Tres de las mujeres que sobrevivieron a su encuentro sexual con fiesta blanca con Jorge Ignacio Palma han hablado hoy en el juicio. Con valentía, porque se vieron reflejadas en el triste final de Marta Calvo, desmembrada, muerta, aunque su cuerpo no haya aparecido. Porque ellas pasaron por lo mismo que Marta. Lo saben.
Lo que queda claro tras sus declaraciones es que Jorge sabía lo que hacía en cada momento, que calcaba el modus operandi (droga a las chicas hasta la inconsciencia para tenerlas sometidas), las introducía ingentes cantidades de droga muy pura, bolas, por sus genitales y ano. Jorge vio cómo algunas de ellas perdían la consciencia y siguió contratando servicios para hacer lo mismo.
No le importó el efecto que esas prácticas causaban en las chicas, que también notaron que algo pasaba con sus bebidas. Y sí, pagaba bien e incluso ofrecía a las chicas pagarles lo que ganaban en un mes. El dinero y una amabilidad inicial innata le permitieron disponer que las chicas que quería.
“Se les notaba angustiadas y nerviosas. Estaban reviviendo una experiencia traumática en la que temieron por su vida”. Es el relato de la guardia civil, que señala que al miedo de ser señaladas como prostitutas de las mujeres se unió el hecho de que "se identificaban con Marta, pensaban que podían haber sido ellas”. Y eso es lo que les dio fuerza para declarar. Para hablar, incluso si eso les llevaba a ir a un juicio.
María del Mar relata el día en el que pudo morir a manos de Jorge. "Me contactó a mi teléfono. Quería fiesta blanca. Le dije que yo no tomaba, pero si él quería tomar no tenía problema. Me recogió. Todo normal. Nos fuimos a Manuel. Fue muy simpático y cariñoso. Me dijo que si quería tomar algo. Sacó champagne. Di un par de sorbos y ya empecé a sentirme mal. Se lo dije. Me dijo que supiéramos a la habitación. Fuimos. Me senté en la cama y me sentí como en una nube, una sensación muy placentera. Era como si estuviera soñando. Pero no".
Y es entonces cuando relata sucesos que ya hemos oído en este juicio. "Cuando abrí los ojos él estaba encima. Le aparté. No me encontraba bien. Le dije que necesitaba ir al baño. Fui a hacer pipí, pero no notaba nada. Oía que lo hacía pero no sentía nada. Se sacó una pelota de coca".
La ducha, para sentir algo, para espabilar un cuerpo derrotado vuelve a ser el destino de otra de las chicas. "Él me preguntaba si estaba bien. Me metí en la ducha. El agua estaba totalmente fría y no sentía el agua en mi piel. Era una sensación extrañísima. Me puse de cuclillas y me saqué otra pelota. Me metí el chorro de la ducha porque eso no era normal. Salieron más costritas. Tenía mucho miedo y solo quería dormir. Nadie sabía que yo estaba allí".
La joven salió del baño, fue a la cocina y escribió a una amiga. Pero no podía ayudarla. Jorge se ofreció a llevarla donde quisiera. Al principio le dio miedo, pero al llegar a la estación vio una cámara. Y se sintió segura. "Empecé a sentir frío. Eso me tranquilizó. Ya empezaba a notar algo. Él me sacó el billete y esperó a que llegara el tren. Yo visualizaba la casa de mi hijo. Llegué a la estación del Norte y cogí un taxi. Llamé al padre de mi hijo para que pagara el taxi. Llegué a casa y le vi. Y le dije que necesitaba dormir. "
No denunció entonces por vergüenza y miedo. "Era puta", señala.