casa, comer, etc.., acciones que están a tu alcance y que no repercuten mucho en la vida de otras personas. Disfrutar del proceso y del camino y no tanto de la meta o del resultado final”.
Entre las técnicas que ayudan a rebajar el estrés y la ansiedad y llevar una vida más apacible se encuentra la práctica de Mindfulness. Yolanda Cuevas Ayneto, instructora de esta práctica basada en la meditación, sostiene que quien ejercita esta disciplina adquiere herramientas para trabajar la rapidez-lentitud, consiguiendo disminuir el estrés y la ansiedad. Frente al actual estilo de vida que desarrollamos en las sociedades occidentales, hacer Mindfulness “reduce los niveles de cortisol, una hormona que se activa en situaciones de estrés, y que ayuda al cuerpo a regular y movilizar la energía en estas situaciones, ya que alcanzar valores elevados puede producir efectos secundarios negativos”, concluye esta especialista.